Aparecer en una importante y bien publicitada plataforma puede hacerte parecer genial ante la opinión pública. Esta es una máxima convencional que es raramente ignorada por aquellos que buscan confundir al público. El vestido que llevaba la ministra de cultura israelí la semana pasada durante el festival de de cine de Cannes es un ejemplo de ello. La cuestión es que la vestimenta provocó una tormenta de críticas, pues estampado con imágenes de la ciudad vieja de Jerusalén, ocupada por Israel durante 50 años. La propia ministra sirvió en el ejército de los ocupantes, como oficial al mando y portavoz del mismo. El vestido revelaba así la lógica de una propaganda que intenta convencer al mundo con todos los medios al alcance de que Jerusalén es israelí.
Sin embargo, la ministra en cuestión, Miri Reguev, se ha visto atrapada por los nuevos tiempos, en los cuales las reacciones del público no pueden ser controladas a través de unos medios dóciles y de la represión –como la que aplica Israel contra los reporteros palestinos–. Los medios para mostrar las opiniones y la capacidad creativa del público fueron limitados hace medio siglo, cuando el ejército de Israel penetró en la ciudad vieja de Jerusalén y sus líderes pusieron en marcha toda una maquinaria propagandística para mostrarse como grandes conquistadores ante el mundo. Las redes sociales y los smartphones seguían formando parte de un futuro inimaginable, con lo que la propaganda israelí puedo diseminarse con facilidad, con muy pocos obstáculos, para engañar al mundo. Israel expandió su narrativa y llenó las mentes de los ciudadanos del mundo con percepciones románticas sobre “la mejor ocupación de la historia”.
La realidad a cambiado mucho desde entonces. El mundo está ahora viendo, oyendo y manteniéndose al día de lo que ocurre en todo el mundo como nunca antes había ocurrido. Tenemos la habilidad de interactuar con eventos que ocurren al otro lado del globo terráqueo, y entre nosotros, permitiendo al público pensar de manera crítica y responder en consecuencia. Tan pronto como la ministra de extrema derecha hizo su aparición enfundada en su particular vestido, desencadenó una oleada de criticismo creativo que respondió desde todos los rincones del planeta. Versiones increíbles del vestido aparecieron una tras otra, algunas mostrando un gris muro de cemento, otras la imagen de una afligida mujer palestina y otros elementos semejantes relacionados con el día a día de la ocupación militar de Israel.
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Las redes sociales se llenaron de dichas creaciones, demostrando el alto nivel de sensibilización mundial de la cuestión de Palestina. Regev debe saber ahora que, en la actualidad, ya no es posible enviar burdos mensajes políticos mediante un vestido en un festival de cine, ni tampoco embellecer con un poco de maquillaje lo que no es sino una brutal régimen de ocupación. Intentar embellecer la espantosa ocupación de Palestina por parte de Israel en la mismísima alfombra roja es definitivamente algo imposible a día de hoy.
Lo que el vestido no puede ocultar es la longitud de su historial de justificaciones de crímenes de guerra en su anterior posición como portavoz del ejército. Y lo que es más, no intenta ocultar ni su extremismo ni sus comentarios racistas. A lo largo de su carrera política, ha realizado una serie de declaraciones racistas acerca de los palestinos, así como acerca de las personas no blancas, a las que se refiere como “un cáncer”. Posteriormente pediría disculpas a los pacientes de cáncer por su analogía pero no a aquellos que fueron blanco de tan derogatorio comentario. En un programa de televisión en 2012 incluso llegó a jactarse de su racismo, diciendo que estaba “orgullosa de ser una fascista”.
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La aparición de la ministra israelí en el festival de Cannes trajo consigo su larga historia como oficial en un ejército de ocupación que ha cometido numerosas atrocidades y el cual ha derramado sangre del mismo color que la alfombra sobre la que circulan las estrellas de cine. No obstante, el historial de Miri Regev y la realidad de la brutal ocupación de Israel tienen una cosa en común: no pueden ser enmascarados o embellecidos en la nueva edad de las redes sociales, del activismo y de la sensibilización de la ciudadanía.