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Trump fomenta el caos en Oriente Medio

Los manifestantes marchan contra el "Muslim Ban" en Nueva York, Estados Unidos el 4 de Febrero de 2017 [Alisdare Hickson / Flickr]

En su primer “discurso histórico frente al mundo islámico”, el presidente estadounidense Donald Trump habló sobre la “batalla entre el bien y el mal”, señalando que, desde el Líbano a Irak y hasta Yemen, “Irán financia, arma y entrena a terroristas, milicias y otros grupos extremistas que propagan la destrucción y el caos por toda la región”.

De hecho, el caos es una de las principales características del Oriente Medio actual. Según datos del Departamento de Estado de EEUU, los “incidentes terroristas” han aumentado en un 6.500% desde que George W. Bush inició la “Guerra contra el Terror” en 2011. La mitad de estos “incidentes” se registraron en Afganistán y en Irak.

La invasión estadounidense de Irak en 2003 sigue siendo considerada, con razón o sin ella, como “otra consecuencia del 11S”, a pesar de que 15 de los 19 secuestradores que chocaron los aviones contra las Torres Gemelas provenían de Arabia Saudí, el país al que Washington le acaba de vender 110.000 millones de dólares en armas y que, dentro de los planes de Trump, debería representar a la potencia líder de una nueva organización “anti-islamistas” (“OTAN Árabe”): la “Organización del Tratado de Oriente Medio (METO)”.

Hay que aclarar que la invasión estadounidense de Irak – que, históricamente, representó un muro de contención frente a la extensión de la influencia iraní en la región – no tuvo mucho que ver con el 11S, sino mucho más con el objetivo de dotar a Washington de un gran aliado estable y productor de petróleo “como prevención ante el futuro incierto de la Casa de Saúd”.

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Las decisiones de expulsar al régimen de Saddam Hussein y de la no intervención de Estados Unidos en la guerra de Siria fueron percibidas por Arabia Saudí como una ayuda indirecta a las estrategias de Irán. En los últimos seis años, como consecuencia, en gran parte, Riad – cuyo poderío militar supera con creces el de Teherán – ha invertido una gran cantidad de recursos en la oposición contra la creación de cualquier gobierno o partido que, en el mundo árabe, pudiese haber representado una alternativa creíble al “modelo saudí”. Esto también explica la decisión de Riyadh de apoyar al ejército egipcio en el golpe de Estado contra el presidente elegido democráticamente, Mohamed Morsi, quien era miembro de los Hermanos Musulmanes.

Con esto en mente, además de la creciente importancia de Irán en la región, podemos relacionar una lucha por el nuevo equilibrio de poder y la continuación de algunas de las muchas guerras por el poder en Oriente Medio.

Aun así, la relación entre Arabia Saudí e Irán – una teocracia en la que la gente puede votar y las mujeres pueden conducir – no siempre ha sido tan tensa como hoy en día. Durante mucho tiempo, ambos países compartieron varios intereses comunes, incluidos culturales y económicos.

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y el rey saudí, Salman bin Abdulaziz Al Saud, asisten a la cumbre árabe-islámica de Arabia Saudí el 21 de mayo de 2017 [Bandar Algaloud / Consejo del Reino de Arabia Saudí / Agencia Anadolu]

Las cosas cambiaron como consecuencia de la Revolución Islámica de 1979 – en gran parte arraigada en el golpe de Estado dirigido por la CIA en 1953 para expulsar al primer ministro Mohammad Mossadeq, elegido democráticamente – cuando fue derrocado el régimen del Shah de Reza Pahlavi.

Fue entonces cuando Arabia Saudí decidió dar una connotación sectaria a la rivalidad entre los dos países, como respuesta a lo que Riyadh percibió como una amenaza contra sus intereses nacionales. De hecho, Ayatollah Khomeini se había presentado a sí mismo como el líder de todos los musulmanes (no solo los chíitas), desafiando así la legitimidad de Saúd y su papel como “guardianes del Islam” y de sus lugares sagrados. Riyadh se comprometió a estigmatizar la revolución como “herética” y “puramente chíi”.

Detrás de las aparentes diatribas religiosas había, por lo tanto, consideraciones prácticas encaminadas a elaborar un orden regional más favorable y a neutralizar cualquier posible desestabilización interna.

Todo esto nos lleva de vuelta a Trump en Riyadh y a su retórica sobre la “batalla entre el bien y el mal”. Puede un parecer un dejà-vu de la era de George W. Bush, pero, esta vez, el objetivo no declarado es construir una “coalición sunní” que frene al “bloque chíita” – también respaldado por Rusia, cuyas ventas de armas a la región MENA (Oriente Medio y Norte de África) ascendieron a 12.700 millones de dólares desde 2006 a 2015 – y fomentar los intereses de la única potencia nuclear de Oriente Medio (Israel).

Esta “visión” se implementará, probablemente, inundando a la región con armas, producidas en gran parte en Estados Unidos y en países de la ONU y contrabandeadas principalmente a través de los Balcanes y los puertos del Mar Negro. El movimiento de muchas de estas armas – que, según Robert Stephen Ford, embajador de la ONU en Siria de 2011 a 2014, es coordinado por la CIA, Turquía y los Estados del Golfo desde centros en Jordania y Turquía – también seguirá siendo utilizado por miembros de Ansar Al-Sham, Jabhat Al-Nusra (afiliado a Al-Qaeda), Daesh y otros grupos terroristas.

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Washington, responsable de un 33% de las ventas de armas globales, necesita recuperar la diplomacia y abandonar de una vez por todas la idea de que los regímenes locales y las transacciones de armas por 110.000 millones de dólares son parte de la solución y no del problema. Cualquier “plan” genuino para luchar contra los “grupos terroristas islámicos” y para reducir el atractivo y la interferencia de Irán en Irak, Líbano, Libia, Siria y Yemen pasa primero a través de esto.

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Lorenzo Kamel es becario Marie Curie en el Instituto de Estudios Avanzados de la Universidad de Friburgo (FRIAS), donde es especialista en historia moderna de Oriente Medio. También es Senior Fellow en el Istituto Affari Internazionali (IAI) y profesor asociado en el Centro de Estudios de Oriente Medio de la Universidad de Harvard (CMES), donde trabajó como becario postdoctoral durante dos años. Ha publicado seis libros sobre asuntos de Oriente Medio y el Mediterráneo, entre ellos "Imperial Perceptions of Palestine: British Influence and Power in Late Otoman Times", ganador de la sección académica de Palestine Book Awards 2016

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