En febrero de 2016, Lina Ben Mhenni empezó una iniciativa para abrir bibliotecas en prisiones de Túnez para contrarrestar el extremismo. Cuando anunció la iniciativa en su Facebook, le llegaron cientos de llamadas de personas de todo el país – de todas las clases sociales, edades y denominaciones religiosas – pidiéndole que recogiera sus libros.
“Es mi pequeña contribución en la lucha contra el extremismo”, cuenta.
La gente suele tener una mala imagen de la cárcel y de los prisioneros y quiero cambiar eso; quiero que los prisioneros sean seres humanos y que conserven la mayoría de sus derechos excepto, por supuesto, el derecho al desplazamiento.
Mhenni – quien destacó como activista y blogger durante la revolución tunecina, y fue nominada a un premio Nobel – sigue trabajando en el proyecto, distribuyendo libros por cárceles de todo el país, organizando talleres de lectura colectiva y escritura y enseñando a los prisioneros como cuidar las bibliotecas que se instalarán. “La mayoría de la gente de Túnez, e incluso en el extranjero, apoya la iniciativa”, afirma, añadiendo que ha conseguido más de 20.000 libros.
Túnez ha sido testigo de terribles atentados en los últimos años. En marzo de 2015, varios turistas fueron disparados al entrar en el museo del Bardo en la capital, Túnez. Tan sólo tres meses después, un hombre armado asesinó a 39 personas en un centro turístico en la ciudad de Sousse. Estos ataques son muy conocidos en Reino Unido, pero, como señala Mhenni, no fueron los primeros, aunque fueron los más divulgados debido a que las víctimas fueron turistas y se produjeron en grandes ciudades.
El primer gobierno después de la revolución de 2010 estaba formado por una coalición entre Ennahda, Ettakol y suficiente para acabar con las primeras señales de radicalización.
El terrorismo no es sólo un problema interno – Túnez, dentro del mundo árabe, cuenta con una de las cifras más altas de combatientes extranjeros en Siria. En los últimos siete años, ninguno de los gobiernos del país ha sido capaz de cumplir con los objetivos de la revolución. Mhenni explica que el paro y el abuso del poder político siguen aumentando en su país.
Los jóvenes de Túnez, especialmente en las zonas marginales, creían que sus vidas cambiarían después de que Ben Ali huyera y se llevaran a cabo las reformas. “Han pasado varios años y las cosas no han cambiado en absoluto”, dice Mhenni, señalando que muchos tunecinos están decepcionados con los años posteriores a la revolución en su país.
Los grupos terroristas se aprovechan de ello y buscan a personas que se sienten desesperadas. Las atraen y les enseñan su ideología extremista.
Una manifestación física de esta desesperación se está produciendo en la linde con el desierto, en Tatouine, una ciudad al sur del país. Los tunecinos llevan varias semanas manifestándose para asegurar empleos para los locales en empresas petrolíferas y agencias ambientales. Las manifestaciones de Tatouine han atraído la atención de los medios, ya que están relacionadas con la producción de petróleo y las empresas internacionales. Los jóvenes desempleados de Túnez han salido a las calles desde Túnez a Sidi Bouzid, Douz y Kebili para expresar su indignación.
“Los jóvenes que formaron parte de la revolución se sienten traicionados por los políticos y protestan para demostrar que están enfadados y que no aceptan lo que está sucediendo”, declara Mhenni.
Además, la corrupción crece en Túnez. Las personas en el poder son cada vez más ricas, mientras que las que salieron a las calles pidiendo empleos, libertad y justicia social siguen en la misma situación; se sienten marginados y olvidados.
“Es cierto que la revolución tunecina comenzó en 2010 y 2011, pero, siete años después, siguen en marcha las protestas”, continúa. “Sé que no podemos cambiar las cosas en un corto periodo de tiempo y tampoco crear empleo, pero ninguno de los gobiernos ha intentado realmente cumplir los objetivos de la revolución. Ni siquiera presentaron proyectos o estrategias para demostrar su disposición a cambiar las cosas.”
En octubre de 2014, el partido de Beji Caid Essebsi, Nidaa Tounes, ganó 85 escaños en las elecciones parlamentarias, y después fue elegido presidente. Essebsi ha sido acusado por muchos de pertenecer a la vieja guardia, ya que ejerció de ministro de Interior con Habib Bourgiba y fue portavoz del parlamento con Ben Ali.
El mes pasado, un oficial anunció que cuatro grandes empresarios habían sido detenidos bajo cargos de corrupción, pero Mhenni no cree que esto sea una señal de un verdadero cambio. Al mismo tiempo, el gobierno está intentando aprobar la ley de reconciliación económica por tercer año consecutivo: “Es una ley que garantizará la impunidad sobre todo de los empresarios involucrados en casos de corrupción bajo el régimen del dictador Ben Ali.”
“Beiji Caid Essebsi pertenece al antiguo régimen, aunque finja que no”, continúa. “Creo que una de las cosas que prometió durante la campaña electoral fue garantizar la impunidad a los corruptos del régimen de Ben Ali.” En contraste, Mhenni es parte del movimiento Manich Msameh, que trabaja contra la ley de reconciliación y presiona a los políticos de la era de Ben Ali para que se enfrenten a la justicia.
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La sociedad civil también ha tratado de contrarrestar los ataques contra los derechos de las mujeres en Túnez, y ha impedido varios intentos de cambiar la legislación en este tema. De hecho, las mujeres tunecinas han conseguido más derechos, según cuenta Mhenni, y siempre están al frente de las manifestaciones. Pero aún hay mucho por hacer. Hay ministras, pero no ocupan posiciones prestigiosas, en los ministerios de Interior o de Defensa, por ejemplo; sino que suelen ser destinadas al ministerio de la Mujer o de Juventud, explica Mhenni.
Comparado con otros países en los que también se dio la Primavera Árabe, se considera que Túnez ha tenido éxito, un faro de democracia en la región, ya que no ha terminado en un derramamiento de sangre como en Yemen, Libia, Siria y Egipto. Pero, ¿se merece esta reputación?
“Es cierto que, en comparación con otros países de la Primavera Árabe, Túnez no ha sufrido una guerra civil, pero, si hablamos de una revolución, hablamos de un cambio real, de establecer una verdadera democracia.”
Es verdad que hemos conseguido organizar elecciones libres y transparentes, es verdad que hemos conseguido escribir una nueva constitución; pero, en la vida real, las cosas no están tan bien como ve el resto del mundo. No creo que Túnez sea un ejemplo del éxito de una revolución.
“Las cosas están yendo hacia atrás incluso en asuntos de derechos humanos”, continua- “Ha empeorado la libertad de discurso. Siento que estamos volviendo progresivamente al pasado.”
A pesar de todo, Mhenni confía en el futuro de su país. “Es un proceso revolucionario, requiere mucho tiempo. La expulsión del dictador Ben Ali fue el primer paso, pero aún sigue en pie todo su sistema, y tenemos que esforzarnos en cambiarlo. Siete años no son nada – dimos el primer paso, tenemos que perseverar.”