El castigo colectivo es cruel e inmoral. A lo largo de la historia, esta cruel práctica ha favorecido a las potencias ocupantes a la hora de castigar a familias y comunidades enteras que se resistieron a la subyugación política.
Entre los ejemplos más famosos de la historia reciente están la supresión del levantamiento Mau Mau por parte de los soldados británicos. Las fuerzas militares británicas también recurrieron a esta brutal práctica durante la era de su mandato en Palestina para oprimir un levantamiento popular palestino.
Los nazis también eran muy aficionados a esta práctica. Los soldados alemanes la utilizaban para instaurar el miedo y el terror, derribando pueblos enteros. La práctica fue declarada ilegal tras la II Guerra Mundial, en el Artículo 33 de la Cuarta Convención de Ginebra.
Pero esto no ha detenido a Estados como Israel, que lleva a cabo esta práctica cruel, inmoral e ilegal. Por desgracia, el castigo colectivo ha sido una práctica común de la ocupación israelí. Cientos de hogares han sido destruidos por las fuerzas israelíes, resultando en una terrible miseria.
La semana pasada, en la ONU, pude reunirme con una de las víctimas de esta cruel práctica; Mohammed Eliyan. Eliyan es un abogado de Jerusalén. Es el padre de Bahaa Eliyan, un joven palestino asesinado en 2015 por las fuerzas israelíes.
Conocí a Eliyan en una reunión de las Naciones Unidas en Ginebra, donde él estaba presentando pruebas de la existencia de esta práctica en Israel y Palestina. No es sólo que su casa fuera derribada tras la muerte de su hijo; los soldados israelíes se quedaron con su cuerpo durante 10 meses y revocaron el permiso de residencia de su esposa.