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Las madres de Palestina son tratadas cruelmente, y no sólo por Israel

Puede que una revolución médica esté a la vuelta de la esquina, pero apenas hay esperanza para las mujeres de Gaza
Las mujeres que sufren de cáncer en la Franja de Gaza se declaran en huelga de hambre en protesta por la decisión israelí de no permitirles viajar por el cruce de Erez para buscar atención médica en Israel [Mohammed Asad / Middle East Monitor/Monitor de Oriente]

El Día Mundial contra el Cáncer se celebró este fin de semana, y trajo consigo buenas noticias: las tasas de supervivencia han mejorado con creces en las últimas cinco décadas; un 50%. Además, la cura para todas las clases de cánceres podría estar a menos de 10 años de descubrirse, según uno de los mayores expertos del mundo en la enfermedad. En un mensaje optimista, el antiguo jefe del programa sobre el cáncer de la Organización Mundial de la Salud, el profesor Karol Sikora, predijo que los avances en genética significan que, dentro de pocos, los médicos podrán prescribir medicinas para cada cáncer individual.

Son noticias estupendas para todos los enfermos de cáncer; para todos excepto los que viven en la Franja de Gaza, sobre todo las mujeres con cáncer de mama. Ahora mismo, se trata de la mayor causa de muerte de mujeres palestinas en el territorio asediado, debido en parte a que las autoridades israelíes se niegan a dejar que los tratamientos atraviesen los puntos de control fronterizo.

Irónicamente, se dieron muchas palmadas en la espalda de Tel Aviv hace apenas unos meses, cuando pintaron un jet militar de rosa como parte de una campaña mundial para mostrar solidaridad con las afectadas por el cáncer de mama. Los israelíes llegaron a celebrar conferencias de prensa auto-felicitándose para promover su presunta lucha a favor de las mujeres, pero olvidaron mencionar el abandono mostrado hacia las mujeres palestinas con cáncer de mama.

Puede que una revolución médica esté a la vuelta de la esquina, pero apenas hay esperanza para las mujeres de Gaza. Sin embargo, Israel no es el único culpable de su desgracia. El presidente de la Autoridad Palestina, Mahmoud Abbas, no ha abierto la boca para quejarse, aislado de todo en Ramala.

No hay excusa para su silencio: nadie conoce el dolor que produce recibir un diagnóstico de cáncer mejor que Abbas, ya que su difunto hermano Omar fue sometido a un tratamiento contra la enfermedad en el centro médico de Assuta, en Tel Aviv. Aunque él y su mujer vivían en Qatar, viajaba regularmente al hospital privado de Israel para su tratamiento. Desgraciadamente, murió el año pasado a los 76 años.

En enero, las mujeres de Gaza, que han enfrentado su cáncer con tanta valentía, realizaron una huelga de hambre como protesta por la prohibición de las autoridades israelíes de dejar pasar el tratamiento para su enfermedad. MEMO realizó un reportaje sobre su lucha.

Docenas de pacientes en Gaza están afectadas y, aun así, la Autoridad Palestina no ha mostrado apenas compasión. Las que se manifestaron frente al Ministerio de Asuntos Civiles en Gaza fueron acusadas de estar sólo “buscando la atención de los medios” por Bassam Al-Badri, oficial de sanidad. Su acusación, ofensiva y falsa, se dirigía específicamente a estas valientes mujeres, a las que se les prohíbe recibir su tratamiento en el extranjero.

Esta actitud es vergonzosa; los hombres como Badri deberían apoyar la lucha de estas mujeres, y no criticarlas. Las estadísticas del Centro Nacional para la Supervisión del Cáncer en Gaza demuestran que hay 1.283 enfermas de cáncer de mama en el enclave costero.

En 2015, 748 pacientes solicitaron a las autoridades de ocupación israelíes un permiso de viaje para recibir tratamiento en hospitales de Jerusalén o Cisjordania. De estas solicitudes, los israelíes aprobaron 293, rechazaron 74 e ignoraron 219. El año pasado, 548 pacientes de cáncer de mama pidieron estos permisos de viaje; 287 fueron rechazados por ninguna razón aparente y otros 125 fueron denegados por motivos de “seguridad”.

Al hacer esto, Israel comete una “flagrante violación” del Artículo 33 de la Cuarta Convención de Ginebra, que prohíbe el castigo de individuos por crímenes que no han cometido personalmente, así como el castigo colectivo. ¿Quién puede negar que las mujeres de Gaza con cáncer de mama estén siendo castigadas simplemente por ser palestinas? La inacción y el silencio de la AP, dirigida por hombres, debería considerarse tan responsable de esta cruel política como Israel.

Mientras tanto, los hospitales de Gaza siguen sufriendo de “escasez crónica” de medicinas vitales y equipo médico como resultado del bloqueo impuesto por Israel y Egipto.

El pasado octubre, Mahmoud Abbas fue hospitalizado brevemente en Ramala. Los doctores le realizaron un cateterismo cardíaco, que implica la inserción de un fino tubo de plástico en su corazón. Después, el presidente palestino, de 81 años, declaró, “Gracias a Dios todo ha salido bien. Me operaron, fue sencillo y ya me puedo ir.”

Aunque nadie le desearía la enfermedad a una persona anciana, y mucho menos a un presidente; tal vez Abbas debería considerar cómo de distinta hubiese sido su suerte si viviese en la Franja de Gaza y fuese una mujer. Las mujeres palestinas son la base de la sociedad y las madres de la generación venidera; sin ellas, no habrá futuro en Palestina. Puede que a esto se deba el hecho de que Israel las trate con tanto desdén. Aun así, no es excusa para Abbas y sus oficiales de la AP. Ellos tienen que reconsiderar cómo tratan a sus ciudadanas más valiosas. Como se suele decir; educa a una mujer y educarás a una familia. Así que, ¿qué pasa con las familias si contribuyes a la temprana muerte de las mujeres palestinas? Piensa en eso, presidente Abbas, cuando vuelvas a estar en una camilla de hospital recuperándote con tu tratamiento propio y bien financiado.

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La periodista y autora británica Yvonne Ridley ofrece análisis políticos sobre asuntos relacionados con el Oriente Medio, Asia y la Guerra Mundial contra el Terrorismo. Su trabajo ha aparecido en numerosas publicaciones de todo el mundo, de Oriente a Occidente, desde títulos tan diversos como The Washington Post hasta el Tehran Times y el Tripoli Post, obteniendo reconocimientos y premios en los Estados Unidos y el Reino Unido. Diez años trabajando para grandes títulos en Fleet Street amplió su ámbito de actuación a los medios electrónicos y de radiodifusión produciendo una serie de películas documentales sobre temas palestinos e internacionales desde Guantánamo a Libia y la Primavera Árabe.

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