A medida que las Fuerzas Democráticas de Siria (FDS) avanzan en Raqqa, la ciudad que intentan liberar de las garras del Dáesh, se multiplican los debates acerca de los posibles escenarios tras esta batalla decisiva. Unos debates cuya preocupación central no es tanto que la ciudad sea la capital del Dáesh en Siria, sino las consecuencias de la expulsión del grupo a nivel regional e internacional y el impacto que tendrá sobre la demarcación del nuevo mapa sirio.
Casi dos semanas han pasado desde que se iniciara la batalla por Raqqa, y las dudas que han surgido al respecto son múltiples. Todo apunta a que será una batalla difícil, pues el Dáesh no entregará la ciudad a las FDS a no ser que carezca de otra alternativa. La situación actual ha motivado que los rusos motiven las conversaciones entre ambos bandos, preocupados por el posible del Dáesh hacia Tadmor, recapturada por el régimen ya en dos ocasiones. Sin lugar a dudas esta batalla preocupa a Rusia, como al gobierno de Assad, Irán y a Hezbolá, y les ha servido de excusa para dirigir sus tropas hacia a parte occidental de Raqqa y hacia la frontera con Iraq.
Si la batalla por Raqqa es realmente la última que librará el Dáesh, junto a la de Mosul, podemos estar seguros que una nueva geografía regional emergerá tras ella. Las nuevas fronteras incluirán no sólo Raqqa, sino también Hassaka y las áreas de la provincia de Alepo y de Deir Ez-zor, bajo control de las FDS. Asegurar la seguridad en dichas zonas llevará a la protección del pueblo kurdo, gracias al apoyo de EEUU y sus aliados, por un lado, y al de Rusia y los suyos, por el otro.
Leer: ONU: “Hay 5 millones de refugiados en los países vecinos de Siria”
En cualquier caso, estos acontecimientos se alinean perfectamente con el plan kurdo de crear una región federal autónoma. Una victoria que, a su vez, abre la puerta a otros tantos escenarios. Habrá sin duda choques entre el gobierno sirio y los kurdos. Está claro desde la toma de Alepo que Bashar Al-Assad se ha propuesto expandir de nuevo los territorios bajo su control.
Existe también un enorme potencial para la reconciliación, algo que es evidente desde no hace tanto, cuando Walid Al-Moallem, actual ministro de asuntos exteriores de Damasco, habló de la posibilidad de que los kurdos cargaran con el peso principal en la lucha contra el Dáesh. Sin embargo, la principal duda gira en torno a EEUU y Rusia, de quienes dependen en última instancia las negociaciones y el hecho de que se promuevan compromisos durante las conversaciones de Ginebra.
Cuando hablamos de la batalla por Raqqa, los miedos y preocupaciones de Turquía no pueden ser ignorados. No se puede negar que la batalla tendrá consecuencias directas sobre la seguridad nacional turca. Las autoridades de Ankara temen que los kurdos aumenten su control sobre la región de Raqqa y adquieran con ello un nuevo bastión que beneficie directamente al partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), una organización proscrita en Turquía. Quizás esto empuje a los kurdos a desarrollar una estrategia que no les lleve más allá de Raqqa, especialmente considerando sus recientes declaraciones según las cuales pretenden avanzar hacia Idlib, con el objetivo de alcanzar el Mediterráneo.
Así pues, la batalla por Raqqa es de vital importancia estratégica no sólo para los kurdos, sino también para los turcos. Podemos decir sin miedo a equivocarnos que habrá una intervención turca próximamente, y que el gobierno de Ankara exigirá a Washington garantías de que Raqqa no cae bajo control kurdo después de su liberación. Una segunda opción es la de colaborar con la coalición Escudo del Eúfrates para evitar que los cantones kurdos del noroeste consigan unirse, creando una continuidad territorial de este a oeste.