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Gala de bienvenida al apoyo británico y australiano a Israel, donde el jazz y el genocidio son la nueva norma

Imagen de la cena de gala Diálogo de Liderazgo de Australia, Israel y Reino Unido [LFI / Twitter]

Se trató de una reunión extraordinaria que desafió todas las contradicciones, idiosincrasias y errores morales que caracterizan la curiosa relación entre el mundo anglófono y la élite política de Israel. Una compañía australiana, también registrada como ONG, pagó un cheque de 2.000 libras por persona a Israel justo antes de la Navidad de 2016. Los británicos que tuvieron la suerte de recibir una invitación fueron Joan Ryan, la presidenta de Amigos del Trabajo de Israel; el ex ministro de exteriores y deputado conservador, Alistair Burt; otro diputado conservador, Will Quince; y el presidente del grupo de lobby de Westminster Amigos Conservadores de Israel, el ex diputado Sir Eric Pickles.

Su desplazamiento fue reembolsado por el Intercambio Cultural de Australia e Israel, fundado por el gran empresario del jazz y filántropo Albert Dadon. Los documentos de ONGs registrados con las autoridades israelíes dan la impresión de que los invitados brindaron con sus copas de champán en Tel Aviv y Sídney, gracias a una organización que pretende “promover el intercambio de cultura entre artistas australianos e israelíes.” Aunque la organización también organiza un festival de cine en Israel, el Intercambio Cultural de Australia e Israel no tiene casi nada que ver con los artistas; sin embargo, sí organiza anualmente un “Diálogo de Liderazgo entre Australia, Israel y Reino Unido”, que se lleva celebrando desde 2009.

Tony Abbott, ex primer ministro australiano, formó parte de la última reunión y habló de ella en la edición australiana de la revista Spectator. Escribió que los invitados eran “diputados, oficiales y analistas de los tres países.” Señaló que la delegación australiana incluía “al líder de la oposición, Bill Shorten; al ministro de comercio, Steve Ciobo; y a otros diez parlamentarios federales y estatales.” A menos que estos peces gordos políticos tengan un talento oculto para la acuarela o para tocar el didgeridoo, parece que el Intercambio Cultural de Australia e Israel no está haciendo mucho por promover a los “artistas” australianos e israelíes, sino que se utiliza para pagar los gastos de desplazamientos de los diputados pro-israelíes. Sin duda, Abbott no estaba allí sólo por casualidad y aprendiendo consejos de cerámica ni manualidades.

“El Diálogo”, escribe, “es una oportunidad para que los líderes de países con ideologías similares consideren varios asuntos en común, así como para analizar en profundidad los problemas de seguridad en Israel y el resto de Oriente Medio. Además de la “solución de dos Estados” para la cuestión palestina, el reto de Irán y Siria, la división entre sunníes y chiíes, la interacción de quejas religiosas y económicas y las consecuencias de las políticas rusas y estadounidenses en la zona; se discutieron asuntos como el Brexit, la protección fronteriza, la asequibilidad de la vivienda, la política fiscal y monetaria y la ciencia del cambio climático – que resulta estar mucho menos asentada de lo que la gente piensa.”

Lectura: Un ciudadano australiano increpa a Netanyahu al grito de "Palestina libre".

Aparte de la negación casual frente al cambio climático, es razonable que Albert Dadon organice esta clase de eventos. Como judío sefardí nacido en Marruecos, cuya familia abandonó su país en 1962 para establecerse en Israel, tiene una conexión genuina con el país. Dice que le encanta el desierto, y de los desiertos de los tres países en los que puede vivir – Australia, Israel y Marruecos –, el de Israel es el más hospitalario con los judíos. En Marruecos llegaron a haber más de 350.000 judíos; hoy en día sólo hay 2.500. Puede que el Holocausto fuera un crimen europeo, pero, en los años siguientes, los judíos fueron tremendamente presionados por los países árabes para que se marchasen de su territorio. Dicho esto, Dadon es franco-marroquí, por lo que también tiene algo de espíritu colonial.

Su trabajo tampoco recibe muchos elogios por parte del establecimiento australiano judío, dominado por asquenazis europeos que, al menos según el estereotipo, tienden a menospreciar a sus compañeros árabes-judíos. “No soy partidario del lobby”, declara Dadon. “Soy un facilitador, y si quieren llamarme un pacificador, soy un pacificador.”

Su bravuconería recuerda a un tal Tony Blair, que también fue invitado a uno de estos Diálogos de Liderazgo de Australia, Israel y Reino Unido en 2012, junto al ex primer ministro Israel Ehud Olmert. Como a Blair, a Dadon le gusta tocar la guitarra. A diferencia de Blair, se le da bastante bien; tiene una gran carrera como pionero en un nuevo género, el acid jazz, creado en las cavernas jazzeras de Melbourne y París.

Si Dadon es realmente un pacificador, sus eventos de liderazgo tienen invitados muy curiosos. En su último viaje, varios legisladores británicos y australianos se sentaron junto a Ayelet Shaked, ministra de justicia israelí de extrema derecha, quien, más o menos, ha sido denunciada por genocidio contra los palestinos. Dadon se ha colocado en el bando de los radicales israelíes, haciéndose gran amigo de Ehud Olmert y Benjamin Netanyahu, pero Shaked está aún más a la derecha, como miembro del partido Hogar Judío.

Los radicales nunca hacen acuerdos de paz. Hacen acuerdos de guerra. Como ministra de justicia, Shaked está más que dispuesto a continuar con la lucha israelí contra la paz. Entre sus acciones está la legislación que legaliza los asentamientos coloniales de Israel, y quiere extender esta ley israelí hasta Cisjordania. Hace menos de un año, dirigió un proyecto de ley que obligaba a las ONGs a revelar sus fondos extranjeros; algo similar a la legislación de Putin que atrajo una crítica generalizada cuando el Kremlin la aprobó, pero no hubo casi ninguna reacción cuando Israel hizo lo mismo. Los legisladores israelíes han descrito su nueva legislación de terrorismo “racista y totalitaria.”

“Detrás de cada terrorista hay docenas de hombres y mujeres sin los cuales no hubiese participado en el terrorismo”, dicta un infame artículo que publicó Shaked en Facebook durante la ofensiva israelí a la Franja de Gaza en 2014. “Los jugadores de la guerra son aquellos que incitan a ella en las mezquitas, que escriben los currículos asesinos de las escuelas, que dan refugio y vehículos a los terroristas y que les dan apoyo moral. Son todos combatientes del enemigo. Esto incluye a las madres de los mártires, que les envían al infierno con flores y besos. Deberían ir detrás de sus hijos, sería lo más justo. Deberían seguirles, al igual que deberían hacerlo sus casas, en los que criaron a serpientes. Si no, allí se criarán más serpientes.”

Qué poético; qué genocida, en realidad. ¿Es este el tipo de intercambio cultural que buscaba Dadon? ¿Que los legisladores británicos y australianos se reúnan con ministros israelíes genocidas? De Ruanda a Bosnia y a Alemania, sabemos que a los genocidios los precede la deshumanización del otro. Referirse a personas como animales – como las “cucarachas” de Ruanda – es una señal obvia. No puedes condenar a Hamás por causar víctimas civiles y luego sentarte al lado de un ministro israelí que cree que debería pasarle lo mismo a todas las mujeres, hombres y niños palestinos y tener un “intercambio cultural” con él.

Excepto que sí puedes; claro que puedes. Den la bienvenida a los términos contradictorios del apoyo británico y australiano a Israel, donde el jazz y el genocidio son la nueva norma.

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