El intento de última hora del gobierno de Obama de rescatar la “solución de los dos Estados” sólo ha afectado a los defensores más radicales del irredentismo israelí, mientras que el próximo gobierno de Trump ha prometido dar prácticamente carta banca a Israel. Pero esto aún puede cambiar.
Según varios consejeros de Obama, la decisión de abstenerse y no vetar la resolución 2334 del Consejo de Seguridad de la ONU – que expresa una “gran preocupación” acerca de la continua construcción de asentamientos israelíes legales en la Cisjordania ocupada – fue provocada por la frustración del gobierno de Obama por el aparente rechazo del gobierno de Netanyahu hacia la solución de doble Estado que quiere conseguir EEUU. Además, Netanyahu también repulsó a otros cuantos miembros del Consejo de Seguridad.
En otras palabras, según Kerry, con cada nuevo asentamiento que se construye en Cisjordania, la posibilidad de una solución de dos Estados parece más imposible, e Israel avanza un paso más hacia la formalización de su régimen de apartheid, en el que ambos pueblos coexisten por separado y desigualmente dentro de las fronteras de un mismo Estado. El Secretario de Estado John Kerry dio un discurso el día 28 de diciembre en el que explicó las preocupaciones de la Casa Blanca. “El status quo apunta a una ocupación perpetua y a la existencia de un solo Estado, pero la mayoría de la sociedad o lo ignora o se ha rendido y cree que no se puede hacer nada para cambiar la situación. Debido a esta resignación, el problema sólo puede empeorar, el riesgo aumenta y las opciones se reducen.”
Sin embargo, en lugar de prestar atención a estas advertencias, el gobierno de Benyamin “Bibi” Netanyahu atacó de nuevo al gobierno de Obama, ignorando las críticas estructuradas que hiciesen referencia a la fe de Israel en su propia excepcionalidad, y a su vez pasando por alto la realidad de la situación. Además, en una conversación en Twitter con el presidente electo Donald Trump, Netanyahu declaró que estaba preparado para recibir la nueva era de “amistad” y “apoyo a Israel”.
El efecto Trump
Pero, ¿qué va a suponer realmente la presidencia de Trump para Israel y Palestina? Puede que la retórica grandilocuente y las acciones de Trump – o de su embajador entusiasta pro-asentamientos – hayan destruido la esperanza de los palestinos para un Estado independiente. Pero esto supone que ya exista una creencia popular en un futuro Estado palestino independiente que pueda destruirse y, como muestran las encuestas, esta expectativa no existe: dos tercios de la población palestina no ven viable la solución de doble Estado.
Pero otro peligro amenaza al Primer Ministro de Israel. Y es que, durante la 45ª presidencia, Netanyahu ya no podrá jugar el rol de forastero populista que defiende a Israel contra el mundo. De hecho, incluso allá por 1996, el ascenso original de Bibi al gobierno fue resultado de una dura campaña en contra de los principios del proceso de paz, que el describió como una traición perpetrada por la élite de aquel entonces.
Bibi se benefició de las disputas con Estados Unidos
En el gobierno, Bibi reforzó sus credenciales como campeón de Israel al asumir al presidente estadounidense Bill Clinton y bloquear sus negociaciones con los palestinos. La terquedad de Netanyahu – a pesar de un gran apoyo de EEUU al Estado de Israel antes y durante las negociaciones – frustró a la Casa Blanca, tanto que se dice que Clinton preguntó “¿Quién coj**** se cree que es? ¿Aquí cuál es la pu** superpotencia?” tras una reunión en 1996.
Netanyahu llegó incluso a presumir de su habilidad para manejar al público americano cuando fue pillado por una cámara en 2001 (la grabación se hizo pública en 2010) hablando de su habilidad para “manipular fácilmente” la única superpotencia del mundo y acabar con el proceso de paz.
Si bien Bibi perdió contra Obama, – sobre todo en relación al acuerdo nuclear con Irán – consiguió aprovechar su hiperbólica indignación con el presidente de EEUU en el mayor envío de ayuda militar entre ambos países, mientras que, al mismo tiempo, se ganó el rechazo de Obama tras su apretada victoria electoral en 2015.
Pero con un gobierno de Trump no será tan fácil para Netanyahu arrebatarle el poder a la mano dominante del mayor benefactor de su país, y esto podría, potencialmente - si no se considera que Bibi esté sacando la suficiente ventaja de esta oportunidad promoviendo un proyecto de derechas pro-asentamientos – que una o varias figuras aún más nacionalistas de su propio gabinete superen al primer ministro.
Aunque, por ahora, Netanyahu puede disfrutar de su momento. Su reacción exagerada ante la solución del Consejo de Seguridad de la ONU y la retórica de un presidente casi patético ha desviado, con éxito, la atención de sus problemas nacionales – que incluyen una investigación por corrupción – y puede disfrutar de la aparente edad de oro que se aproxima bajo el mandato del presidente y hombre de negocios, Donald Trump.
Pero Bibi no debe ponerse demasiado cómodo. Sin la Casa Blanca a su favor, ya no podrá jugar sus cartas.
Este artículo fue publicado originalmente por el periódico "The I'Newspaper", el martes 3 de enero.