Después de casi seis años de lucha contra el régimen, potencias internacionales y milicias sectarias, la perspectiva de cambio político en Siria parece estar más lejos que nunca. La tragedia de la pérdida y la catástrofe humanitaria se agrava ahora por la desesperación, la decepción y la frustración.
No es difícil enumerar las razones que han llevado a esto, ni tampoco es difícil señalar a los responsables de las enormes pérdidas sufridas por la población y sus ciudades.
Este sufrimiento y desesperación es lo que ha llevado al surgimiento de voces que dicen que la revolución siria no debería haber ocurrido en primer lugar, que las consignas estaban equivocadas y que la mayor responsabilidad de la tragedia siria debe ser soportada por aquellos que plantearon la bandera del cambio sin entender a quiénes comprometían, las fuerzas que sostenían el régimen, o su determinación de llevar a cabo una lucha independientemente de las consecuencias.
Este argumento es inverosímil. Primero, porque la revolución siria, al igual que todas las revoluciones árabes, no era la creación de un partido o un líder carismático o un grupo de ellos. Los sirios tomaron las calles de sus pueblos y ciudades en un clima revolucionario árabe, voluntaria, simultánea y espontáneamente.
Los sirios marcharon en Damasco en marzo de 2011, cantando 'Daraa es Siria' mientras las protestas se extendían por todo el país (AFP)
La confrontación militar, que ocurrió meses después de que las fuerzas del régimen y sus agencias atacaran a los manifestantes, no fue una decisión tomada por ninguno de los partidos de oposición o grupos de activistas que empezaron a surgir gradualmente dentro y fuera del país.La confrontación armada fue una reacción directa a la crueldad de la represión ya la barbarie de las instituciones estatales. Se desarrolló de manera no organizada y se conformó en grupos que comprendían elementos disidentes dentro del ejército del régimen sirio y jóvenes militantes tanto de tendencias islamista como no islamistas.
Mendicidad y súplica
En segundo lugar, desarraigar el régimen nunca fue el objetivo principal de la revolución siria. La revolución, en cualquier caso, no tenía un liderazgo unilateral apropiado para determinar sus objetivos. El ánimo general del primer movimiento de protesta fue reformista. Pidió un cambio político, social y económico. Habría sido completamente posible que el régimen hubiera contenido el movimiento de masas si la minoría gobernante hubiera mostrado la menor disposición a efectuar cambios tangibles en la estructura del gobierno y acabar con su poder total sobre los recursos estatales.
Durante la primavera, verano y otoño de 2011, fueron presentadas propuestas de elementos cercanos al régimen para una nueva Constitución. Los dirigentes árabes, tanto oficiales como populares, conocidos por sus relaciones con el régimen sirio, intercedieron y lo mismo hicieron sus aliados turcos. Todo el mundo intentó, incluso suplicó, y hubo numerosas promesas de apoyo para situar a Siria en un camino reformista con la intención de dirigir al régimen hacia el rescate del país.
Todos los esfuerzos fueron anulados por la arrogancia ciega de la élite gobernante y su miopía por un lado y la presión ejercida por entes extranjeros por otro.
Sería absurdo ignorar el papel desempeñado por los grupos terroristas y sus intervenciones regionales e internacionales para complicar la crisis. Sin embargo, la responsabilidad principal y mayor recae sobre los hombros del régimen y de sus aliados sectarios que, desde el principio, trataron al movimiento popular y sus demandas como un juego: o el pueblo y sus fuerzas políticas ganan o la minoría gobernante gana.
Tal vez un indicio prematuro del enfoque de la minoría sangrienta que llevó a Siria a donde está hoy podría detectarse en el famoso discurso de Hassan Nasrallah en el que dijo: "¿Homs? ¡Nada está sucediendo en Homs! "
Sin embargo, se requiere una mirada más amplia y panorámica sobre Siria y toda la región del Oriente árabe. No fue sólo en Siria donde la revolución y el movimiento de cambio sufrieron un revés. Sino que se ha dado en todos los paises.
Tomemos Egipto por ejemplo.Una vez que el país vio la caída de la élite gobernante, un referéndum constitucional y unas elecciones parlamentarias y presidenciales, y después de que parecía que el país se dirigía hacia la transición democrática, el movimiento revolucionario fue frustrado por un golpe militar.
El régimen golpista no sólo dejó completamente de lado la dinámica de cambio político, sino que envió a Egipto a una situación mucho peor que aquella contra la que la revolución del país había estallado en primer lugar. El régimen reprimió a sus opositores y los persiguió de la manera más sangrienta y salvaje. El presidente electo y muchos líderes políticos y activistas en todo el país fueron detenidos y arrojados tras las rejas y miles de egipcios fueron y siguen siendo encarcelados.
Alrededor de 2.000 yemeníes protestaron al reunirse en la capital, Sana, el 13 de febrero de 2011, pidiendo la dimisión del presidente Ali Abdallah Saleh, que había estado en el poder durante 32 años (AFP).
En Yemen también se han abortado las aspiraciones populares de reforma política y social y el país ha sido invadido por potencias extranjeras bajo la excusa de luchar contra el terrorismo. Aún pueden pasar años hasta que se cuente el costo real de la guerra, tanto humano como material.
Las intervenciones árabes y no árabes han ahogado a Libia en una guerra de desgaste similar que ahora amenaza con entregar al poder a un oficial del ejército que no es menos maniático que Gaddafi .Incluso en Túnez, que hasta ahora ha podido evitar los sangrientos enfrentamientos que caracterizaron la contrarrevolución en los demás países, nada parece indicar que las promesas de su revolución estén en camino de ser cumplidas.
Tal vez los sirios se equivocaron cuando salieron a las calles para exigir su libertad sin darse cuenta de hasta qué punto el régimen y sus aliados estaban dispuestos a movilizar sus tropas y recursos para reprimir al pueblo y destruir sus ciudades históricas y su herencia.
Pero ¿han errado también los egipcios, los yemeníes, los libios y los tunecinos? ¿No han sido abortadas sus revoluciones y han destruido sus sueños de cambio?¿No han sido destruidas las ciudades yemeníes y libias? ¿No han sido asesinados miles de egipcios, yemeníes, libios y decenas de miles han sido detenidos con muchos más desterrados y forzados al exilio?
Lecciones desde Europa
El 23 de octubre de 1956, un movimiento de protesta estudiantil estalló en Budapest .Pronto el movimiento estudiantil se convirtió en una revolución popular masiva que se extendió a todas partes del país y se unió a millones de húngaros. A los pocos días, y a pesar de las continuas confrontaciones con las cinco divisiones soviéticas que se habían desplegado en Hungría desde finales de la Segunda Guerra Mundial, los revolucionarios lograron derribar la organización policial secreta que era la principal herramienta de represión del régimen y derrocó al gobierno pro Moscú.
"Los rusos se van a casa": inscripción en una señal en una tienda de Budapest en 1956 (Wikicommons)
Al principio, la Unión Soviética estaba vacilando en intervenir, sin embargo, tan pronto como el nuevo gobierno reformista decidió retirarse de la Alianza de Varsovia y declarar a Hungría un estado no alineado, los dirigentes soviéticos decidieron usar la fuerza para reprimir la revolución húngara.
El 4 de noviembre se ordenó a 17 divisiones militares soviéticas cruzar las fronteras húngaras y unirse a las cinco divisiones que ya habían estado allí para sofocar la revolución con las armas. La revolución húngara fue derrotada y los húngaros pagaron un alto precio: miles fueron asesinados, más de 20.000 fueron detenidos y más de 200.000, que huyeron a otras partes de Europa, se convirtieron en refugiados.En 1958, el jefe del gobierno reformista, ImreNagi, y varios de sus compañeros fueron juzgados y ejecutados.
Durante la invasión soviética de Praga en agosto de 1968 (Wikicommons)
Más de una década después, durante la primavera de Praga de 1968, el ejército soviético intervino una vez más para derribar un gobierno (comunista) reformista checo y obstruir el proceso de democratización dentro de Checoslovaquia. Aquí también el coste fue bastante elevado.
Incluso el Movimiento de Solidaridad Polaco, que se convirtió en un símbolo para la victoria de la libertad en 1989, no disfrutó de un paseo fácil. El movimiento, que se estableció en agosto de 1980 como un sindicato independiente, se convirtió en pocos meses en una corriente de oposición civil con más de nueve millones de miembros. En octubre de 1981, el general Jaruzelski subió al poder en Varsovia, declarando la ley Marcial y lanzando una campaña nacional de represión que alcanzó su clímax en octubre de 1982 con la prohibición del Movimiento.
El Movimiento de Solidaridad salió victorioso en 1989 cuando terminó el gobierno comunista, y también lo fueron los pueblos enteros de Europa del Este. En Hungría, Nagi recibió un nuevo entierro en una ceremonia oficial y el 23 de octubre fue declarado día nacional.
La historia de las naciones no se detiene un solo momento, el momento del fracaso y la decepción o incluso la derrota. La sociedad humana se mueve a lo largo de una corriente fluida y continua hacia la elevación de los valores de libertad y dignidad humanas. Ninguna fuerza puede detener tal corriente.