A medida que se suceden las reacciones a los nuevos estatutos de Hamás parece que hay un hecho importante que ha sido omitido –o que ha sido relegado a un segundo plano– y es la relación del grupo islamista palestino con Irán.
Conocidos desde hace tiempo como buenos colaboradores, la relación entre Irán y Hamás atravesó enormes tensiones tras la decisión del segundo de apoyar la revolución siria en 2012. Desde la perspectiva iraní, esto fue un duro golpe, en tanto socavaba la credibilidad del llamado “Eje de la Resistencia”, reduciéndolo a un bloque sectario exclusivamente chií. En los años siguientes, a pesar de informes fidedignos que hablaban de un reacercamiento parcial, ambas partes han fracasado en recuperar una relación estable.
Los nuevos estatutos de Hamás tienen potencial para exacerbar la crisis entre los dos actores, al tildar la dura posición de la República Islámica respecto al conflicto palestino-israelí de extremista y totalmente irrealista. No obstante, en el largo plazo, la renovada posición de Hamás tiene el potencial de moldear, dar forma y dar un giro a la actitud general de Irán respecto al Estado de Israel.
Una respuesta calculada
Oficialmente, la República Islámica de Irán no ha reaccionado a los nuevos estatutos de Hamás. En su lugar –y quizás jugando a la confusión– el ministro de exteriores iraní, Mohammad Javad Zarif, felicitó a Ismail Haniyeh por su ascenso como líder del brazo político de Hamás.
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Sin embargo, los expertos iraníes no han tardado mucho tiempo en examinar las consecuencias del nuevo documento político. En un artículo para la web de la diplomacia iraní, el experto iraní en Oriente Medio Saber Golambari lleva a cabo un análisis detallado de los nuevos estatutos de Hamás.
Golambari critica el análisis selectivo y las conclusiones preciptadas de otros analistas, presumiblemente haciendo referencia a uno realizado por un antiguo diplomático iraní que acusaba a Hamás de querer complacer a los Estados árabes. La conclusión de Golambari es que el nuevo documento político permite a Hamás mantener sus principios ideológicos mientras aplica una mayor flexibilidad en términos de métodos y de enfoque general respecto a diferentes asuntos.
Este es un aspecto importante, que además parece tener relación con la buena recepción internacional de los nuevos estatutos, afianzada en una mayor aceptación de la legitimidad de Hamás. En resumen, su argumento es que Hamás necesita salir de su aislamiento y comprometerse seriamente con la diplomacia internacional, y los nuevos estatutos –que a diferencia de los anteriores no pueden ser reducidos a un mero panfleto antisemita– permiten a Hamás hacerlo.
Desde un punto de vista politológico, y en términos sencillos, nada de esto es particularmente reconfortante para los estrategas y políticos iraníes. Irán necesita mantener a Hamás dentro del susodicho “Eje de la Resistencia”, al menos a nivel retórico. He aquí el porqué los líderes y oficiales iraníes han estado especialmente comedidos en relación a la ruptura entre Hamás y Damasco. Si uno escucha los medios oficiales iraníes tiene la impresión de que Hamás sigue siendo un fuerte aliado de Irán, alineado con los principios fundamentales del bloque de la “Resistencia”.
¿Un viraje político?
Aún cuando Hamás se ha negado a reconocer a Israel, la aceptación pragmática de las fronteras de 1967 supone un reto a la postura iraní respecto al conflicto palestino-israelí. Irán no reconoce ninguno de estos límites y está oficialmente comprometido con reivindicar la soberanía de Palestina sobre todo el territorio que comprende actualmente Israel.
La República Islámica es criticada a menudo por parecer más “palestina” que los propios palestinos, y el desplazamiento de Hamás hacia el centro acentúa ahora más que nunca dicha percepción. Los políticos iraníes deberán, a su debido tiempo, tratar dicha anomalía, especialmente si los nuevos estatutos de Hamás generan más aceptación internacional de la esperada, y motivan así al grupo islamista a acercarse incluso más hacia el centro del espectro político.
Imagen de archivo de milicianos de Hezbollah
El viraje político iraní –sin reconocer a Israel, en ningún caso– puede tornarse inevitable si Hamás supera la brecha con Fatah y propone la creación de un frente unido palestino. En este escenario, si se adhiere a su posición radical, la República Islámica se arriesga a perder su influencia política sobre determinadas facciones palestinas clave.
Sin embargo, la verdadera dificultad para Irán deriva del hecho de que su posición en relación al conflicto palestino-israelí está englobada en una lucha más amplia en contra de Israel.
Por ello existe una conexión levantina más amplia, representada en la alianza estratégica con Siria y en la financiación de Hezbolá y otros movimientos del Líbano. A nivel retórico, esta alianza encuentra su expresión en la narrativa del“Eje de la Resistencia” –que se enmarca a su vez como una forma de contrarrestar las políticas regionales de EE.UU. e Israel–.
No obstante, la cuestión de Irán con Israel va incluso más allá de esto, en forma de conflicto bilateral. A pesar de haberse enfrentado de manera indirecta en muchas ocasiones, ambas partes han chocado de manera frontal varias veces, especialmente en el campo de la inteligencia, con Israel siendo acusado de asesinar científicos nucleares iraníes y con Irán supuestamente asesinando a diplomáticos israelíes en respuesta a estos ataques.
Mientras la República Islámica plantea este conflicto en términos ideológicos por medio del discurso antisionista, en términos prácticos es un conflicto estratégico estimulado por una amplia gama de intereses y posiciones contrapuestas. En definitiva, Irán no puede –de manera creíble– modificar su posición respecto al conflicto palestino-israelí sin al menos replantear su propio conflicto con Israel.
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