Kamel Daoud es un hombre furioso y le resulta difícil ocultarlo. Lo notas en la manera en la que habla, como si estuviera golpeando a alguien con sus palabras. No sólo eso, sino que también tiene prisa, está hambriento por vivir. Cuando tenía 20 años, a principios de los 90, estalló la guerra civil en Argelia, y está decidido a ponerse al día tras sus 10 años de “no vivir”. Lo está haciendo con la publicación de su nuevo vídeo, Mes Indépendances (“Mis independencias”), que está atrayendo mucha atención de los medios y publicidad en Francia.
El escritor de 47 años parece molestar al pueblo de Argelia, mientras que en Francia se le ovaciona. En su país, se le critica por su inflexible representación de Argelia y, en ocasiones, también por ser elogiado por la élite intelectual de la antigua potencia colonial. En Francia, nos gusta su estilo y cómo hace crítica de su país, del islam y de la identidad árabe.
Su primera novela de éxito fue publicada en 2014: Meursault contre-enquête (“Meursault, contra-investigación”), que obtuvo el Prix Goncourt a la Mejor Primera Novela en 2015. Mediante su dura escritura, Daoud contó la historia y el dolor de Haroun, el hermano del personaje “árabe” creado por Albert Camus en L’Étranger (“El Extranjero”), que es absurdamente asesinado por Meursault en la novela. El libro de Daoud es fantástico, representando a Argelia como si estuviera atascada en el pasado, entre la guerra de Independencia de 1962 y la dictadura militar gobernante desde el fin de la guerra civil. Ha sido capaz de explicar el origen de la locura en la que se encuentra actualmente inmersa Argelia, un país en el que los jóvenes tienen que elegir entre la ociosidad, la emigración o el islam radical; en otras palabras, entre el aburrimiento, intentar llegar a Europa cruzando el mar o soñando con una vida mejor en el paraíso tras el infierno en que se puede convertir ser joven precario en Argelia.
Mes Indépendances es una recopilación de las crónicas que escribió entre 2010 y 2016 para el periódico le Quotidien d’Oran. Sus artículos apuntaban hacia todas partes. Sus análisis de los acontecimientos actuales son ingeniosos y cortantes. Le encanta escribir y está enamorado de las palabras. Ha escrito acerca del día en el que “los payasos dominarán el mundo”; mucho antes de que Trump se convirtiera en el presidente de Estados Unidos, aunque antes Umberto Eco había hablado de los “tontos” que se convertirían en reyes. “Si Estados Unidos puede ‘producir’ un Donald Trump” dijo Daoud, “¿por qué nos sorprende que se crease un Bin Laden?”
El libro comienza un 17 de julio de 2010. Daoud está en Argelia, contemplando el mar Mediterráneo, “como parte de su único legado”. Este mar crea una prisión que se convertirá, a lo largo del libro, en “una cuna y una tumba”, que ha sido secuestrada por fanáticos religiosos obsesionados con el cuerpo y su imagen.
El autor también está obsesionado, pero por su identidad, ya sea ésta árabe, musulmana, bereber, o las tres cosas a la vez. Esta es una obsesión que, básicamente, tienen casi todos los argelinos, a pesar de que lucharon por el país y por su singularidad. En una de sus crónicas cita al antiguo embajador estadounidense en Argelia, que la describía como un “país desamparado”. La respuesta de Daoud fue al grano: “Como periodista, nunca me había topado con una descripción tan corta pero tan precisa de mi país y mi pueblo.”
Fantaseando sobre lo que estaba sucediendo en Túnez durante la revolución de 2011 contra Ben Ali, escribió: “Sueño con ser tunecino… En mi país, en mis calles, confiando en mi pueblo mientras todos nos enfrentamos a los ladrones del gobierno. Les haríamos bajar los precios, bajar la mirada e inclinar la cabeza”. Puede que esta haya sido su única forma de sentirse totalmente argelino, en cierto sentido. Soñó con que la revolución cruzara la frontera, aunque sin violencia: “Podemos evitar la violencia, pero no la revolución”. Daoud está convencido de que no le gustan los islamistas ni los pro-occidentales. Sin embargo, una vez más, “demuestran que no saben qué hacer con nosotros ni con el resto del mundo.” Con “nosotros” se refiere a los “árabes”.
La llama de la revolución tunecina se sentía en Argelia, aunque se mantuvo “fría”; 2011 fue un año lleno de acontecimientos. Daoud sugirió que “los yihadistas son los hijos de la dictadura, y no de la revolución”, pero, en 2013, escribió “a veces, yo también quiero liberarme y celebrar mi independencia.”
Obviamente, la colonización es un tema con el que también se obsesiona el escritor argelino. Kamel Daoud se posiciona claramente en contra de lo que las autoridades argelinas han hecho con la historia del país. Insiste en que es un tema clave, ya que, cuando aceptas tu pasado, obtienes poder sobre tu propio futuro. “¿Aún podemos pedirle a Francia que se disculpe?”, pregunta. “Cuando llega gente a tu país, cuando se instala, recibe atención médica, compra propiedades, creo que es un propio atrevido [para ellos] exigir que pidan disculpas.” Los objetivos de este comentario eran los militares y oligarcas argelinos que reciben atención sanitaria en Francia; el presidente Abdelaziz Bouteflika fue el primero en hacerlo.
A veces, el amor de Daoud por las palabras puede llevarle a la mala costumbre de sólo escucharse a sí mismo a medida que pone sobre la mesa eventos pasados y actuales, a veces sutilmente, otras más directo. También, en ocasiones, puede ponerse muy oscuro; quizás por eso es tan popular entre los medios occidentales. De él se espera una explicación, una iluminación, acerca del misterioso mundo árabe. Es el oráculo de Orán, el “profeta” que tiene que explicarles este “complejo” mundo a los occidentales, que siguen queriendo explicarlo con sus propias “ideas simples”. Sus palabras suelen repetirse, convirtiéndose en conceptos por derecho propio: “Arabia Saudí es un Daesh exitoso”, por ejemplo. Y “la causa palestina es una tragedia humana convertida en una lucha árabe/musulmana, hasta el punto en el que el resto del mundo ya no se preocupa por la buena conciencia”. Frases clave muy duras.
Quizás su crónica más emblemática sea “Colonia, llena de fantasías”, en la que denuncia “el mundo árabe-musulmán, como la gente de estos países ven el cuerpo de la mujer y el deseo sexual”. El 18 de enero del año pasado, escribió sobre la “Colonia-lización del mundo”; como “una multitud de ‘los otros’, es decir, norteafricanos, sirios, árabes, refugiados, exilados, invasores; salió a la calle y asaltó a las mujeres”. También habló de cómo “el cuerpo de la mujer se había convertido en un lugar público en el que todo es posible.” Y después, arrastrado por su propio lirismo, escribió “la miseria sexual en el mundo árabe es tan inmensa que ha llevado a retratarla cruelmente o al terrorismo. Un bombardero suicida llega al orgasmo con su muerte.”
Bien escrito, quizá, pero falso. Su “racismo e islamofobia” fueron denunciados en Francia por varios intelectuales. “El asunto de Colonia”, en la nochevieja de 2015, ha sido el ejemplo más revelador de las fronteras difusas del escritor, que parece haber confirmado ahora. Tras ver 590 horas de vídeos de vigilancia e interrogar a unas 300 personas, el fiscal de Colonia Ulrich Bremer contó a Die Welt que más del 60% de los ataques de la noche de fin de año fueron robos, no violaciones; y que, de 58 atacantes, 55 no eran refugiados. La mayoría eran argelinos y marroquíes que llevaban décadas viviendo en Alemania, además de unos cuantos alemanes nativos. Sólo fueron detenidos dos refugiados; un iraquí y un sirio. A pesar de esto, Kamel Daoud nunca ha revisado lo que escribió.
Por lo tanto, se encuentra en una posición difícil, dividido entre la responsabilidad de contar la verdad a su pueblo y evitar cualquier asociación con el punto de vista occidental de los árabes y sus países. Esto es más importante si tenemos en cuenta que sus obras se leen a ambos lados del Mediterráneo, en Francia y en Argelia, ambos países todavía intentando superar la guerra de Independencia. El asunto ha llegado incluso a la actual campaña electoral francesa, cuando el candidato independiente Emmanuel Macron visito Argelia y dijo que lo que Francia hizo allí fue “un crimen contra la humanidad”. Cuando se encontró con el inevitable rechazo en Francia, calificó su comentario describiéndolo como un “crimen contra seres humanos individuales”. Para Daoud, “las súplicas sobre lo que sucedió entre Francia y Argelia tienen que acabarse, porque aquí, en Argelia, estamos cansados de oírlas.”
¿Fue esto una epifanía? ¿Se ha dado cuenta Kamel Daoud de que neceista tener cuidado a la hora de escribir sobre dos mundos que colisionan? “No soy ni el intelectual al rescate utilizado en mi país; ni soy un intelectual indígena utilizado para servir a las ideologías occidentales. Sé que puede ser abrumador, pero mantengo la cabeza despejada.”
Contó a El Watan: “Los países occidentales no dejan de intentar involucrarme y utilizar mis crónicas para demostrar que tienen razón. Soy consciente de eso, y estoy luchando contra ello, mi objetivo es destruir este mecanismo o usarlo a mi favor.”
Hubiese sido mejor si Daoud hubiera añadido un descargo de responsabilidad a su crónica de Colonia; ahora no se le consideraría un heraldo predecible, parte del gran mecanismo de la “ideología occidental.” Mientras que es cierto que “a veces, ser libre es más difícil que estar muerto”, nadie es un profeta en su propio país. Esta es una frase en la que Kamel Daoud haría bien en meditar acerca de ella, pensando en Jesús en Galilea. Después de todo, ¿se disculpa una persona considerada por algunos un profeta por haberse equivocado, si ya ha tenido la razón muchas veces antes?