Como si durante la noche hubiera sido transformado en un político de carrera, el viaje de 27 horas de Donald Trump a Israel ha dejado a muchos analistas totalmente desconcertados.
Citando al anterior consejero israelí, Mitchell Barack, el New York Times se refirió a Donald Trump como el “Liberace” de los líderes mundiales, en referencia al extravagante pianista Wladziu Valantino Liberace, conocido como “Sr. Espectáculo”, y que en sus tiempos llegó a ser –a lo largo de las exitosas cuatro décadas que duró su carrera–, el artista mejor pagado del mundo.
El New York Magazine Online, por su parte, citó al ex embajador de EEUU en Israel, Dan Shapiro, intentando descifrar a la supuestamente complicada personalidad de Trump. “O la visita de Trump estuvo carente de contenido o está siendo particularmente sutil plantando las semillas para unas futuras negociaciones”, afirmó Shapiro en Twitter. Los medios liberales estadounidenses, que se han destacado enormemente en muchas ocasiones al atacar a Trump –incluyendo ataques a su familia, sus formas, sus palabras o su mero lenguaje corporal– se volvieron de repente mucho más sobrios y respetuosos en su análisis de su viaje a Israel y de su breve expedición a Belén para reunirse con Mahmoud Abbas. “El discurso del Sr. Trump en el Museo de Israel fue muy amistoso y considerado con la sensibilidad de los israelíes”, informaba el New York Times, “tanto que un parlamentario israelí de extrema derecha lo describió como “profundamente representativo” de "la narrativa sionista”.
Las sensibilidades palestinas, sin embargo, no fueron siquiera tenidas en cuenta, ni por Trump ni por el New York Times y otros medios mayoritarios.
El Washington Post, por su parte, siguió encontrando fallas, pero ciertamente no por la ausencia de imparcialidad de Trump o por su incapacidad para criticar la ocupación y los abusos de Israel.
A pesar del hecho de que Trump ha, de hecho, asumido completamente la narrativa sionista –concretamente la versión de extrema derecha de la misma– (no hizo referencias al Estado palestino, por ejemplo), se siguió quedando corto. Su actuación en el Museo Nacional del Holocausto (Yad Vashem) no impresionó a nadie.
Max Bearak escribió en el Post que “la dedicatoria de Trump en el libro de visitas del Museo Nacional del Holocausto fue extrañamente divertida, dirigida a sí mismo y escrito en su propia caligrafía y con mayúsculas: 'ES UN GRAN HONOR ESTAR AQUÍ CON MIS AMIGOS – ALUCINANTE, NUNCA LO OLVIDARÉ!”. Bearak consideró dichas palabras y el estilo empleado en su escritura un tanto ofensivos, especialmente si lo comparamos con las reflexivas palabras de su predecesor, Barack Obama.
A diferencia de él, Obama escribió un mensaje considerablemente más largo, en el que se decía, entre otras cosas, que “en un tiempo de grandes riesgos y promesas, guerras y conflictos, somos bendecidos con el poderoso recordatorio del enorme potencial del hombre para hacer el mal, pero también de nuestra capacidad para resurgir de la tragedia y rehacer nuestro mundo”.
Ni entonces ni ahora, se molestó el Washington Post en analizar el contexto histórico en que dicho escrito fue realizado ni investigó la hipocresía en todo el asunto. Si hubieran preguntado a los palestinos habrían encontrado una interpretación totalmente distinta de las palabras de Obama.
De hecho, a donde sea que miran los palestinos, se encuentran con “el enorme potencial del hombre para hacer el mal”: un muro de segregación israelí de más de 400 kilómetros construido en su mayor parte atravesando su tierra, y una opresiva ocupación militar, con la que se controla cada uno de los aspectos de sus vidas. Ven cada día como las más sagradas de sus ciudades, Belén y Jerusalén –que sigue ocupada– se ven sometidas por una enorme fuerza militar, miles de sus líderes están encerrados en prisión, muchos sin cargos ni derecho a juicio. Ven un asedio y una guerra que nunca terminan, muertes diarias, y destrucción sin sentido.
Pero dado que nada de esto importa para la narrativa sionista, tampoco importa a la mayoría de medios de EE.UU.
Sin embargo, la visita de Trump a Israel, aunque corta, fue una verdadera obra maestra del Liberace de la política mundial, si bien no hace falta ser un genio para percatarse de ello.
Desde una perspectiva de los medios de masas estadounidenses, para ser considerado suficientemente “presidenciable”, un candidato debe estar comprometido con tres políticas fundamentales: privilegiar a las élites económicas, ser diestro para la guerra y apoyar de manera incondicional a Israel.
Hasta ahora, los medios estadounidenses, que sí que han mostrado diferentes opiniones respecto a alianzas políticas y que en general han atacado la presidencia de Trump, le han apoyado en dos ocasiones: cuando mandó bombardear Siria y en su visita a Israel. Irónicamente, Trump ha sido juzgado en numerosas ocasiones por carecer de criterio, y su viaje a Israel puede que sea la menos sustanciosa y la más divisoria de sus actuaciones. Sin embargo, el hecho de que reiterara que sus prioridades eran las mismas que las de Israel fue suficiente para que los medios le dieran una oportunidad. Su veredicto colectivo parece haber reconvertido la “falta de sustancia” de Trump en “sutileza” en su estilo de hacer política.
Los medios israelíes, muchas veces mucho más críticos con el gobierno de Israel que los de EE.UU., necesitaron continuar con esta “democrática” tradición, pero la desvergonzada actitud de Trump les dejó poco espacio para la crítica. El normalmente impulsivo Trump, se ciñó esta vez al guión y repitió una y otra vez un discurso ensayado y emitido al pie de la letra.
No obstante, Josefin Dolstein insistió en ser puntillosa y escribió “Los 7 momentos incómodos de la visita de Trump a Israel” para el Times of Israel. Uno de estos momentos incluía estas hilarantes (y jugosas) palabras: “'Promover la posibilidad de un “melocotón” duradero entre Israel y Palestina. Sí, lo pillamos –quería decir “paz”, pero quién es él para decir que ambas partes no puedan ponerse de acuerdo alrededor de semejante y deliciosa fruta?”
Para los palestinos, no debe ser fácil encontrar el sentido del humor en estos tiempos tan difíciles. Cientos de sus presos, incluido su líder más popular, Marwan Barghouti, estaban llevando a cabo una prolongada y peligrosa huelga de hambre para demandar un mejor trato en las cárceles israelíes, más horas de visitas con sus familias y el fin de las detenciones arbitrarias.
Y lo que es aún más significativo, el día en el que Trump –junto al Primer Ministro Benjamín Netanyahu, instruyó a los palestinos acerca de la paz, la joven de 17 años Tuqua Hammad recibió varios disparos por, supuestamente, haber lanzado piedras contra vehículos militares israelíes a la entrada de su pueblo, Silwad, cerca de Ramala.
Tuqua “recibió disparos en sus extremidades inferiores y las fuerzas israelíes impidieron que una ambulancia palestina accediera a la zona para tratarla”, informaba la agencia de noticias Ma'an. A unos pocos kilómetros de allí, Trump estaba escribiendo sus impresiones en el Museo Nacional del Holocausto. Desgraciadamente, no satisfizo las expectativas del Washington Post pues, a diferencia de Obama, no fue suficientemente conmovedor en su estilo y uso del lenguaje. La ironía de toda la historia es obvia, pero los medios estadounidenses no pueden verlo, pues parece que ellos también están siguiendo un guión, en el cual los derechos de los palestinos, su dignidad y su libertad son raramente mencionados.