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Las vidas sirias no valen nada comparadas con las nuestras

Ahora, mi dilema personal es: si la comunidad internacional no cambia su actitud, ¿cómo le explico a mi niña pequeña que el valor de nuestras vidas depende de nuestro origen y de dónde vivimos?
Un hombre sirio grita cerca del cadáver de una niña después de que las fuerzas del régimen de Assad realizaran ataques aéreos en Alepo, Siria; el 30 de Noviembre de 2016. (Jawad al Rifai / Agencia Anadolu)

Una conferencia sobre el futuro de Siria iba a celebrarse esta semana en Idlib cuando un ataque aéreo asesinó al menos a 58 personas, la mayoría de ellas niños. El arma empleada parece ser gas sarín.

Idlib ha sido atacada varias veces por el régimen de Assad y su aliada, Rusia, así como por la coalición estadounidense contra el Daesh, ya que la ciudad está prácticamente controlada por Hayat Tahrir Al-Sham, un grupo vinculado a Al-Qaeda.

Tanto Rusia como Siria han negado estar detrás del ataque químico, aunque varios testigos oculares de Khan Sheikoun afirman que los ataques aéreos fueron perpetrados por cazas sirios o rusos.

Las clínicas locales que atendían a los supervivientes también fueron atacadas con cohetes, disparados desde aviones poco después del ataque químico.

El historial de ataques químicos contra el pueblo sirio se remonta décadas, a cuando el padre de Bashar Al-Assad, Hafez, utilizó estas armas para acabar con la oposición en Hama.

Los desplazados internos, que huyeron de los enfrentamientos entre el Ejército iraquí y los terroristas de Daesh, esperan en una fila para recibir ayuda humanitaria en Nínive, Irak, el 29 de marzo de 2017 [Yunus Keleş / Anadolu]

El ataque de hoy pone en duda si el principal criterio de un ataque que se denomine “terrorista” depende de dónde suceda, quiénes sean las víctimas y qué intereses y figuras políticas estén involucradas. Esta sería la única explicación de por qué la comunidad internacional hace oídos sordos a sucesos como el de Khan Sheikoun o el de Mosul oriental, este último ocurrido justo después del atentado en Westminster, Londres.

 

Los medios de comunicación, junto con la mayoría de los políticos que aparecen en los debates inmediatamente después de que ocurra un atentado, se han convertido sin darse cuenta ni pretenderlo en los partidarios más fuertes del terrorismo. Un crimen "normal" no tiene el impacto emocional de un atentado terrorista, que les da a los medios la oportunidad de una mayor cobertura y debate, y a nosotros no da la oportunidad de estigmatizar, juzgar y culpar sin intentar, antes de nada, comprender.

Buscar lo extraordinario de cada atentado y conectarlo a una organización u otra se ha convertido en el objetivo principal. Culpamos a los “otros” de todo. El diálogo de nuestras sociedades multiculturales y globalizadas se ha visto dividido en la retórica de “nosotros” y “ellos”, cuando muchos de nosotros no llegamos a entender a qué se refieren estos dos pronombres.

De manera similar, el lugar del atentado parece tener una gran importancia, ya que todo lo que ocurre dentro de nuestras fronteras suele ser de suma importancia, mientras que lo que sucede en el resto del mundo se trata con indiferencia.

¿Ha trazado alguien un paralelismo entre el atentado en Westminster y los 500 civiles que fueron asesinados en Mosul por un “desafortunado” error que aún no ha sido reclamado oficialmente por la coalición de EEUU? ¿Y entre la bomba de San Petesburgo y los civiles asesinados hoy con armas químicas? Deja que te ahorre la molestia y responda a mi propia pregunta: Cuando se trata de nosotros, es importante, y tenemos que unirnos contra nuestro “enemigo”; pero cuando se trata de “ellos” – son sólo daños colaterales, cifras.

LONDRES, Reino Unido: La policía examina el puente de Westminster después de que un coche atropellara a varias personas el 22 de Marzo de 2017 en Londres, Inglaterra. [Ray Tang / Agencia Anadolu]

Nuestros dobles estándares hacen que nuestros corazones se encojan de tristeza y miedo cada vez que pasa algo en cualquier lugar que definimos como cercano, pero no nos lamentamos por los “otros”.

He aprendido que nuestro mundo se ha vuelto tan interconectado que cualquier acción que emprendemos puede afectar a personas y lugares en los que nunca pensaríamos, y cada acontecimiento, en cualquier parte del mundo, nos afecta, seamos o no conscientes. En cuanto nos demos cuenta, puede que empecemos a comprender que no hay diferencia entre el valor de una vida aquí y allí. Todos compartimos los mismos sueños y esperanzas y nos enfrentamos a los mismos miedos.

Hemos permitido que nos manipulen con la retórica barata de “nosotros” y “ellos”, desarrollándose un círculo vicioso.

Ahora, mi dilema personal es: si la comunidad internacional no cambia su actitud, ¿cómo le explico a mi niña pequeña que el valor de nuestras vidas depende de nuestro origen y de dónde vivimos?

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Doctora en Inteligencia y Seguridad Nacional. La investigación de Andreea se centra en la evolución del terrorismo internacional tras la Primavera Árabe.

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