El presidente de la Autoridad Nacional Palestina, Mahmoud Abbas, no tiene ningún reparo en añadir especulaciones a las historias que rodean el supuesto asesinato del ex líder de la OLP, Yasser Arafat. En el 12º aniversario de la muerte de Arafat, Abbas pronunció un provocativo discurso, similar a los discursos supuestamente reveladores reservados para los encuentros con la ONU, cuando se decide intermitentemente si Israel ha superado los límites aceptables en cuanto a la violencia colonialista. Aunque posiblemente espere furor por su declaración de saber quién asesinó a Arafat, es más probable que esta declaración confirme aún más la corrupción de la AP y su colaboración con Israel.
Durante una ceremonia organizada por Fatah en Ramala, Abbas declaró, "Me preguntan quién le asesinó: lo sé, pero mi testimonio por sí solo no es suficiente". Habló también de la investigación en curso acerca del asesinato. "Lo descubrirán a la primera oportunidad, y os sorprenderá cuando sepan quien fue", añadió. La última parte de su comentario fue pueril y sensacionalista, haciendo de su discurso más un cotilleo que una declaración política con la posibilidad de apoyar la memoria palestina.
Dado que tanto el aniversario y la inauguración del Museo de Yasser Arafat ocurrieron en un corto espacio de tiempo, Abbas parece haber intentado mezclar glorificación, recuerdo y oportunidad, aunque en vano. Las exposiciones del museo reflejan un recuerdo selectivo y que tiene un propósito: la vinculación de la lucha anticolonial a una figura histórica y a líderes internacionales como Fidel Castro, cuyo compromiso internacional es permanente, entre otros. La decadencia del liderazgo palestino en la lucha anticolonial a la complacencia diplomática es menos pronunciada, algo que es sinónimo de lo que ha hecho Abbas por Palestina en términos de compromiso diplomático. Entre las exposiciones y la retórica hay una similitud subyacente que se apoya en una putrefacta decadencia, la de sacrificar al pueblo por el recuerdo parcial y su posterior explotación.
La investigación previa de la muerte de Arafat, considerada poco concluyente, seguirá alimentando las especulaciones, particularmente ahora, tras la admisión de Abbas, que sugiere un asesinato. Aún así, es importante recordar que en febrero del 2015, admisiones similares fueron realizadas por Tawfik Tirawi, que fueron consignadas al olvido hasta el siguiente episodio teatral de la AP.
De hecho, la inclinación de Abbás por el olvido puede resumirse en su supuesto razonamiento detrás de la negativa a dar nombres: "No quiero mencionar ningún nombre, ya que estos nombres no merecen ser recordados". Esta declaración no sólo contradice su razonamiento anterior de no divulgar la identidad del supuesto asesino; también es una expresión de descarado desprecio a la importancia de la memoria colectiva de Palestina. Abbas ha intentado dictar la trayectoria de la memoria palestina anulando el derecho colectivo a la expresión y al conocimiento, que constituye una completa aberración de los elementos que sustentan los procesos de memoria en términos de crear historias con hechos históricos y recuerdos. Sin la necesidad de recordar, la historia se convierte en un tema irrelevante.
La memoria de Palestina se ha topado con una serie de obstáculos premeditados e intencionales. El borrado colonial de la memoria palestina fue consolidado por los Acuerdos de Oslo, que revirtieron la lucha anticolonial - o sus restos - con un compromiso permanente con Israel y la comunidad internacional a través del paradigma de los dos Estados. Conmemorar la muerte de Arafat requiere el recuerdo de ambos extremos del espectro si la memoria palestina prospera dentro del espacio confinado que es ahora Palestina, y la extensión colonial opresora encarnada por Abbas.
El líder de la AP ha extendido el fracaso de los Acuerdos de Oslo, arraigando sus ramificaciones hasta el punto de aniquilar la memoria palestina. Como puede deducirse por las noticias recientes, la tendencia a buscar fechas particulares de importancia histórica para hacer una declaración oportunista está precediendo al recuerdo. La misma actitud se mostró acerca de la Declaración Balfour, cuyo dramático centenario ha tomado precedencia sobre las consecuencias del infame documento, dado que la AP no tiene absolutamente ninguna atención de alinearse con la resistencia palestina.
En este caso, Abbas ha explotado el concepto de su supuesto conocimiento y también los restos del recuerdo de Arafat y su relevancia a la memoria colectiva de Palestina, al tiempo que es consciente de la ausencia de un impacto dentro de un marco más amplio, precisamente debida al deterioro de la memoria palestina como un esfuerzo colectivo de Israel y la AP. A pesar de lo mucho que Arafat ha sido glorificado debido a la necesidad política, la verdad es que Palestina ha sido deliberadamente abandonada, y sus símbolos han sido barridos para servir a propósitos temporales. Es por eso que el pueblo y su territorio permanecen abrigados en un espacio donde las realidades del colonialismo y la ocupación están separadas entre sí; por qué no hay voluntad política de discutir si Israel es más una presencia que un Estado; y por qué los diplomáticos siguen distinguiendo entre asentamientos y primeros asentamientos coloniales. Para la AP, Israel y la comunidad internacional; Palestina sólo existe como una discusión abstracta. Por lo tanto, es inconcebible que cualquier información referida al asesinato de Arafat sea apoyada políticamente.
Por lo tanto, divulgar la identidad del supuesto asesino de Arafat proporcionará conocimientos con el fin de llenar un hueco en la historia, pero su impacto en el amplio marco político será, probablemente, menos significativo. Sea lo que sea lo que Abbas intente transmitir, ha instigado otra ruptura en la memoria de Palestina. El actual panorama es que donde el conocimiento relacionado con el supuesto asesinato completará una pieza de memoria asaltada por esfuerzos muchos más traicioneros, que suponen un olvido permanente. Abbas preferiría alienar al pueblo palestino con palabras incongruentes que aparten la atención del hecho de que revelar el nombre del culpable tan sólo completará una historia. Para que esto se incorpore a la memoria palestina, Abbas debe eliminar su discurso hipotético y abstener de influir incluso en las trayectorias de la memoria. Para Palestina, la memoria y el deterioro han realizado un macabro acto de entrelazamiento. Abbas simplemente acelera su extensión.