Para Fuad Sharef y su familia, la tortuosa prueba de ir de Irak a Nashville, una pequeña localidad en el Estado de Tennessee, se prolongaba más de una semana desde su comienzo.
Este ex subcontratista de una agencia de desarrollo estadounidense, su esposa y sus tres hijos aterrizaron en Nueva York el domingo por la tarde en su segundo intento de llegar a los Estados Unidos para comenzar la nueva vida que tanto deseaban.
"Estamos muy contentos de estar aquí", fueron las primeras palabras de Sharef en el aeropuerto internacional John F. Kennedy. "Hacía mucho tiempo que queríamos llegar".
La familia Sharef ha sido una de las muchas que han soportado más de una semana de incertidumbre después de que el presidente Donald Trump firmara una prohibición de 90 días para que los ciudadanos de Irak, Irán, Libia, Somalia, Sudán, Siria y Yemen no puedan entrar a Estados Unidos por motivos de seguridad nacional.
Al igual que la familia Sharef, muchos de ellos aprovecharon la decisión de un juez de Seattle el viernes, suspendiendo efectivamente la orden ejecutiva hasta al menos el lunes, para completar su viaje interrumpido.
Alrededor de una semana antes, se prohibió a los Sharef embarcar en un vuelo a través de El Cairo después de que Trump emitiera la orden, que también incluía una prohibición de 120 días para todos los refugiados.
Pero horas después de la decisión del juez el viernes, tomaron uno de los primeros aviones de Erbil, la capital de la región kurda en el norte de Irak, en dirección a los Estados Unidos. Una vez en el Aeropuerto JFK, se apresuraron en abordar un vuelo corto a su destino final en Tennessee.
"Sí, mi vida cambió dramáticamente", explicaba Sharef, reflexionando sobre su semana tumultuosa antes de salir de Erbil. "Aprendí una lección, si tienes derecho, nunca te rindas."
La Coalición por los Derechos de los Inmigrantes y Refugiados de Tennessee planeaba dar la bienvenida a la familia de Sharef.
"Los vecinos del pueblo lucharon para traerlos a casa - ¡y ahora podemos mostrarles lo mejor de la hospitalidad sureña!", publicó la coalición en su página de eventos de Facebook.
Nael Zaino, un refugiado sirio que trabajó para la Organización Internacional para las Migraciones en Turquía, también recibió ayuda de los vecinos estadounidenses.
Él se reunió con su familia en Boston el sábado, después de serle negado un primer acceso, gracias a la intervención de los legisladores estadounidenses contactados por los familiares de Zaino.
La llegada de Zaino fue relativamente tranquila, aunque fue reclamado por las autoridades, sometido a una "prueba secundaria" y a una larga serie de preguntas antes de que un agente de Estados Unidos sellase su pasaporte y le diera un informe favorable.
“No lo creí hasta que salí del aeropuerto ", exclamó Zaino. "En ese momento me di cuenta de que no estaba soñando."
Zaino había recibido un visado para unirse a su esposa e hijo, nacido en Estados Unidos el 27 de enero, pero se le prohibió la entrada después de que Trump firmase su orden ejecutiva el mismo día, según su cuñada.
"Hemos estado presionando a muchos senadores en los últimos días", aseguró Katty al-Hayek, una estudiante de doctorado en Massachusetts, que se reunió con él en el aeropuerto.
"Ha sido una historia larga y estresante, pero finalmente los senadores (...) pudieron obtener una respuesta favorable por parte del Departamento de Estado".
Shahram Javan, de 43 años, natural de Baltimore, estaba en el aeropuerto Dulles de Washington el domingo por la tarde para saludar a sus suegros, ciudadanos iraníes con un visado estadounidense que se convirtió en tarjeta verde al entrar en el país.
Con los visados expirados a finales de febrero, Javan temía que sus suegros no pudiesen entrar en el país a causa de la nueva normativa."Hemos estado tan estresados los últimos 10 días...", explicó Javan. "Pero ahora estamos felices."
Otros, como Rana Shamasha, de 32 años, un refugiado iraquí en Líbano, no tuvieron tanta suerte.
Ella debía viajar a Estados Unidos con sus dos hermanas y madre el 1 de febrero para unirse a familiares en Detroit, pero su viaje fue cancelado como resultado de la prohibición de Trump. Rana espera la respuesta de los funcionarios de las Naciones Unidas que supervisan su caso.
“Si me dicen que hay un avión mañana por la mañana, me iré. Si me dicen que hay uno en una hora, iré ", aseguraba a Reuters por teléfono en Beirut, añadiendo que su equipaje aún estaba preparado.
Sharef y su familia pasaron dos años intentando obtener el visado para entrar a Estados Unidos, solicitándolos bajo un programa diseñado para aquellos que trabajaron para los cuerpos militares y civiles de Estados Unidos en Irak. El representante Jim Cooper de Tennessee ayudó a eliminar los obstáculos para permitir que la familia lo intentara de nuevo, afirma Sharef.
Parado fuera de la terminal de llegada en el Aeropuerto JFK, Sharef declara que no estaba seguro de que iba a sucederle a él y su familia mientras esperaban para abordar su vuelo nocturno a Nashville.
"Realmente no sé qué va a pasar", añadió. "Tengo demasiadas cosas en mi mente ahora mismo."