La última legislación israelí, que pretende prohibir la llamada a la oración musulmana en Jerusalén, ha unido a los palestinos - tanto musulmanes como cristianos - en una resistencia colectiva. En los últimos días, se ha producido un desafío gradual en protesta hacia la medida discriminatoria, incluyendo a varias iglesias recitando la llamada a la oración y a los palestinos gritándola desde sus tejados. Las autoridades dieron varias excusas para la legislación, incluyendo preocupación por la seguridad - sí, en serio - y "contaminación acústica".
Tal vez la declaración más sucinta en cuanto a la legislación fue la de la diputada de la Knesset Haneen Zoabi, citada por Al-Jazeera: "El problema no es el sonido en sus oídos, sino el sonido en su mente. Lo que les perturba tanto es el sonido de la presencia palestina en su propia tierra".
En la superficie, el problema podría enmarcarse como una restricción de la práctica religiosa. Hace dos años, durante la llamada Operación Margen Protector, Israel destruyó un tercio de las mezquitas de Gaza. La mezquita de Al-Aqsa, en la Ciudad Vieja de Jerusalén, también ha sido durante mucho tiempo del Estado israelí y escenario para la agitación de los ocupadores, a su vez, el primer ministro Benjamin Netanyahu aprobó una legislación opresora y provocativa contra la resistencia palestina. Dado que Israel aún no ha conseguido colonizar Jerusalén por completo, a pesar de sus esfuerzos por sionizar la ciudad, la estrategia es alargar el concepto de opresión como una obligación legal. Mientras es obvio que prohibir la llamada a la oración no es un paso discriminatorio aislado de Israel, ha habido pocas discusiones en cuanto al actual proyecto de ley a la incitación anterior en Jerusalén.
Durante un mitin celebrado en Gaza que combinaba tanto la oposición a la prohibición como el apoyo a la resistencia palestina; Yousef Al-Sharafi, de Hamás, miembro del Consejo Legislativo Palestino; habría dicho que continuar la intifada en Jerusalén puede acabar con "la ocupación" y sus violaciones. El Times of Israel citó parcialmente una declaración del líder de Hamás, Khaled Meshaal, acerca del asunto: "Lo que la ocupación estatal de Israel está haciendo en la mezquita de Al-Aqsa, además de evitar la llamada a la oración en Jerusalén; es jugar con fuego".
Mientras tanto, el presidente de la Autoridad Palestina, Mahmoud Abbas, parece estar buscando el centro de atención internacional otra vez al plantear el tema en el Consejo de Seguridad de la ONU.
En lo que respecta a mantener una narrativa coherente, Hamás ha hecho bien en negarse a aislar el proyecto de ley de las violaciones previas de Israel y el comienzo de la intifada de Jerusalén el año pasado. Aún así, la tendencia de la glorificación ha eclipsado la necesidad de una estrategia organizada, lo que hace que las afirmaciones del movimiento de que la intifada puede acabar con la ocupación militar de Israel sean algo bastante debatible. Una breve recapitulación de los esfuerzos colectivos del pasado año de resistir el terror estatal y colonizar demuestra que no hay ninguna involucración consistente de grupos de resistencia palestinos, aparte de compromisos desconectados de ayuda que se evaporaron tan pronto como se pronunciaron. La propia falta de organización propició que la resistencia iniciada en Al-Aqsa pudiese ser clasificada como una intifada, demostrando aún más que los grupos de resistencia se distancian cada vez más de las acciones del pueblo. Al mismo tiempo, hubo un aumento en los esfuerzos por mantener la descripción de "intifada", posiblemente porque provocó un reconocimiento en la memoria de la resistencia.
Dicho esto, los movimientos de la resistencia harían bien en analizar sus aportaciones actuales, o la falta de ellas, en un momento en el que Israel está excediendo su depravación en la eliminación de todo lo palestino. Hay una posibilidad muy remota de una movilización estructurada de los palestinos debido a las amplias ramificaciones de la opresión y violencia coloniales, así como la carga añadida de no tener un líder en el que confiar. Los movimientos de la resistencia, por otro lado, cuentan con un nivel ligeramente mayor de aserción, aunque parece que la disociación también está empezando a prosperar, con el resultado de que lo que queda de Palestina acabe en un trágico epílogo.