A finales de febrero, Irán celebró su primera “Conferencia Internacional de Apoyo a la Intifada Palestina” en seis años. Celebrada por primera vez en 1991 – y después en 2001, 2006, 2009 y 2011 – estas conferencias de alta categoría son una característica importante de la política regional de Irán, que actúa como un punto focal de la firme posición del país acerca del conflicto entre Israel y Palestina.
El regreso de la conferencia subraya el ánimo optimista de Teherán, como demuestra la clara mejoría de su posición en las guerras de representación de la región, desde Yemen hasta Siria. También fue una muestra de desafío frente a la amenaza que suponen el nuevo gobierno estadounidense y la creciente alianza entre Israel y Arabia Saudí, que pretende revertir el alcance regional de Irán.
Sin embargo, la conferencia también fue una afirmación del compromiso de la República Islámica con la causa palestina. La cuestión clave se centra en la credibilidad de esta iniciativa en términos de una región cada vez más fragmentada, y el papel de Irán en la profundización de estas divisiones.
Demostración de fuerza
En términos de propaganda y relaciones públicas, la conferencia palestina en Teherán fue una demostración de fuerza que las potencias regionales no pueden ignorar, especialmente Arabia Saudí e Israel. La credibilidad de la última conferencia fue destacada por la larga lista de influyentes invitados extranjeros, entre ellos representantes de las principales organizaciones palestinas, incluidas Hamás y la Yihad Islámica, así como destacados académicos musulmanes y delegaciones parlamentarias de 20 países, entre ellos siete presidentes de distintos parlamentos.
La conferencia también fue una demostración de unidad interna, indicada por la asistencia de altos dirigentes y oficiales iraníes. El discurso inaugural y el de clausura fueron pronunciados por el líder iraní Ayatollah Sayyid Ali Jamenei y el presidente Hassan Rouhani, respectivamente. Hay que mencionar que los dos hombres no siempre tienen la misma visión respecto a la política exterior, pero, en cuanto al conflicto Israel-Palestina, parecen estar completamente unidos.
Los principales oficiales asistentes incluían a la crème de la crème del establishment iraní: el ministro de exteriores Mohammad Javad Zarif; el alcalde (parlamentario) Ali Larijani; el jefe de personal de las fuerzas armadas y general Mohammad Bagheri; y el comandante del Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica, el general Mohammad Ali Jaafari.
Obviamente, el momento estratégico y político fue escogido cuidadosamente para maximizar el impacto de la conferencia. Hay claras indicaciones de que el conflicto israelí-palestino está entrando en una nueva fase, con la muerte de la propuesta de la solución de dos Estados. Irán está secretamente complacido por este acontecimiento, sobre todo porque la conferencia inaugural, en octubre-noviembre de 1991, se celebró deliberadamente paralela respecto a la conferencia de Madrid, y advirtió explícitamente del fracaso eventual de la paz negociada con Israel.
Claramente, la República Islámica quiere influenciar la próxima fase del conflicto mediante un posicionamiento estratégico temprano y una postura ideológica. Hay que destacar que la relación de Irán con Hamás – que estaba tensa debido al conflicto sirio – parece estar arreglándose. Sami Abu Zuhri, oficial de Hamás, ha afirmado que “la relación con Teherán va por buen camino.”
¿Ideología sobre realpolitik?
Un factor clave de motivación que influyó a la hora de elegir el momento de la conferencia fue el deseo de la República Islámica de ir a la ofensiva diplomática y retórica frente a una alianza israelí-árabe percibida como una amenaza contra sí misma. De hecho, Israel y Arabia Saudí se acercan cada vez más gracias a su preocupación común acerca del crecimiento de la influencia iraní. Específicamente, a los saudíes les preocupa la resistencia de un movimiento pro iraní en Yemen, a pesar de una campaña militar de dos años; mientras que a Israel le preocupa el despliegue de fuerzas iraníes y sus aliados en los Altos del Golán sirios, ocupados por Israel.
Aun así, la ideología es, sin duda, un factor importante en la decisión de Teherán de celebrar estas conferencias. A nivel ideológico, la República Islámica está comprometida con la destrucción de Israel, y sus posiciones políticas respecto al conflicto israelí-palestino tienen que reflejar este compromiso. En su discurso de apertura, Khamenei describió Israel como un “tumor canceroso”, implorando a los palestinos que continúen y, si es necesario, intensifiquen, su lucha hasta conseguir la “liberación total de Palestina.”
Cualquier intento serio de intentar cuestionar el motivo ideológico de Irán tiene que hacer un balance adecuado del alto coste de la posición firme de Irán, sobre todo sabiéndose inserta en la lista de Estados Unidos de “estados patrocinadores del terrorismo” del Departamento de Estado y de las amplias sanciones que resultan de esa calificación. Más ampliamente, y aparte de los altos costes financieros y políticos, la posición anti-Israel es, sin duda, el principal obstáculo para la normalización de la relación con Estados Unidos.
El mayor reto de Irán es la racionalización de su política hacia Palestina para hacerla coherente respecto a su política regional más amplia. Esto es mucho más difícil que antes, ya que el llamado “Eje de Resistencia” (supuestamente formado para desafiar a Israel) está profundamente involucrado en la guerra de poder en Siria, un conflicto complejo con un fuerte componente sectario.
En el análisis final, e independientemente de sus retos diplomáticos y estratégicos, por lo menos en un futuro previsible, la República Islámica se ha comprometido con su estatus de mayor enemigo de Israel. Esto puede suponer dividendos políticos inesperados, sobre todo si la situación en el terreno se deteriora hasta el punto de provocar una nueva intifada (levantamiento) en la Cisjordania ocupada.