Poco después de que la crisis entre Qatar y sus vecinos provocara un giro sin precedentes en la historia de las relaciones del Golfo, algunos tunecinos se apresuraron a expresar sus posturas, caracterizadas por la venganza y la falta de buen juicio. Algunos llegaron a minar directamente los intereses estratégicos de Túnez. Varios intelectuales intercambiaron acusaciones de ser mercenarios para algún Estado del Golfo. Esta misma enfermedad también se ha contagiado entre los políticos, que han visto una oportunidad de eliminar a sus oponentes de una vez por todas, esperando poder heredar sus posiciones en un país que aún es frágil. Estas reacciones son desafortunadas, vergonzosas e indignas de una élite que (gracias a una serie de acontecimientos imprevistos) tienen la responsabilidad de gestionar una transición en un país que el mundo ha elogiado después de haber logrado derrocar a un régimen autoritario.
La mayoría de las noticias que circulan ahora mismo tienen una veracidad cuestionable, en medio de una plétora de rumores e invenciones. Sin embargo, aún existe cierto grado de racionalidad que ha permitido que, de momento, esta compleja situación se haya gestionado con calma. La actual crisis del Golfo ha comenzado en un momento en el que Túnez todavía está tratando de reestructurar sus relaciones con todos los miembros del Consejo de Cooperación del Golfo. Aunque el grado de respuesta varió de un Estado a otro, los esfuerzos del presidente tunecino no resultaron en vano y ha conservado sus lazos con todas las partes.
Cuando se tomó la última serie de terribles decisiones contra Qatar, los responsables de la política exterior de Túnez fueron sorprendidos, pero mantuvieron la calma. No cedieron a las demandas hostiles de algunos ciudadanos del país, que amenazaban con crear aún más tensión y carecían por completo de consciencia de la importancia de elegir cuidadosamente las palabras en un momento de crisis y confusión. Estas personas no consideraron los intereses de Túnez y de los tunecinos. Más bien se fijaban en aprovechar lo que consideraron una oportunidad de oro para acabar con un tenaz oponente político del país, representado por el Partido Ennahda; olvidando que Túnez es más que Ennahda y que los intereses de Túnez han de tener prioridad.
En lugar de buscar una mayor unidad nacional, se defiende otra división. Estas personas no recordaron, en medio de su entusiasmo, que entre los intereses de Túnez no está el sacrificio de un aliado importante. Es innegable que Qatar ha respaldado a Túnez en los momentos difíciles; nunca ha rechazado una solicitud de Túnez; y no se vio influido por la lucha interna de los políticos, intelectuales y medios locales. Del mismo modo, no está entre los intereses de Túnez el desarrollo de relaciones con Arabia Saudí y Emiratos Árabes Unidos.
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Estas personas tampoco se preocuparon por el futuro de los 30.000 tunecinos que trabajan en Qatar, y que han recibido todo tipo de acusaciones inaceptables. También olvidaron que, en el mundo de la política, la falta de visión y la excesiva velocidad de reacción suelen tener consecuencias para los ciudadanos y para el país. Los países actualmente involucrados en este conflicto son una extensa familia, con sus propias tradiciones y valores. Sus diferencias previas fueron resueltas justa y prudentemente, recuperando las relaciones anteriores. Por lo tanto, los que intervinieron rápidamente y de forma oportunista en una disputa entre hermanos se verán perdidos y solos una vez que se resuelva el conflicto y se cierren las heridas. Perderán toda la credibilidad y nunca se volverá a confiar en ellos. Sí, deberíamos esforzarnos en resolver este conflicto. Si no podemos, lo último que debemos hacer es alimentarlo y profundizarlo.
El problema es que algunos están apostando demasiado por la nueva administración de Estados Unidos, en lugar de esperar a estar seguros de su dirección final, que podría cambiar en cualquier momento debido a muchos factores. Esta tendencia de poner todo el peso en un lado de la balanza es un fallo político que indica un enfoque desequilibrado a la hora de analizar eventos y llegar a conclusiones. En lugar de enfrentarse a esta crisis política él solo, Trump podría arrastrar a todos aquellos que decidieron apoyar sus decisiones y lanzarlos a los perros. Les resultaría difícil renunciar a su postura una vez que lleguen a un punto en el que no haya vuelta atrás.
Un consejo para aquellos que pueden optar por aceptarlo o no; reflexionen sobre las lecciones del pasado, observen con atención los acontecimientos en la región, en Europa e incluso en Estados Unidos, y después corrijan su postura y den prioridad a los intereses de Túnez. Estos intereses son la brújula que deben guiar sus acciones.
Traducido del Alaraby 14 de junio de 2017