La Dirección de Planificación oficial de Marruecos reveló datos chocantes la semana pasada respecto al mercado de trabajo y los millones de jóvenes desempleados de un país en el que son un 75% de la población. Entre las alarmantes estadísticas están los 1,7 millones de jóvenes de entre 15 y 24 años – 1,3 millones de ellos, mujeres – no están “ni trabajando, ni estudiando, ni formándose.”
La población marroquí se estima oficialmente en 33 millones de personas. La cifra de personas jóvenes que viven al margen de trabajar sin estudiar, trabajar o formarse representan un peligroso 2% de la población. La gran importancia de esta estadística, que fue publicada por un departamento oficial cuyos datos son creíbles, reside en que afecta sobre todo a los jóvenes que aún tienen toda la vida por delante, la mayoría mujeres jóvenes. Esto expone las injusticias a las que se siguen enfrentando las mujeres marroquíes, a pesar de todas las políticas y leyes que se han establecido en los últimos años para promover la igualdad de género. Lo primero debería ser el derecho real de estudiar y formarse para asegurar que las oportunidades son las mismas en el mercado laboral.
Según la dirección, la mayoría de los jóvenes con estudios de Marruecos no tienen trabajo. Hay unos 854.000 graduados desempleados, y el 47% de ellos tiene títulos más altos. Si estos jóvenes, con todos sus grados y diplomas, no han encontrado un trabajo, ¿qué esperanza les queda a aquellos que no tienen educación superior?
Estos datos son preocupantes, y deberían hacer sonar las alarmas, ya que indican la existencia de un “ejército de reservistas” abandonado al margen de una sociedad que se esfuerza por crecer y desarrollarse. Si no prestamos atención a este grupo, seguirá conformando una bomba de relojería que puede explotar en cualquier momento.
“Lo positivo de todo esto es que todos estos datos tan preocupantes revelan que un aspecto de la realidad marroquí ha sido abordado por un organismo del gobierno.”
Es cierto que Marruecos ha vivido un progreso significativo en los últimos años en cuanto al desarrollo de sus infraestructuras, y ha conseguido desarrollar algunas industrias de vanguardia, como la construcción de automóviles y piezas de aviones. También ha conseguido un progreso significativo a la hora de cumplir con sus necesidades de energía procedente de fuentes alternativas. Sin embargo, en contraste con todos estos avances, las políticas sociales de Marruecos aún son deficientes en todos los sectores sensibles y vitales, que son críticos para desarrollar la educación, el empleo y la sanidad. Estas deficiencias pueden resumirse como una “falta de justicia social”, lo que significa que los frutos del progreso no llegan necesariamente a todas las secciones de la sociedad en igual medida.
Justo después de conseguir su independencia, Marruecos centró sus planes económicos en sectores sociales que giraban alrededor del pueblo. Desde principios de los años 80, y bajo la presión de las instituciones financieras internacionales y prestamistas, el Estado se ha visto obligado a ir abandonando gradualmente sus políticas sociales, lo que ha conducido a la situación que vivimos a día de hoy, como han revelado estas sorprendentes estadísticas. Al principio del milenio, las políticas económicas de Marruecos se centraron en invertir en infraestructuras como carreteras y puertos. El supuesto subyacente era que estas políticas desarrollarían a la sociedad de arriba hacia abajo, después de que las políticas sociales no lograran desarrollarla de abajo hacia arriba. Sin embargo, el resultado fue que los beneficios de estas políticas fueron cosechados por una minoría que acumulaba la riqueza, mientras que la minoría se vio abandonada y olvidada. Esto da lugar a una brecha cada vez mayor entre la pequeña clase alta y una amplísima clase baja que aumenta cada día como resultado de la rápida erosión de la clase media que, hoy en día, prácticamente ha desaparecido en Marruecos.
Uno de los factores contribuyentes es la corrupción desenfrenada que los sucesivos gobiernos de las últimas décadas han sido incapaces de frenar. En un informe publicado por Transparencia Internacional a comienzos de 2017, Marruecos ocupó el puesto 90 de los 176 países listados. Marruecos aún no ha cumplido con los estándares alcanzados por los países menos corruptos del mundo.
Uno de los factores subyacentes de la estabilidad de los Estados es la armonía social. Esta armonía no puede lograrse con un enfoque centrado puramente en la seguridad: necesita de una distribución justa de la riqueza, para que así ningún miembro de la sociedad se vea olvidado ni al margen. El ex presidente tunecino, Zine El Abidine Ben Ali, adoptó una política de seguridad que se consideró un modelo de una sociedad “controladora”. Sus gobiernos solían publicar estadísticas falsas sobre el “bienestar” del pueblo tunecino. Sin embargo, en lo profundo de la sociedad, existía una movilización espontánea preparada para explotar; al final, lo hizo, y produjo la “Revolución del Jazmín”. Esto reveló otra realidad que no tenía nada que ver con los datos falsos del régimen de Ben Ali.
Lo positivo del caso marroquí es que las estadísticas de la situación en el país han sido publicadas por un departamento del gobierno oficial. Sirven como testimonio de una institución doméstica que presenta voluntariamente un auto-diagnóstico y emite una advertencia. Lo más importante es cómo responder ante esta advertencia antes de que sea demasiado tarde.
Traducido de Al Araby Al Jadid , el 15 de febrero de 2017