En su primer viaje al extranjero como presidente, Donal Trump visitó Israel y los territorios palestinos ocupados, y expresó su deseo de llevar la paz a la región, mediante lo que denominó “el acuerdo definitivo”. Así, aseguró al presidente de la Autoridad Palestina (AP), Mahmoud Abbas, que “queremos que haya paz entre Israel y Palestina. Y lo conseguiremos. Trabajaremos muy duro para ello”.
Para poder poner en marcha el “acuerdo definitivo”, es razonable esperar que un equipo de expertos en ambas perspectivas del conflicto se reunirá para poner en orden los hechos y desarrollará un discurso común antes de que un honesto intermediario pueda, con éxito, sellar cualquier pacto. Ningún ejercicio semejante fue llevado a cabo por Trump. Su asesor sobre asuntos de Oriente Medio durante la campaña electoral fue Walid Phares, un libanés maronita bien conocido por sus posiciones en favor de Israel. NO hay nadie en su equipo que pueda aportar una visión pro palestina.
Ya en el cargo de presidente, vemos como los intentos de Trump de alcanzar la paz entre israelíes y palestinos no sólo carece de cualquier tipo de imparcialidad, sino que además totalmente inclinado a favor de Israel.
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El asesor jefe de Trump para Oriente Medio, su yerno Jared Kushner, regresó recientemente a los EE.UU. después de un viaje de 15 horas a Tierra Santa, en el que se reunió con el primer ministro israelí Benjamín Netanyahu y con el presidente de la AP, Mahmoud Abbas. La fotografía que retrató el momento de la reunión con Netanyahu es un revelador retrato del equipo que pretende presentar la nueva iniciativa de paz de Trump. Una imagen vale más que mil palabras, y esta no es una excepción.
El propio Kushner es un judío ortodoxo, hijo de supervivientes del holocausto. La familia del joven promotor inmobiliario ha donado decenas de miles de dólares al asentamiento ilegal de Beit El, en Cisjordania. Comenzó su visita en su nuevo papel de asesor de Trump ofreciendo condolencias a la familia del policía israelí Hadas Malka, que murió recientemente en un ataque perpetrado por palestinos. A pesar de que la lista disponible es mucho más larga, no mencionó a ninguna familia de los palestinos asesinados por las fuerzas de seguridad israelíes, con lo que habría mostrado su interés y comprensión por el sufrimiento de ambas partes.
En la foto aparece también el representante especial de Trump para las negociaciones internacionales, Jason Greenblatt, un abogado de Nueva York, también judío ortodoxo. No considera los asentamientos israelíes como un obstáculo para la paz ni piensa que los EE.UU. o cualquier otro actor deba imponer una solución a Israel. En su visita reciente al Estado judío se reunió con líderes del movimiento promotor de los asentamientos, incluyendo a Oded Revivi y Yossi Dagan.
El último miembro del trío estadounidense que aparece en la fotografía es David Friedman, el embajador de EE.UU. en Israel, nombrado por Trump, judío ortodoxo y abogado especializado en bancarrotas bancarias. Friedman está también comprometido con la causa de los asentamientos y apuesta por trasladar la embajada de EE.UU. de Tel Aviv a Jerusalén, en contra de los dictados del derecho internacional. Como Kushner, tiene estrechos vínculos con el asentamiento ilegal de Beit El. De hecho, Friedman dirige Friends of Beit El Institutions, una organización que recientemente inauguró un edificio de cinco plantas en esta colonia ilegal en la Cisjordania ocupada. Friedman no considera que estos asentamientos sean un obstáculo para la paz, ni que anexionar Cisjordania pueda comprometer el carácter judío y democrático de Israel.Del lado israelí, en la imagen aparece Benjamín Netanyahu, el que ha dirigido a la extrema derecha israelí durante los últimos 13 años, junto a su embajador en EE.UU., Ron Dermer, en el cargo los últimos cuatro años. Durante la campaña electoral de 2015, Netanyahu prometió que no habrá nunca un Estado palestino mientras él esté en el cargo, y ahora asegura que Israel debe seguir a cargo de la seguridad “al oeste del río Jordán” como condición ineludible para cualquier acuerdo de paz. También estaba a la cabeza del gobierno israelí durante la ofensiva a Gaza en 2014, en la que más de 2.000 palestinos perdieron la vida, incluidos 350 niños.
En resumen, todos los que aparecen en la fotografía de la reunión son judíos sionistas, no hay ni un solo estadounidense de origen palestino o ni siquiera alguien algo más “neutral”, y por supuesto no hay nadie favorable a Palestina. No quiero decir que los judíos no puedan ayudar a alcanzar la paz entre ambas partes –hay muchos de ellos implicados en el proceso de paz– pero es difícil imaginar cómo sionistas estadounidenses, judíos o no, pueden ser imparciales a la hora de diseñar “el acuerdo del siglo”.
Cualquiera que busque algún contrapeso a las visiones proisraelíes defendidas por Kushner, Friedman y Greenblatt sufrirá una enorme decepción. Otro de los altos cargos nombrados por Trump ha sido Nikki Haley, embajadora de EE.UU. en la ONU, declarada defensora de Israel y que ha criticado a la organización internacional por ser “parcial” en sus críticas a las actividades ilegales del Estado judío. Recientemente prometió al Comité Estadounidense Israelí de Asuntos Públicos (AIPAC, por sus siglas en inglés) –el principal lobby proisraelí en Washington– que “los días del acoso a Israel en la ONU han terminado”.
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Haley visitó también Isarel entre la visita de Trump y la de Kushner, dando a Netanyahu la oportunidad de alabarla a ella y a su jefe. “Usted y el presidente Trump, pienso, han cambiado el discurso, han puesto sobre la mesa nuevos estándares que todo el mundo está asumiendo, y eso es estupendo”, dijo Netanyahu. “De nuevo, siento que la ONU se derrumbará, toda su estructura basada en mentiras colapsará. Creo que ustedes lo han resumido en una sola palabra: verdad”.
La “verdad” es que con un equipo claramente favorable a Israel que cree en los asentamientos y no en la solución de los dos Estados, los palestinos no pueden confiar en los EE.UU. para negociar una cuerdo de paz.
Fue desconcertante, aunque no sorprendente en ningún caso, oír como el principal asesor de Mahmoud Abbas expresaba la ira de la AP ante la construcción de un nuevo asentamiento. “Esto constituye un hecho muy grave, un intento de boicotear los intentos del presidente Trump y de su administración de alcanzar la paz”, aseguró Nabil Abu Rudeineh, como si esperar alguna reacción por parte de Washington. Obviamente no ha sido así. ¿Cómo podría ocurrir algo así con Kushner al cargo de las decisiones?
Los líderes palestinos están verdaderamente comprometidos por sus propias decisiones. Esta situación viene de muy atrás, concretamente desde que Abbas tomara el cargo y decidiera dedicar su vida al “proceso de paz” junto a un Israel sin referencias de derecho internacional y amparado por EE.UU.. Es obvio que EE.UU. siempre se posicionará con Israel, y si se presiona a alguien, seguramente será a los palestinos, para que accedan a nuevas concesiones.
Para añadir dificultades a los palestinos, Trump ha conseguido crear un verdadero alejamiento entre los Estados Árabes que siguen intactos y la causa palestina. En la última cumbre de la Liga Árabe, en Ammán, Abbas se vio totalmente solo y tuvo que esforzarse para asegurar que el plan de paz de los árabes no se diluyera tanto como para que Israel no tuviera aún más incentivos para ignorarlo. Se dió de bruces con el hecho de que algunos Estados del Golfo están considerando una normalización parcial de las relaciones con Israel como una condición previa para avanzar hacia un proceso de paz, algo que va en contra del plan inicial de los países árabes.
Los palestinos necesitan aceptar que la estrategia adoptada por la AP ha fallado en su objetivo de alcanzar la paz o ni siquiera en el de acabar con el bloqueo de Gaza, para aliviar el sufrimiento de dos millones de personas. Si se quiere conseguir algún progreso, la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) y sus instituciones deben recuperarse, y todos los palestinos de la palestina histórica deben ser reconectados para trabajar juntos en pro de la justicia, la libertad y la igualdad. Los palestinos deben confiar en sí mismo si quieren conseguir algún cambio, confiar en Trump y en su equipo es absurdo.