El presidente estadounidense Donald Trump ha conseguido lo que quería; una oportunidad para ser comandante en jefe. Pero, ¿realmente alguien cree que un ataque militar sin ningún objetivo político claro contra el presidente Assad, por muy deplorable que él sea, traerá algo positivo? ¿Desde cuándo la intervención militar de EEUU supone alguna mejora?
No estoy en contra de las intervenciones militar per se. Ninguna persona realista lo está cuandop se haba de geopolítica. Pero es absurdo pensar que la acción militar mejorará algo si no tiene un objetivo político claro y, lo más importante en el caso de Siria, indicando exactamente cuáles son las prioridades políticas.
El ataque con misiles a un aeródromo sirio, lugar que el gobierno de Trump cree que es desde donde se lanzó el ataque químico, “pretendía disuadir al régimen de volver a utilizar armas químicas”, según el Pentágono.
La implicación de este comunicado parece ser que Estados Unidos no se ha tomado en serio la política genocida de Assad durante los últimos seis años hasta que se ha producido el ataque químico del martes. El mensaje está claro: “masacra a los sirios, pero no con armas químicas.”
“El ataque es temerario y, en gran parte, ineficaz, pero hace que los legisladores estadounidenses se sientan bien con ellos mismos. En el peor de los casos, profundiza una guerra que Estados Unidos no tiene ni idea de cómo poner fin”, declaró el premiado escritor musulmán Moustafa Bayoumi en The Guardian, tras cuestionar el súbito cariño de Trump por los niños sirios, a los que prohibió la entrada a su país hace tan sólo unas semanas.
Ahora que Trump ha aumentado la acción militar, tiene que decir cuáles son sus objetivos, dado que hace unos pocos días anunció que la expulsión de Assad ya no era una prioridad de EEUU.
Es cierto que el conflicto sirio es extremadamente complejo, pero, más allá de las complejidades, siempre ha habido dos escenarios políticos: una Siria con Assad como presidente o una Siria sin Assad como presidente.Estados Unidos aún no parece saber qué quiere, en términos de un resultado político, y este cambio constante de prioridades entre, por una parte, querer derrotar al Daesh y, por otra, cambiar el régimen, ha creado seis años de un ‘sangriento’ estancamiento.
Sin duda, un rápido fin de la guerra sería el mejor resultado.
La realidad es que Assad es una de las principales razones por las que existe el Daesh: la supervivencia de Assad se ha basado en la amenaza del Daesh y el rápido ascenso del Daesh se ha basado en la permanencia en el poder de Assad.
Desgraciadamente para los 12 millones de desplazados sirios y para el medio millón que ha muerto, Obama y Occidente decidieron que la banda terrorista takfirí planteaba una mayor amenaza que un terrorista con un ejército, que se ceba con el pueblo sirio con armas químicas.
Occidente hizo la elección de priorizar la amenaza del Daesh por encima de la amenaza de Assad, a pesar de que Assad ha sido siempre, en mi opinión, la mayor amenaza para el pueblo sirio. Volvieron a la fórmula de confianza en la estabilidad antes que en los derechos humanos.
De momento, no hay mucho que sugiera que los cálculos políticos estadounidenses hayan cambiado. ¿Cuál es el objetivo final? ¿Ahora los sirios tienen que creer que las prioridades de EEUU han cambiado de nuevo, y que ahora el cambio del régimen será una mayor prioridad que la expulsión del Daesh?
Había, y sigue habiendo, una tercera forma: derrotar al Daesh y expulsar a Assad no tienen por qué ser mutuamente excluyentes. Sólo se consideró así cuando Occidente empezó a creerse su propia propaganda e infló la amenaza de los grupos terroristas a niveles injustificados, sobre todo teniendo en cuenta que Assad es responsable de más actos de terrorismo que todos los terroristas de la región.
No era descabellado perseguir un objetivo político doble: derrotar al Daesh y expulsar a Assad sin dudar y sin priorizar ninguno. Ambos, Daesh y Assad, están conectados simbióticamente.
No es fácil encontrar otra cosa que hubiese motivado más la determinación de Assad que saber que todo lo que tenía que hacer era esperar a que el Daesh se convirtiera en una amenaza, y después esperar a que Occidente cambiara sus prioridades políticas. Así, su expulsión pasó a un lejano segundo puesto después de la derrota del Daesh.
Ahora, Estados Unidos está enfrentado a ambos bandos en Siria al mismo tiempo. Ataca al Daesh con aviones americanos al igual que a las fuerzas aéreas de Assad. En ninguna cabeza cabe que esta sea una estrategia coherente. Quizás sea un comienzo contundente para Trump, pero terminará siendo menos astuto si, como su predecesor, no encuentra ninguna solución política que ofrecer a Siria.