Han pasado seis años desde que Bahréin fue testigo del “levantamiento” que envolvió a la pequeña nación del Golfo, motivado por las peticiones de un cambio en los regímenes del mundo árabe. La monarquía sunní reprimió a las masas de manifestantes, encabezadas por el partido chií Al-Wefaq, de la oposición. Aun así, las protestas continúan y el Estado mantiene su política de lucha contra la disidencia.
Hace unos días, dos civiles resultaron heridos en Manama cuando se produjo una explosión durante una manifestación contra el gobierno. Previamente, en julio y agosto del año pasado, otras explosiones en Sitra y Karannah mataron a tres oficiales de policía.
Abusos continuos
El informe anual de Amnistía Internacional de 2015-2016 denunció los abusos de los derechos humanos cometidos por el gobierno bahreiní. El grupo por los derechos humanos informó de que las autoridades del país revocaron la ciudadanía de más de 200 bahreiníes acusados de estar involucrados en actos de terrorismo; restringieron los derechos de los bahreiníes a la libertad de expresión y asociación procesando a varios activistas por sus declaraciones en redes sociales; y reprimiendo a aquellos que se manifestaron en contra de la detención de sus familiares. Sin embargo, los altos funcionarios investigados tras la represión de 2011 fueron absueltos o condenados a penas muy cortas.
Miedos legítimos
No se puede negar que Irán vio la Primavera Árabe como una oportunidad para difundir la revolución de Jomeini por la región, a menudo aclamada por sus defensores como un modelo de la resistencia de un pueblo contra la hegemonía del gran poder de Estados Unidos.
Durante años, Irán ha sido famoso por desafiar las hegemonías de EEUU e Israel, lo que ha atraído la simpatía de los opositores de EEUU de todo el mundo. Sin embargo, la retórica de Irán acerca de extender su revolución obligó a los Estados del Golfo – dominados principalmente por los sunníes – a subir la apuesta, entre ellos Bahréin. Tras la adhesión del ayatolá Jomeini al poder en 1979, la república iraní declaró a Bahréin como su 14ª provincia, y así lo considera Irán a día de hoy.
Las fuerzas representativas detrás de la prominencia de Irán en la región son notorias por ser grupos multinacionales, entrenados por expertos militares en el país o en el extranjero, sobre todo en Líbano, donde opera el mayor aliado de Irán, Hezbollah. Como era de esperar, a mediados de 2016 estos temores fueron corroborados cuando se culpó a Hezbollah del atentado contra las torres Khobar en 1996, en el que murieron 16 militares estadounidenses en una base aérea de Arabia Saudí.
La creciente influencia de las “expediciones” iraníes en los puntos críticos del conflicto, como en Siria y Yemen y, sobre todo, en Irán; causan temores en Bahréin. La interferencia regional y la conexión con la violencia son criticadas en el país. Maryam Rajavi, líder nacional de la lucha por la democracia en Irán, habló de las prácticas de Teherán en Siria en términos duros, vinculándolas con la creciente amenaza de los grupos extremistas como el ISIS. Llegó a acusar al régimen iraní de ser “el origen de la crisis en la región y de los asesinatos en Siria; ha jugado el papel más importante de la extensión de Daesh.”
Presión occidental para plantear reformas
Las acciones internacionales a favor de un entorno más inclusivo no han conseguido el efecto deseado desde la represión de 2011. El Alto Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos, Zeid Ra’ad Al-Hussein, declaró lo siguiente en junio de 2016 respecto a la revocación de la ciudadanía de los bahreiníes por parte del gobierno: “la represión no acabará con las quejas del pueblo, sino que hará que crezcan”.
Estas declaraciones fueron recibidas con molestia por los oficiales bahreiníes. El ministro de exteriores, Khalid Al Khalifa, twitteó: “No permitiremos que debiliten nuestra seguridad y estabilidad, y no perderemos el tiempo escuchando las palabras de un alto comisionado que no tiene ningún poder.”
Reino Unido fue uno de los países occidentales que intervino con material de apoyo democrático y consultivo respecto a las reformas del gobierno en su aliado del Golfo. Documentos de la oficina de exteriores revelaron que, en 2016, Reino Unido invirtió 2,1 millones de libras en “ayuda para reformas” para mejorar la seguridad en Bahréin.
Sin embargo, varios grupos británicos defensores de los derechos humanos expresaron su indignación frente al cada vez más triste récord de crímenes en Bahréin y la tortura contra los opositores, advirtiendo que Reino Unido podría ser cómplice de estos abusos si continúa ayudando al gobierno del país.
Más allá de la división sectaria
Puede que Irán se haya sentido cómodo y empoderado después de su pacto nuclear con el gobierno de Barack Obama y el levantamiento de las prohibiciones en el comercio internacional. Sin embargo, las críticas de Donald Trump al pacto no deberían considerarse desde el punto de vista de la monarquía bahreiní de la misma manera que desde la perspectiva pro-sunní y, por lo tanto, como una advertencia de reforzar sus medidas de seguridad frente la oposición chií.
Por supuesto, es probable que la Casa Blanca esté buscando reestablecer la estabilidad en sus aliados sunníes del Golfo, compensando el ascenso de Irán. Pero Bahréin debería defender sus intereses; satisfacer a su población mediante la ampliación del espacio de libertades políticas, al igual que los americanos quieren preservar sus intereses en Bahréin, ya que el país alberga la quinta flota de Estados Unidos.
Es hora de que Bahréin afloje su control sobre los partidos de la oposición y deje de llamarlos terroristas sin considerar su capacidad democrática. La diversidad religiosa de Bahréin no debe ser una razón para que exista un sectarismo regional entre sunníes y chíies. Pensar de forma sectaria sólo beneficiará a los grupos radicales y su adhesión a la violencia. El gobierno ha de aprender de la paz de Oman, donde sunníes e ibadíes viven juntos en armonía.
Así como el país avanzó con sus reformas económicas, con una economía dependiente del petróleo considerada la más libre de la región; es el momento de adoptar un modelo independiente para una política más libre. Si el gobierno de Bahréin quiere mejorar la protección de los derechos humanos y, a su vez, mantener la seguridad y desarrollar la economía, debería reconsiderar sus medidas de seguridad contra los miembros de la oposición, capitalizar la diversidad multicultural y crear una sociedad que albergue tanto a sunníes como a chíies.