Deir Yassin era un pequeño pueblo palestino con una población de unos 750.000 árabes palestinos. Su destino fue ser elegido por las fuerzas sionistas como modelo del crimen que las caracteriza, especialmente el grupo Irgun, liderado por Menachem Begin, y el grupo Stern, por Yitzhak Shamir (ambos dirigieron gobiernos israelíes). También, el destino de esta localidad, fue la manera de emitir un claro mensaje a los palestinos del resto de pueblos y territorios destinados al establecimiento del Estado judío.
Reino Unido había anunciado su intención de acabar con su mandato en Palestina el 14 de mayo de 1948 y, por lo tanto, al amanecer del 9 de abril de 1948, los grupos sionistas atacaron el pueblo y cometieron una terrible masacre, controlaron el pueblo después de eliminar a todos sus habitantes palestinos; y lo convirtieron en un asentamiento sionista. El mensaje estaba claro para todos los propietarios desarmados del territorio palestino: cuando el Estado sionista esté establecido, tendrán que elegir entre el genocidio o sobrevivir emigrando de su tierra y de su hogar.
Ese el verdadero comienzo del desalojo colectivo forzado de palestinos, lo que es conocido como la Diáspora Palestina, y lo que les convirtió en refugiados tras el establecimiento del Estado de Israel el 15 de mayo de 1948, seguido de una defensa militar árabe y la firma de acuerdos de paz con el Estado enemigo. Todos estos grandes eventos llevaron a los árabes a llamar a lo sucedido Nabka, una catástrofe, que produjo el desplazamiento de entre 650.000 y 750.000 palestinos. Fue el comienzo de la Nabka de Palestina, caracterizada por el establecimiento del Estado sionista, que acoge a casi 650.000 inmigrantes “judíos” de todo el mundo.
Jordania anexionó Cisjordania y se convirtió en parte del Reino Hachemita de Jordania; y la Franja de Gaza quedó bajo el gobierno de Egipto. Los palestinos que acabaron en campos de refugiados se encontraban bajo la supervisión de la ONU gracias a la Resolución 194, que pedía el establecimiento de la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en Oriente Próximo (UNRWA). Esta se especializa en ayudar a refugiados de las cinco zonas principales: Cisjordania, la Franja de Gaza, Jordania del Este, Líbano y Siria. La Resolución confirmaba el derecho de los palestinos a regresar a sus hogares, o de aceptar una indemnización cuando se resolviese el conflicto.
Esto es, en resumen, la historia de los refugiados palestinos y UNRWA, que aún existe casi 70 años después de aprobar la Resolución 194. La cifra de refugiados palestinos ha aumentado de unos 700.000 a más de cinco millones. UNRWA se responsabiliza de emitir sus documentos, registrarlos en los registros oficiales para confirmar su identidad y proporcionarles servicios de subsistencia, educación, salud, y demás. Lo más importante es que la presencia de UNRWA es una confirmación de la Resolución 194; confirma el derecho de los propietarios de tierras palestinas a regresar, por muy difícil que parezca.
Volver al problema de los refugiados palestinos y UNRWA supone una cuestión clave que parece estar ausente; ¿qué pasa con los nuevos refugiados árabes? ¿Hay alguien que los registre? ¿Hay alguien responsable de ayudarles? ¿Quién garantiza la preservación de su identidad y la de sus hijos? Hay decenas de preguntas en cuanto a este problema, y a nadie le importa lo serias que son estas cuestiones, especialmente porque nos enfrentamos a un desalojo interno y externo sin precedentes de millones de familias árabes.
Tal vez Siria sea el ejemplo más obvio de que hay muchas naciones que luchan y están involucradas en la guerra que se está produciendo en áreas residenciales, que no distinguen entre personal armado del ejército y ciudadanos desarmados. Hasta ahora, estas guerras han destruido ciudades enteras.
El caso de Siria, el conflicto árabe más prominente, ha experimentado desalojos colectivos forzados debido a bombardeos, asesinatos en masa y masacres. Por otra parte, existen facciones armadas de la oposición siria apoyadas directamente por fuerzas regionales y, recientemente, por Turquía. Además de estas fuerzas y facciones armadas enfrentaras, otros grupos han entrado en activo en Siria. Son grupos con ideologías extremistas, en especial Daesh y el Frente de Al-Nusra.
Según datos de Amnistía Internacional del pasado febrero, hay cerca de cinco millones de refugiados sirios, casi tres millones sólo en Turquía, seguida de Líbano (casi un millón), Jordania (700.000), Irak (230.000) y Egipto (cerca de 120.000). Estas cifras podrían ser inferiores al número real, especialmente si añadimos los cientos de miles de refugiados que huyeron a Europa o América. La mayoría de ellos no encuentran otro refugio que no sea un campamento de refugiados.
¿Necesitamos una nueva UNRWA que ayude a estos nuevos refugiados árabes y proteja sus derechos? Si es así, ¿en quién se puede confiar a la hora de crear tal agencia, a falta de la ONU? La ONU dejó que las potencias internacionales controlasen conflictos similares a lo sucedido hace poco, cuando Rusia y Turquía acordaron un alto el fuego en Siria, y decidieron celebrar una conferencia para que negociasen todas las partes en Kazakh, capital de Astana, lejos de la sede de la ONU.
¿Dejamos el destino de los refugiados en manos de estas potencias? ¿Jugará un papel importante la Liga Árabe – que nadie cree que sepa exactamente qué hace, a pesar de su enorme potencial – a la hora de resolver esta catástrofe árabe, una segunda Nakba? ¿Quién puede garantizar que los millones de nuevos refugiados puedan regresar a sus hogares en sus pueblos y ciudades en un futuro cercano o lejano? ¿O será su destino similar al de millones de antiguos refugiados árabes (palestinos), y terminarán pasando su vida en campos de refugiados mientras agarran las llaves de su hogar para dársela a sus hijos, mientras su caso se convierte en uno de los llamados casos de solución del “estatus final”?
Hay muchas preguntas, pero pocas respuestas. Por supuesto, no se trata de un caso de refugiados, y no debería serlo. Es un caso de pueblos maltratados por regímenes autoritarios. Deben luchar por recuperar su libertad e imponer su voluntad. Sólo entonces dejará de haber refugiados o personas desalojadas que necesiten una nueva UNRWA que les ayude, sino más bien un pueblo árabe libre y digno que viva en su territorio.
Traducido, con ediciones, de Al-Araby Al-Jadeed, 5 de enero de 2017.