No cabe duda de que la condena oficial del viernes por parte del Consejo de Seguridad de la ONU contra Israel fue un acontecimiento importante y notable.
Es cierto que las principales cámaras de las Naciones Unidas (el Consejo de Seguridad y la Asamblea General) y sus diversas instituciones, desde la Corte Internacional de Justicia hasta la agencia cultural de la ONU, la UNESCO, han condenado en repetidas ocasiones la ocupación israelí, los asentamientos judíos ilegales y los malos tratos que sufren los palestinos en los territorios ocupados.
De hecho, en comparación con la resolución 2334 del pasado 23 de diciembre, las anteriores condenas de la ONU eran mucho más fuertes en sus términos, ya que algunas de ellas no sólo exigían un cese inmediato de la construcción ilegal de asentamientos judíos, sino también la demolición de los asentamientos actualmente existentes.
Actualmente, hay hasta 196 asentamientos ilegales en las tierras palestinas ocupadas, además de cientos de puestos avanzados, es decir, embriones de futuros asentamientos. Estos asentamientos albergan una población de hasta 600.000 colonos judíos, que fueron trasladados allí en violación del derecho internacional y, en particular, de la IV Convención de Ginebra.
Pero, entonces, ¿qué es lo que hace tan importante esta resolución en particular?
En primer lugar, es la primera vez que los Estados Unidos no vetaron la resolución ni amenazaron con usar su poder de veto; ni siquiera presionaron con seriedad como han hecho a menudo, para suavizar el texto de antemano.
En segundo lugar, es la primera condena clara y firme que recibe Israel por parte del Consejo de Seguridad de la ONU en casi ocho años, prácticamente la totalidad de la duración de los dos mandatos del presidente Barack Obama.
En tercer lugar, la votación tuvo lugar a pesar de la extraordinaria presión israelí sobre la actual administración estadounidense, sobre la próxima administración de Donald Trump y la exitosa presión ejercida sobre el presidente egipcio Abdul Fattah Al-Sisi. De hecho, Egipto retrasó la votación, que estaba programada para un día antes. Finalmente, los países patrocinadores de la iniciativa, Nueva Zelanda, Senegal, Malasia y Venezuela consiguieron celebrarla un día después de lo previsto.
Sin lugar a dudas, la resolución de las Naciones Unidas -como todas las demás- sigue siendo simbólica mientras no existan mecanismos prácticos para garantizar el cumplimiento del derecho internacional.
No sólo Israel no respetará la voluntad de las Naciones Unidas sino que, de hecho, ya está acelerando sus actividades de construcción de asentamientos en la zona de Jerusalén, desafiando esa voluntad.
Mientras los miembros del Consejo de Seguridad se preparaban para la votación sobre la "invalidez legal" de los asentamientos judíos, el municipio de Jerusalén anunciaba que se construirán 300 viviendas en los asentamientos ilegales de Ramat Shlomo, Ramot y Bit Hanina.
La Autoridad Nacional Palestina, por su parte, ya está celebrando otra "victoria" simbólica, que se vende fácilmente a los palestinos alienados como un paso importante hacia su libertad y su estado independiente.
La resolución de la ONU se inscribe, de hecho, en la línea de asegurar que la ilusión de la solución de los dos Estados se perpetúe más, lo cual es todo lo que el liderazgo de Mahmoud Abbas ha necesitado para seguir presionando por un espejismo inalcanzable.
Con todo esto en mente, hay una lección - y valiosa - que debemos aprender en este momento: sin el respaldo estadounidense, Israel, con todas sus fuerzas, es bastante vulnerable y se encuentra aislado en el ámbito internacional.
El resultado de la votación fue bastante revelador: 14 miembros del Consejo de Seguridad votaron "sí", mientras que Estados Unidos se abstuvo. La votación fue seguida por un fenómeno extraño en este tipo de reuniones: un aplauso sostenido, en el que países que apenas se ponen de acuerdo en nada, estuvieron plenamente de acuerdo sobre la justicia de las aspiraciones palestinas y el rechazo de las prácticas israelíes.
Piense en esto por un momento: los esfuerzos implacables de Israel y Estados Unidos para intimidar, coaccionar y sobornar a los miembros de la ONU, para marginar a la comunidad internacional del conflicto israelí-palestino, están fallando completamente.
Todo lo que se necesita es una simple abstención estadounidense de la votación para exponer el sólido consenso internacional sobre las acciones ilegales de Israel en Palestina.
En una señal emblemática de esperanza, el voto pone fin al año 2016, que ha sido particularmente duro para los palestinos. Cientos de palestinos fueron asesinados durante este año en enfrentamientos en Jerusalén, Cisjordania y Gaza; cientos de hogares han sido parcial o totalmente demolidos y dañados; miles de hectáreas de tierra han sido confiscadas por Israel, e incontables olivos han sido arrancados.
El próximo año no promete ser mucho más amable, ya que la nueva administración estadounidense de Trump exhibe todos los signos que sugieren que el apoyo estadounidense a Israel se mantendrá firme, cuando no dará un giro aún más oscuro.
Ciertamente, el nombramiento del defensor de la línea dura pro-asentamientos David Friedman como nuevo embajador de EE.UU. en Israel trae consigo perspectivas aterradoras.
Friedman y sus semejantes no tienen en cuenta el derecho internacional ni ningún respeto por la actual política exterior estadounidense en relación con la ocupación israelí, la ilegalidad de los asentamientos (considerados un "obstáculo para la paz" por varias administraciones norteamericanas) y están ansiosos por trasladar la embajada de Estados Unidos de Tel Aviv a Jerusalén.
Todo esto muestra un escenario bastante desolador, y la resolución recién aprobada no debe hacernos caer en la ilusión de que las cosas están cambiando.
Sin embargo, hay esperanza.
La resolución es una afirmación adicional de que la comunidad internacional está incondicionalmente del lado de los palestinos y, a pesar de todos los fracasos del pasado, sigue abogando por el respeto del derecho internacional.
Este recordatorio tiene lugar en un momento en que el movimiento de Boicot, Desinversiones y Sanciones (BDS, por sus siglas en inglés) está cobrando cada vez más fuerza, galvanizando a las sociedades civiles, campus y sindicatos de todo el mundo para que tomen una postura contra la ocupación israelí.
Si bien los derechos de los palestinos no se encuentran en absoluto en el radar de los intereses de la política exterior estadounidense (que considera que su fuerte alianza con Israel es mucho más importante que las necesidades de los países árabes disgregados), los palestinos aún pueden forjar una nueva estrategia sostenida en el fuerte apoyo que siguen recibiendo por parte del resto del mundo.
Israel puede ser culpado por muchas razones, pero los palestinos también merecen gran parte de la culpa por su propia desunión, luchas internas y corrupción.
No deben esperar que sus esfuerzos, por más sinceros que sean, den como resultado derechos y liberación cuando son incapaces de formar un frente unido.
Esto debería hacerse revisando la Organización de Liberación de Palestina (OLP) y llevando a todas las facciones palestinas bajo una sola plataforma que satisfaga las aspiraciones de todos los palestinos, los de casa y los que están en la "shattat" (diáspora).
La dirección política palestina necesita entender que la era del ineficaz liderazgo estadounidense ha terminado. Ya no se tratará más de hablar de planes de paz y proyectos de cooperación a la Autoridad Palestina, mientras a la vez se financia al ejército israelí y se apoya a Israel políticamente. La siguiente administración de EE.UU. será la administración pro-israelí, absolutamente.
Esta puede ser la claridad que los palestinos necesitan para entender que la mendicidad y la súplica en busca de la compasión americana ya no serán suficientes.
Si un liderazgo palestino unido no aprovecha la oportunidad y recupera la iniciativa en 2017, todos los palestinos sufrirán las consecuencias.
Es hora de alejarse de Washington y abrazar al resto del mundo.