Las recientes y frecuentes visitas a Argelia del líder del Partido Ennahda de Túnez, Rachid Ghannouchi, para reunirse con el Presidente Abdelaziz Bouteflika, envían una serie de señales importantes que no pueden ser ignoradas. Tales reuniones no son ni rutinarias ni protocolarias. Si observamos las circunstancias que rodean la recepción de Ghannouchi por Bouteflika en tantas ocasiones, queda claro que todas esas visitas siguen acontecimientos o movimientos que requieren enviar mensajes claros a actores políticos específicos.
Ghannouchi visitó al presidente argelino tras la escalada de los ataques terroristas en Túnez y de nuevo, después de que algunas personas se sintieran incómodas al estar cerca de Abdel Fattah Al-Sisi, por lo que comenzaron a abogar por la réplica del golpe egipcio en Túnez. Los dos se reunieron también tras el intento de golpe de Estado contra la democracia tunecina por parte de activistas internos apoyados por actores extranjeros que pretendían llevar a Túnez a un conflicto, lo que habría tenido repercusiones significativas en la vecina Argelia. Se reunieron de nuevo tras los signos de un acercamiento entre Francia y una sección de la élite tunecina de los que estaban en el poder. También se dió la visita que siguió a las señales de que Washington estaba estrechando lazos con Mohsen Marzouk, uno de los más feroces opositores de Ennahda.
La visita más reciente de Ghannouchi se produjo después de los movimientos de algunos tunecinos para involucrar a los Emiratos Árabes Unidos en los asuntos internos de Túnez y los intentos de algunos funcionarios dentro de las estructuras estatales de dar a Egipto un mayor papel en la resolución de la crisis libia mediante el apoyo incondicional al general Khalifa Haftar, respaldado por el ejército egipcio.
Por lo tanto, los encuentros de Ghannouchi con los líderes argelinos pueden clasificarse como una búsqueda de soluciones urgentes a corto plazo y alternativas a largo plazo. Argelia considera a Ennahda como el jugador más equilibrado y serio en la escena tunecina. Los funcionarios ven al partido como el más confiable en términos de sus políticas y no lo perciben propenso a cambiar sus posiciones de manera impredecible. Por lo tanto, para Argelia, Ennahda es un baluarte contra el caos y un elemento disuasorio para aquellas fuerzas que buscan saltar a los brazos de Estados extranjeros o que apuestan por el éxito de grandes potencias regionales cuyos objetivos son incompatibles con los de Túnez y Argelia.
En términos de alternativas a largo plazo, lo que está claro es que dar a Ghannouchi una bienvenida tan destacada tiene un objetivo claro y es enviar un mensaje fuerte a las fuerzas radicalmente excluyentes que quieren ver una política de tierra quemada en Túnez, basada en aplastar a sus enemigos ideológicos como una manera de ganar el poder y obtener financiación extranjera. Aquellos que están familiarizados con la política argelina conocen el peso de Ahmed Ouyahia y Abdelkader Messahel, y lo que significa la recepción de Ghannouchi por Bouteflika en presencia de Ouyahia (apodado el "Putin de Argelia") y Messahel, arquitecto clave de las relaciones de Argelia con sus vecinos magrebíes, árabes y africanos. Esta recepción más que oficial, que suele reservarse a los jefes de Estado, confirma que Argelia está apostando por un fuerte e influyente Ghannouchi en Túnez y está deseando ver al veterano activista en una posición de primer nivel o como uno de los principales patrocinadores del próximo presidente.
En el contexto actual, los mensajes que Argelia está enviando no están dirigidos al actual presidente de Túnez, Beji Caid Essebsi, sino a aquellos que trabajan entre bastidores para construir un respaldo externo capaz de llevarlos al poder. Esta medida indica que Argel quiere ejercer influencia en la selección del próximo residente del palacio presidencial de Túnez. Con esto, pretende quitarles la alfombra de bienvenida a los franceses, que pretenden por su parte ser la fuerza dominante en las elecciones de Túnez, de acuerdo con sus intereses y preferencias. El movimiento argelino también sitúa a Washington en el patio trasero, el cual parece estar apostando cada vez más por un caballo perdedor en Túnez.
El gobierno en Argelia negocia con Ennahda entendiéndola como la fuerza principal en Túnez, viendo a otros partidos políticos como creaciones débiles y artificiales, cultivadas a través del dinero y los medios de comunicación, pero sin programas políticos ni profundidad intelectual. Las dificultades de Argelia para comunicarse con los partidos ideológicos tunecinos que todavía están atrapados en los años sesenta también hacen de Ennahda su interlocutor preferido y un puente entre Argel y Túnez. La relación del primero con Mohsen Marzouk, en particular, es abiertamente hostil, y está claro que si llegara al poder, esto marcaría una tensión significativa en la relación entre Túnez y su vecino más grande. Los intentos de algunos partidos de izquierda tunecinos dentro de la alianza del Frente Popular para abrirse al Sáhara Occidental con la esperanza de que esto les ganara el favor de Argelia encontraron poca respuesta, además provocaron a Marruecos.
Los cálculos sobre Argelia están indudablemente influenciados por los resultados de Ennahda en las elecciones de octubre de 2011, así como por su posición como partido más grande del parlamento en un sistema político que se ve afectado por la inestabilidad. Sin embargo, los dirigentes argelinos tienen cuidado de no marginar al representante oficial del Estado tunecino. Justo antes de la visita de Ghannouchi, el Presidente Essebsi fue recibido en Argel, al igual que el Primer Ministro Youssef Chahed. Argelia no pasa por alto los canales oficiales de poder, pero tampoco se apoya plenamente en ellos. Ha elegido claramente tratar con Ennahda como una válvula de seguridad en su relación con Túnez, manteniendo al mismo tiempo relaciones distantes y frescas con todas las otras partes tunecinas.
Traducido de Babnet, 23 de enenro de 2017.