La novena sesión de las audiencias públicas organizadas por la Comisión Tunecina por la Verdad y la Dignidad ha provocado diferentes reacciones que las sesiones anteriores. Esta sesión se dedicó en gran parte a los testimonios de activistas que vivieron varias fases de la lucha nacional por la independencia, en la que se enfrentaron a la potencia colonizadora francesa hasta el 20 de marzo de 1956, cuando se declaró la independencia de Túnez. La sesión coincidió con la celebración de los tunecinos del 61º aniversario de la independencia de su país.
Todas las sesiones previas de la Comisión provocaron reacciones violentas, sobre todo por parte de partidarios del antiguo régimen y, en especial, del régimen de Ben Ali, que gobernó el país con puño de hierro durante casi un cuarto de siglo. Estos testimonios revelaron los terribles actos perpetrados por el régimen contra sus oponentes, mayoritariamente activistas de la oposición política de diferentes inclinaciones, especialmente activistas de izquierdas e islamistas, así como otros activistas sin afiliaciones políticas como los sindicalistas, intelectuales, independentistas y defensores de la libertad en Internet. Entre las víctimas también hay ciudadanos comunes que fueron privados de su forma de vida o desposeídos de sus bienes por distintas razones, muchas veces aleatorias o inexplicables.
Estas reacciones negativas a las audiencias – generalmente por parte de aliados del antiguo régimen – se basan en varios argumentos. Algunos acusan a los testimonios de estar modificados, mientras que otros consideran que sirven a un adversario político particular (refiriéndose al Partido Ennahda). Algunos argumentan que las audiencias están “alimentando al conflicto”, que son una estrategia para dividir y fragmentar a la sociedad. Algunos han llegado incluso a llevar el tema a los tribunales en varias ocasiones, exigiendo que se detenga la emisión de estas sesiones en el principal canal nacional de televisión y en otros canales, en vista del “gran daño que causa a la paz civil”. Esta iniciativa fue liderada por una abogada que actualmente dirige un partido que afirma ser el más fiel a Ben Ali. De hecho, ella misma fue una gran figura del sistema de propaganda del régimen antes de la revolución.Sin embargo, la ola de reacciones que prosiguió a la sesión más reciente, dedicada a los crímenes que sucedieron durante la lucha por la independencia, no tiene precedentes en términos de cantidad y rango de respuestas.
Esta vez, las reacciones llegaron de partidarios de Bourguiba (el primer presidente de Túnez tras la independencia), y pasaron a incluir a los destourianos (partidarios del partido gobernante de Túnez tras la independencia), partidarios del RCD (el partido gobernante tal y como lo renombró Ben Ali) y partidarios de Nidaa Tounes (el actual partido gobernante). Más tarde, se incluyeron también las de profesores de historia conocidos por su inclinación hacia el antiguo régimen. Algunos de ellos trabajaron incluso como asesores u oficiales de Ben Ali.
Estas respuestas se refieren a un tema considerado “tabú” durante muchos años. Durante décadas, los libros de texto escolares, así como los medios públicos y otros órganos ideológicos del Estado, se han referido a “la sedición Youssefista”. Sin embargo, no han dicho palabra sobre los muchos hechos amargos respecto al asesinato de Saleh ben Youssef y de otros símbolos de la lucha nacional por la independencia, especialmente en su ala árabe nacionalista. Tampoco hablan sobre las terribles olas de tortura que sufrió el país tras la división en la élite que llevó a la lucha por la independencia. La Comisión dio una oportunidad a aquellos que se consideran víctimas para dar sus testimonios.
No creo que el otro bando de este “conflicto”, los vencedores de esa lucha que ocuparon el poder en el país, se consideren víctimas. De hecho, los testimonios y los documentos que los acompañaron podrían demostrar que muchos de ellos fueron recompensados por sus actos. Se distribuyeron las tierras y la mayoría fueron nombrados como altos cargos en instituciones del nuevo Estado tunecino. También se beneficiaron de todos los beneficios posibles. Lo más importante es el monopolio del título de “patriota”, mientras que etiquetaban a sus oponentes como “traidores”. Algunos de los que testificaron en la última audiencia pública insistieron en que deberían ser absueltos de esta etiqueta.
Independientemente de la validez de estas cuentas, la Comisión no es un organismo académico encargado de documentar resultados y confirmar hechos. Ese es el deber de los historiadores, a los que la Comisión les ha dado una oportunidad de oro única para examinar e investigar la historia. En mi opinión, estas reacciones tienen un objetivo – interrumpir el proceso de justicia de transición y frustrar su intento de enterrar la verdad.
Algunos de estos críticos creen que remover la historia de Túnez amenaza la unidad nacional de un país que todos los indicadores sugieren que está al borde de la fragmentación – como si nada lo uniese después de la revolución – una sociedad dividida incluso respecto a su bandera, su himno nacional, su historia, su pasado y, sobre todo, su futuro. Otros creen que agitar las bases de la nación construidas con Bourguiba podría llevar al colapso. Algunos piensan que el mayor beneficiario de este proceso es el Partido Ennahdha, y que la forma de vida tunecina establecida por Bourguiba será cuestionada en un contexto en el que la flacidez intelectual del proceso de modernización puede acabar con sus logros. Consecuentemente, muchos de ellos se apresuraron al mausoleo de Bourguiba para recibir sus bendiciones y buscar refugio en él.
Quizás este temor es una de las estrategias diseñadas para poner al Partido Ennahdha en una situación dificultad y, una vez más, ponerlo a la defensiva. Esta estrategia ha dado sus frutos. Durante las celebraciones del partido por el Día de la Independencia Nacional, hay que destacar que, por primera vez, se vieron fotografías de Bourguiba en la sede del partido. Este desconcertante precedente puede ser el resultado tanto de una audaz revisión intelectual o del miedo a ser acusados de “no ser modernos”.
Está claro que muchos tunecinos no quieren ver su propia imagen, ya que el espejo de la historia revelaría sus muchos defectos y cicatrices, que han intentado ocultar y maquillar.