En los últimos dos meses el mundo ha sido testigo de atentados verdaderamente crueles y de la pérdida masiva de vidas inocentes. El 22 de Marzo, cuatro personas fueron asesinadas en Londres cuando un coche se precipitó contra la acera del Puente de Westminster y su conductor apuñaló a un policía enfrente del parlamento; otra víctima cayó al Támesis por el impacto. El pasado viernes, otras cuatro personas murieron cuando un camión arrolló a una multitud a las puertas de un centro comercial en el centro de Estocolmo; otras 15 resultaron heridas.
También en Marzo un ataque aéreo estadounidense asesinó a 50 personas mientras éstas rezaban en una mezquita cerca de Alepo, Siria; ahora el Pentágono ha admitido que las fuerzas estadounidenses fueron responsables de un ataque aéreo en la ciudad iraní de Mosul en el que murieron 200 civiles. Mientras tanto, Siria fue víctima de un ataque con armas químicas que acabó con la vida de más de 80 personas en Jan Sheijun; después, un avión de combate de fabricación rusa bombardeó el hospital en el que se trataba a las víctimas. El Domingo de Ramos, Egipto sufrió dos ataques terroristas simultáneos en dos iglesias – una en Alejandría y otra en Tanta – que mataron a casi 50 personas.
A medida que el mundo se esfuerza por comprender la devastación causada por esta serie de ataques brutales a tanta velocidad, es natural que esperemos una respuesta de los líderes mundiales. Después de todo, los terroristas han matado a muchas personas inocentes, y cualquier medida ha de tener como núcleo la protección de los civiles.
Es cierto que ya se han producido firmes declaraciones. Tras el atentado de Westminster, la primera ministra británica, Theresa May, pronunció un discurso bastante predecible acerca de nuestro deber de proteger los valores que representa el Parlamento: democracia, libertad, derechos humanos y el estado de derecho. Pero, ¿se corresponden sus acciones con sus palabras?
May esperó apenas una semana tras los asesinatos de Westminster para viajar a Arabia Saudí para fortalecer la relación con el reino del Golfo. Insiste en que la información compartida entre su gobierno y Riad es vital para las acciones anti terroristas, pero habló menos de cómo el régimen saudí utiliza la tortura, confesiones forzadas, pena de muerte y ejecuciones de crucifixión (así como decapitaciones públicas).
De hecho, los oficiales de la policía británica no sólo han enseñado a sus compañeros saudíes técnicas de investigación que conllevan el abuso de los derechos humanos de los detenidos; sino que el gobierno de May también respalda los ataques aéreos saudíes en Yemen, que han matado a cientos de civiles. Reino Unido ha aprobado la venta de armas a Riad por valor de unos 3.300 millones de libras desde que empezó la campaña aérea de Arabia Saudí en 2015.
Cuando llegó a Estados Unidos la noticia de los atentados del Domingo de Ramos en Egipto, el presidente Donald Trump llamó a Abdel Fattah Al-Sisi para reiterar su apoyo al presidente egipcio en su lucha contra el Daesh; también expresó su confianza en el compromiso de Sisi de proteger a todos los egipcios, incluidos los cristianos. El mismo Donald Trump que ordenó que se dispararan casi 60 misiles sobre una base aérea siria en respuesta al ataque químico de Assad, abogaba abiertamente por un régimen responsable de matar al menos a 1.000 manifestantes pro-democracia en un solo día en 2013, y de encarcelar a otros 60.000 desde entonces.
Como respuesta a los atentados en las iglesias, Sisi ha implementado un estado de emergencia de tres meses en Egipto. Esto otorga a las autoridades egipcias el poder de juzgar a sospechosos de terrorismo en tribunales especiales que requieren pocas pruebas y donde no tienen derecho de apelación. La ley de emergencia ayudará a atrincherar y ampliar las vastas potencias que el ex mariscal de campo ya tiene, incluyendo su capacidad de censurar periódicos y comunicaciones electrónicas.
Dejando a un lado los ataques en Alepo y Mosul, Estados Unidos también es responsable de una terrible destrucción en Oriente Medio en las últimas semanas. La ONG Airwars registra las víctimas civiles en Irak, Libia y Siria. Ha declarado que los ataques aéreos de la coalición estadounidense han matado a casi 1.000 civiles en Irak y Siria en Marzo. “Estas cifras de víctimas son comparables con algunos de los peores períodos de la actividad rusa en Siria”, concluye la ONG. Trump también ha autorizado la disminución de las restricciones a los ataques aéreos antiterroristas en Somalia, que se implantaron para evitar víctimas civiles.
El Consejo de Seguridad de la ONU no está logrando responsabilizar a los líderes internacionales de las muertes de los civiles. Hace poco, Rusia utilizó su séptimo veto en la ONU para proteger al gobierno sirio de una resolución que hubiese impuesto sanciones en Damasco por el supuesto uso del régimen de armas químicas; China también vetó la propuesta. Aunque esto no debería sorprendernos, ya que el Consejo de Seguridad siempre ha albergado lealtades divididas, con cada país protegiendo a sus aliados; por ejemplo, Estados Unidos ha vetado docenas de resoluciones críticas con Israel.
A los miembros del G7 tampoco les ha ido mucho mejor. Boris Johnson, ministro británico de exteriores, intentó utilizar la cumbre en Italia de esta semana para reunir apoyo para las sanciones contra altos funcionarios rusos, pero no lo consiguió, ya que los aliados europeos le advirtieron de que las sanciones tendrían que esperar hasta que se hubiese realizado una investigación completa sobre el ataque químico. Por su parte, el propio Johnson parece haber cambiado su posición sobre Assad; en 2015, escribió un artículo en el que sentía “alegría” cuando el ejército sirio recuperó el control de Palmira, y sugirió que Reino Unido debería trabajar con Putin y Assad – “el diablo” – para combatir al Daesh. Esta semana ha cancelado un viaje planeado a Moscú por las tensiones sobre Siria.
La buena relación con Moscú ya no es importante para Reino Unido, ya que Trump – un aliado clave – ya no considera tan importante la relación con Rusia. Lo demostró cuando ordenó los ataques con misiles en Siria, país aliado de Rusia. La entrada y salida de alianzas con distintos líderes para adaptarse a unos nuevos intereses no es una táctica nueva, pero, considerada junto a la enorme pérdida de vidas inocentes que ha sufrido el mundo estas últimas semanas, su hipocresía nos sigue sorprendiendo.
La respuesta de nuestros líderes mundiales e instituciones internacionales ha sido contradictoria e ineficaz. De hecho, su confusión y sus dobles estándares son una gran parte del problema; cuando nuestros líderes operan sin integridad, no hay muchas esperanzas de acabar con la violencia estatal y terrorista que arrebata vidas inocentes en todo el mundo. En estos tiempos de terrorismo global y Estados que utilizan medios violentos para imponer su visión en los asuntos internacionales, está claro que los líderes mundiales ponen a sus aliados e intereses por delante de las vidas de civiles inocentes.