Las especulaciones sobre lo que va a ocurrir en los próximos meses se han convertido en moneda corriente entre los líderes mundiales y los observadores políticos, ahora que el magnate multimillonario Donald Trump ha emergido triunfante como presidente electo de los EE.UU.
En Israel, por ejemplo, el derechista ministro de Educación, Naftali Bennett realizó unas declaraciones horas después de la victoria de Trump para afirmar la desaparición de la solución de dos Estados para Israel y Palestina. Ya que la mayoría de los observadores realistas creen que esta solución lleva años muerta y enterrada, su declaración no resulta tan impactante, pero lo que dijo a continuación Bennett :"La era de un estado palestino se ha terminado" hizo que las "palomas" políticas (nombre con el que se denomina al sector más moderado del establishment israelí) esbozaran una mueca de dolor.
Sin embargo, ¿podría esto ser un caso de meras ilusiones de Bennett y sus colegas belicistas de Tel Aviv? Ellos y el lobby pro-israelí en Washington quizás estén siendo demasiado prematuros con su alegría por la victoria de Trump. Con Hillary Clinton en la Casa Blanca habría sido un negocio normal para el Estado sionista que, durante los años de Obama, no ha dejado de reventar, cortar, robar y ocupar grandes extensiones de tierra palestina en la Cisjordania ocupada sin la resistencia estadounidense.
¿Gozará Israel de una rienda tan libre bajo Trump? Durante décadas, bajo gobiernos tanto demócratas como republicanos, la máquinaria de guerra sionista se ha comido millones de dólares de los impuestos de Estados Unidos. La mayoría de los votantes estadounidenses ordinarios parece que, si bien no tienen el menor interés o preocupación por los palestinos que viven en Gaza o en Cisjordania, eligieron a Trump porque quieren una vida mejor y mejores perspectivas para ellos y sus familias. Finalmente, parecen haberse dado cuenta de que nada cambiaría mientras la "élite política" corrupta y endogámica permaneciera en el poder, porque los políticos del Capitolio han paralizado prácticamente la toma de decisiones en materia de política interior, en detrimento de las clases blancas empobrecidas en los páramos industriales de Estados Unidos.
No pienses ni por un minuto que soy partidaria de Trump, pero la verdad es que él podría ser el primer presidente de Estados Unidos en lograr cambios reales si toda su campaña sobre gasto e inversión llega a buen término. Comenzará su presidencia en Enero con algo que Barack Obama nunca ha tenido; su partido controlará ambas cámaras del Congreso, la Cámara de Representantes y el Senado, lo que podría hacer que se produzcan cambios de verdad. La existencia de la bahía de Guantánamo no es sólo un monumento a la desatención de América con respecto a los derechos humanos; es también un fuerte recordatorio de la impotencia de Obama como presidente.
Trump nunca ha ocupado cargos públicos, pero es un astuto hombre de negocios que sabe cómo hacer dinero rápido y él es, obviamente, alguien que exige resultados a cambio de su dinero; éste fue un tema constante durante su campaña electoral no convencional. Uno de sus objetivos en este sentido es la OTAN, que calificó de "obsoleta". En una entrevista con ABC News a principios de este año, dijo: "La OTAN se hizo en un momento en que tenías a la Unión Soviética, que era obviamente más grande, mucho más grande de lo que Rusia es hoy. Y lo que estoy diciendo es que nosotors pagamos una proporción totalmente desproporcionada de la OTAN. La mayor parte de la alianza es pagada por nosotros, de forma totalmente desproporcionada respecto a otros países. Y si nos fijamos en Ucrania, somos los que siempre luchamos en Ucrania. Nunca escucho que otros países participen, mientras nosotros estamos luchando constantemente. Estamos siempre hablando de Ucrania, "salir, hacer esto, hacer lo otro". Y creo que Ucrania está muy lejos de nosotros."
Para ser exactos, Ucrania está a 9.153 kilómetros de los Estados Unidos, mientras que el Estado de Israel está a 10.882 kilómetros, más lejos, y probablemente cueste mucho al contribuyente estadounidense, mucho más que los meros arreglos ocasionales de Ucrania. En términos estrictamente comerciales, respaldar a Israel es una mala inversión y no creo que pase demasiado tiempo antes de que Trump se dé cuenta de que subsidiar un pedazo de tierra, apenas del tamaño de una reserva de caza sudafricana, no ofrece una buena relación calidad-precio.
Desde 1992, Estados Unidos ha ofrecido a Israel 2.000 millones de dólares en garantías de préstamos cada año, con investigadores del Congreso revelando que entre 1974 y 1989, 16.400 millones de dólares en préstamos militares de Estados Unidos terminaron por convertirse realmente en donaciones. Además, todos los préstamos estadounidenses anteriores a Israel han sido anulados por el Congreso, lo que explica la audacia de Israel de que nunca ha incumplido un préstamo del gobierno de los Estados Unidos. Este tipo de broma burlona a costa de los contribuyentes estadounidenses es un ejemplo de la chutzpah (desfachatez, en hebreo) de los círculos ministeriales de Tel Aviv.
A diferencia de otros países, que reciben la ayuda americana en cuotas trimestrales, la ayuda financiera a Israel desde 1982 se ha venido ingresando como una suma global al comienzo del año fiscal, dejando al gobierno de los EE.UU teniendo que pedir préstamos en espera de los beneficios. Increíblemente, Israel incluso recibe parte de este dinero a través de su participación en letras del Tesoro público estadounidense y cobrando el interés adicional. Más chutzpah y más dólares estadounidenses gastados por Israel.
Si el equipo de Hacienda de Trump comienza realmente a escavar también descubrirá que, además, Israel también se lleva más de 1.500 millones de dólares en fondos privados estadounidenses cada año; mil millones en donaciones deducibles de impuestos privados y 500 millones en bonos israelíes. La facilidad para que los ciudadanos estadounidenses realicen contribuciones deducibles de impuestos que benefician a un gobierno extranjero, hecho posible a través de varias organizaciones benéficas judías, no está disponible para ningún otro país, excepto Israel. Estas cifras no incluyen los préstamos comerciales a corto y largo plazo de los bancos de los Estados Unidos, que han alcanzado los 1.000 millones de dólares anuales en los últimos años.
Según el Informe de Washington sobre Oriente Medio del pasado mes de Mayo, el paquete total de ayuda estadounidense al Estado sionista constituye alrededor de un tercio del presupuesto total de asistencia externa de Estados Unidos, a pesar de que Israel sólo representa el 0,001% de la población mundial, y es el decimosexto país más rico del mundo.
En 1994, Yossi Beilen, entonces viceministra de Relaciones Exteriores y miembro de la Knesset, pidió a la Organización Internacional de Mujeres Sionistas: "Si nuestra situación económica es mejor que en muchos de vuestros países, ¿cómo podemos seguir pidiendo su caridad?". Esa es, de hecho, una cuestión que debería causar indignación entre los empobrecidos núcleos de los votantes de Trump.
A principios de este año, el presidente electo Trump dijo que él sería "muy bueno para Israel" e incluso anunció que estaba cerca del judaísmo. Durante la campaña electoral, sin embargo, expuso su total ignorancia sobre la fe judía; de hecho, algunos de sus comentarios bordeaban el antisemitismo. Además, expuso regularmente su completa ignorancia sobre Oriente Medio.
El miércoles, Haaretz publicó un artículo brutal dando seis razones por las que Trump sería un desastre para los judíos estadounidenses, Israel y Oriente Medio. Además de ser incapaz de distinguir la diferencia entre Hamás y Hezbollah, y su retórica antisemita al dirigirse a la Coalición Judía Republicana el pasado mes de diciembre, fue acusado de hacer el trabajo sucio de propaganda de Daesh explotando el miedo al terrorismo y aumentando el sentimiento anti-musulmán en EE.UU.
En su columna semanal en Haaretz, Alexander Griffing aseguró que teme que Trump "subcontrate la política de Oriente Medio a Putin", ya que su "nuevo enfoque de política exterior se basa en que los Estados Unidos hagan buenos tratos y reciban algo a cambio de su protección o intervención en el extranjero. Esto pondría fin a que los Estados Unidos tuvieran que hacer el resto del trabajo del mundo por ellos mismos. Este enfoque está bastante lejos de las conocidas tradiciones americanas de la política neoconservadora o liberal intervencionista. Como parte de este enfoque de "los Intereses de EE.UU. primero", ha pedido regularmente que se deje a Putin, Assad e ISIS [Daesh] luchar en Siria".
Si esto sucede, y es una propuesta que ha sido bien recibida por los votantes de Trump, Irán y Hezbollah reforzarían su posición en las puertas de Israel con la ausencia de presencia militar estadounidense en la región. El enfoque de Trump, según sus partidarios, es que "volverá a hacer grande a América otra vez" y eso podría significar cortar el drenaje financiero masivo hacia el Estado de Israel, que es claramente insaciable.
Tampoco estoy convencida de que Trump traslade la embajada de EE.UU. de Tel Aviv a Jerusalén; Ningún país en el mundo reconoce la anexión ilegal de Israel de la Ciudad Santa, de la que afirma que es su capital. La propuesta de Trump de que Jerusalén debería ser la capital de Israel fue realizada en el contexto de su batalla con su compañero republicano Ted Cruz, quien tiene un fuerte apoyo cristiano evangélico; En Estados Unidos esto también significa que es un sionista fiel, por lo que Trump tuvo que superar el compromiso de su oponente con la ideología fundacional de Israel. Cruz está desaparecido desde hace tiempo, y con él, sospecho que también muchas de las promesas electorales de Trump. Su actitud ofensiva hacia la OTAN también revela que él siente poco o ningún apego sentimental a los aliados tradicionales de EE.UU, algo que podría incluir a Israel.
Mientras el mundo se prepara para la llegada del presidente Donald Trump en 70 días, la situación para los palestinos aún está en el filo de la navaja. La única certeza es que bajo la presidencia de Hillary Clinton nada habría cambiado para mejorar su situación y la política exterior de Estados Unidos habría seguido siendo la misma; totalmente pro-Israel.
La prioridad de Trump es centrarse en los intereses de Estados Unidos, en torno a los asuntos internos y la economía nacional, porque sabe que no hay apetito público por la continua participación militar estadounidense en Oriente Medio y que la retirada de Estados Unidos de la región podría verse, a largo plazo, como algo que no estaría tan mal. Lamentablemente, los principales beneficiarios de esto serán los dictadores que ya están en el poder y que no tienen interés en la democracia o los derechos humanos.
Si yo estuviera sentado en Gaza o en Ramala empezaría ahora mismo a hacer propuestas a Rusia, China, India y Europa. La llegada de Trump sin duda supondrá un cambio en el tablero de juego, pero las celebraciones de Tel Aviv por su victoria pueden ser demasiado intempestivas. Mi consejo a los israelíes es simple: "Ten cuidado con lo que deseas."