Dada mi posición como director general del Centro de Estudios y Medios de Comunicación Palestinos, Badael, durante más de 10 años – entre 2005 y 2011 -, y mi posición actual desde 2011 como director general del Centro Palestino de Investigación Política y Estudios Estratégicos, además de la experiencia que obtuve durante décadas de investigar y analizar la política palestina y su desarrollo en sus aspectos árabes, regionales e internacionales; siempre me preguntan – sobre todo últimamente – la misma pregunta formulada de distintas maneras por palestinos, árabes y extranjeros: ¿En qué piensa Mahmoud Abbas? ¿Qué hay detrás de sus políticas? ¿Por qué no cambia de camino, a pesar de estar llegando, claramente, a un callejón sin salida?
El presidente está pasando por un duro momento, y se enfrenta a cada vez más peligrosos desafíos y riesgos. Por un lado, cree en la profundidad del llamado proceso de paz, los Acuerdos de Oslo, el método de negociación y los medios pacíficos para resolver el conflicto, a pesar de que su enfoque no haya logrado ni uno de sus objetivos. Al contrario, resultó en casi lo contrario, ya que las negociaciones no pueden cambiar la realidad, sino que reflejan la balanza de poder y, por lo tanto, se inclina favorablemente al proyecto colonial de asentamientos sionistas.
Por otro lado, pide la resistencia popular y la internacionalización de la causa, e incluso ha intentado que Palestina se convierta en miembro total de la ONU. Cuando no lo consiguió, ya que no obtuvo los 9 votos que requería el Consejo de Seguridad en 2011, presentó la propuesta a la Asamblea General de la ONU, y, al año siguiente, Palestina obtuvo la calidad de Estado observador no-miembro.
Decidió entonces firmar una serie de acuerdos internacionales y unirse a varias convenciones internacionales, incluida la ICC, sin activar completamente su calidad de miembro. Usó estas herramientas para seguir un nuevo camino que reviviese y mejorase la condición del antiguo, que no ha triunfado – ni triunfará. Más bien llevó a la catástrofe en la que vivimos, y nos encaminará a una mayor si no cambia.
Además, el presidente no perdió ninguna oportunidad de reanudar las negociaciones bilaterales, y, de hecho, aprovechó muchas oportunidades para celebrar reuniones bilaterales. También expresó su voluntad de participar en reuniones bilaterales con Benjamin Netanyahu en Moscú y en París, sin adherirse a las condiciones que estipuló para la reanudación de las negociaciones bilaterales. A su vez, pidió que se llevaran a cabo negociaciones globales a través de una conferencia internacional que determine un marco temporal para las negociaciones y cuándo cerrarlas. Participó o apoyó iniciativas para reanudar las negociaciones bilaterales, como la Cumbre de Aqaba hace un año y medio, aunque no participo en ella y a pesar de que buscaba llegar a una solución regional para la causa palestina.
Esto ha contribuido a la supervivencia hasta ahora y ha evitado correr el destino de su predecesor. Incluso puede que haya prevenido que los palestinos de los territorios ocupados sufran lo mismo que en Siria, Yemen, Libia e Irak; pero no ha progresado mucho a la hora de acabar con la ocupación. De hecho, la ocupación se ha profundizado, y la posibilidad de establecer un Estado está más lejana que nunca, a pesar de que Palestina sea ahora un Estado observador en la ONU. Sin embargo, el “posible Estado” del futuro próximo es el “Estado de Netanyahu”.
El sueño de a Abu Mazen era – y quizás aún lo es – que su vida política no acabara como la de los líderes palestinos que le precedieron, especialmente Amin Al-Husseini, Ahmad Al-Shuqairi y Yasser Arafat, que murieron antes de cumplir su sueño de expulsar a los invasores sionistas, liberar Palestina e incluso establecer un Estado palestino en un cuarto del territorio del país. Sin embargo, todo lo que ha conseguido Abu Mazen hasta ahora es actuar como un presidente de una autoridad autónoma que él mismo reconoce que no tiene ningún poder.
Para establecer un Estado – algo que aún no ha logrado -, Abu Mazen ha sido muy flexible y ha hecho concesiones hasta el punto de aceptar el concepto de un intercambio de tierras, que contradice el punto principal de la demanda de las negociaciones palestinas, basado en el concepto de una retirada total de los territorios ocupados en 1967, por ejemplo, los territorios “estatales” considerados un Estado observador. También acepta la legitimación de los bloques de asentamientos. Esto incluye la voluntad de conceder parte de Jerusalén este y Cisjordania a cambio de otros territorios, y aceptó una solución justa acordada para los refugiados, renunciando a su derecho de regresar a su ciudad natal, Safad. Eso significa que el veto a esta cuestión, que se considera la esencia de la causa palestina, está en manos de Israel.
El presidente Abbas también rechazó la resistencia armada por principio; apoyó la resistencia popular sin responsabilizarse o ejercer su autoridad en Fatah, la AP o la OLP para utilizar dicha resistencia. Cree que los palestinos cosechan lo que siembran, y, sea lo que sea lo que hayan sembrado, no les da toda Palestina o un Estado basado en las fronteras de 1967 o incluso menos. Cree que no sembrarán esto hasta que demuestren que son eficaces a la hora de proporcionar seguridad y estabilidad al sistema regional, incluida la seguridad de Israel.
Por lo tanto, defendió la coordinación de seguridad con la ocupación y la consideró sagrada, así como defendió la ejecución de las obligaciones políticas, económicas y de seguridad descritas en los Acuerdos de Oslo, aunque sean unilaterales. Cree que esta es la única manera de demostrar que son dignos y obtener crédito israelí, árabe, regional, estadounidense e internacional para los palestinos, a pesar de que los palestinos posean mucho, empezando por la justicia de la causa palestina, su superioridad moral y sus aspectos árabes, musulmanes e internacionales; a pesar de la voluntad de acero del pueblo que está comprometido con su causa y sus derechos y está dispuesto a luchar por ellos, sin importar por cuánto tiempo y cuánto tengan que sacrificar.
A pesar de que han pasado 12 años de su presidencia, Abu Mazen no ha podido cumplir su sueño de establecer un Estado palestino. En cambio, la realización de este sueño se hizo más distante cuando se convirtió en presidente. A pesar de todo, no se rindió ni cambió su sueño, excepto por pequeños cambios tácticos, ya que cree que el precio de cambiarlo será el mismo que pagó su predecesor, y ya ha reiterado que él no es Yasser Arafat.
Lectura: Abbas recuerda a Trump la solución de los dos Estados.
Ahora Abu Mazen se encuentra en una situación difícil, y ya no puede adoptar la misma política de siempre, debido a la presidencia de Donald Trump y lo que supone: más apoyo a Israel en un momento en el que los extremistas de derechas gobiernan Israel y compiten a ver quién toma la posición más extrema. Está entre aquellos que quieren anexionar toda Cisjordania, con o sin sus habitantes; y aquellos que se conforman con anexionar la Zona C, con o sin sus pocos habitantes, o con anexionar parte de ellos de acuerdo con unos criterios estrictos.
De ahí el estrecho margen de maniobra de Abu Mazen, ya que no puede seguir con la política que lleva utilizando desde que se convirtió en el presidente palestino. Como dije antes, esta política combina la no confrontación - salvo dentro de límites muy estrechos y bajo fuerza mayor – y no poder cumplir con las condiciones y demandas israelíes, ya que cumplir con ellas contribuiría a la erradicación de la causa palestina.
Ahora debe elegir entre una confrontación que no quiere, rendirse – algo que teme – o resignarse; todas las opciones le colocan en una situación en la que espera esperar; puede que sea capaz de mantenerse en el poder hasta que Dios diga lo contrario. Tiene poderes ejecutivos, legislativos y judiciales completos que su predecesor no tenía debido a la falta de estas instituciones, tanto en la OLP como en la AP; además de la debilidad del Comité Central de Fatah y del Consejo Revolucionario. Además, tras celebrarse la séptima conferencia de Fatah y analizar sus resultados, Abu Mazen emergió como un líder indiscutible que controla todas las autoridades, mientras que Fatah se debilitó, ya que no aprovechó su conferencia para realizar una revisión completa y formar una visión nacional que unifique al pueblo y reestablezca las instrucciones de manera que incluyan miembros de todo el espectro político y social. Fatah también sufrió las consecuencias del conflicto con Muhammad Dahlan y sus partidarios, así como de las consecuencias árabes derivadas de esto.
Hay quienes preguntan por qué Abu Mazen no toma medidas para acabar con la división y convertirse en más que el líder de Fatah, la AP, la OLP y algunos palestinos; convertirse en el líder de todos los palestinos.
Lo que ha impedido esto es que la autoridad que lidera es rehén de obligaciones injustas, y el camino hacia la unidad nacional debe pasar por conseguir una asociación política completa. Esto significa que Hamas ha de convertirse en un aliado clave, y no podría tomar ninguna decisión o adoptar ninguna política sin su participación. Hamas no es tan grande como otras facciones que Abu Mazen ha liderado – la OLP o la AP – sin ninguna objeción o participación que afecte a su liderazgo. Además, Hamás está más organizado que Fatah, lo que significa que su participación puede suponer su liderazgo.
Otro factor que está obstaculizando el camino hacia la unidad es que la participación en el proceso de toma de decisiones no se limitará a Hamas. Tendríamos que incluir a Fatah, porque es necesario para la unidad. El valor y la participación de las otras facciones aumentarán, ya que formarán parte de la batalla entre las dos grandes facciones. La unidad causará enfado a Israel, y, ya que Israel es el Estado ocupador, juega un papel principal en Palestina que no puede ser ignorado. Además, la entrada de Hamás y la Yihad Islámica en la OLP sin aceptar las condiciones del Cuarteto someterán a la OLP a un boicot y un rechazo estadounidense – y quizás europeo e internacional.
Por lo tanto, Abu Mazen prefiere mantener la situación tal y como está, ya que cree que así causará menos daños que la unidad.
El talón de Aquiles de la visión de Abu Mazen de la situación es que cree que puede mantener la situación tal y como está hasta que se den avances y cambios que permitan la aceptación de Palestina como Estado. Sin embargo, la experiencia pasada desde los Acuerdos de Oslo, específicamente desde que se convirtió en presidente, no vivido ningún avance positivo, sino que provocó avances contraproducentes, no sólo porque no logró cumplir la promesa de un Estado, sino también porque esta misma promesa provocó la profundización de la ocupación, la extensión de los asentamientos a un ritmo alarmante, la fragmentación del Estado, el asedio a Gaza, la división y la marginalización de la causa; lo que hace inevitable que cambie el curso de acción, a pesar de todos los peligros y pérdidas que pueda provocar. Esto se debe a que es imposible que la situación actual se mantenga, y llevará a la pérdida total. Abbas tiene que elegir entre una confrontación que no quiere y una rendición, que teme.
Si Abu Mazen no elige ninguna, su mejor opción es retirarse y dejarle la responsabilidad a alguien que pueda soportarla, y a su vez manteniendo la posibilidad de que la autoridad y el liderazgo puedan transferirse sin contratiempos y de manera legal y nacional, recurriendo a la gente tan pronto como sea posible sin causar ningún daño.
Traducido del Centro Palestino de Información, 28 de febrero de 2017