La embajadora de EE.UU. en la ONU, NIkki Haley, ha emprendido una nueva misión para bloquear la visibilidad de los palestinos en la ONU. En febrero, los EE.UU. se opusieron al nombramiento del exprimer ministro de la Autoridad Palestina (AP) Salam Fayyad, como enviado especial en Libia. El martes, Haley explicó que la posición de EE.UU se basaba en que no reconocían la estatalidad de Palestina.
“Si no reconocemos a Palestina como Estado, debemos admitir que no podemos sentarnos ahí y proponer a un palestino para una posición semejante hasta que no cambiemos nuestra postura al respecto”, dijo al Times of Israel. El acercamiento no ha cambiado, pues Haley dijo que “bloquearía” que el palestino adquiriera dicho puesto en la ONU.
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EE.UU. e Israel han alardeado con deleite de su alianza en la organización internacional. Mientras que las administraciones anteriores mostraron algo de disimulo al respecto, el presidente Donald Trump ha dejado de lado esta necesidad y la ONU no se ha inmutado. Por el contrario, ha continuado su tendencia de dar posiciones de poder a altos cargos israelíes, el último de ellos Danny Danon, nombrado vicepresidente del Consejo de Seguridad de la ONU para el próximo septiembre.
La mayor farsa, no obstante, es que la las demandas estadounidenses e israelíes no serán desafiadas. A nivel internacional, no existe ningún interés en que los palestinos consigan mayor representación o visibilidad, pues va en contra de la narrativa de que los palestinos necesitan un interlocutor externo. NO puede esperarse que la comunidad internacional se oponga a los objetivos de EE.UU. Después de todo, la insistencia de Haley reduce la necesidad de apoyar el reconocimiento de Palestina. De hecho, la resolución 2334 puede haber sentado las bases para cesar en las presiones. El tardío y efímero rechazo a utilizar el poder de veto de EE.UU. ha ocasionado un silencio aún más ensordecedor que la comunidad internacional ha recibido muy bien, con la excepción de unos pocos países, como Bolivia.
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Mientras tanto, la AP está demasiado ocupada con su desvergonzado encarcelamiento de los palestinos de Gaza, como para ni siquira alzar la voz para protestar. El aislamiento de Palestina se está volviendo evidente en todas las espferas, desde el ámbito internacional al local. En las ONU, la AP se ha distanciado de la propia población palestina y se sirve sólo a sí misma ya sus intereses. Si alguna vez los miembros de la AP son colocados en posiciones importantes dentro de la ONU, el margen entre representación y prestigio personal se hará aún más amplio. La nominación de Fayyad como enviado especial de la ONU podría haber ayudado a dar más voz a las demandas de los palestinos. Y lo que es más, podría haber subrayado el papel de Palestina en el ámbito internacional, pero esto es algo que EE.UU. está decidido a evitar.
Las declaraciones de Haley y la aquiescencia de la AP consolidan a la ONU como una organización inútil para los palestinos. La organización en sí misma está ya viciada, sin embargo, a diferencia de otros líderes, la AP ha fracasado incluso a la hora de aprovecharse de una plataforma de alcance internacional como herramienta para incentivar la presencia de Palestina. En su lugar ha optado por mantener un perfil doble: derrotada en cuanto a defender los derechos de los palestinos se refiere y muy efectiva cuando toca alinearse con entidades que piden silencia respecto a cualquier cuestión relacionada con Palestina. Mientras Haley continúa bloqueando cualquier vía para que Palestina aumente su influencia, la AP debería pensar en abandonar los deberes que con tanta torpeza lleva a cabo, aniquilando de una vez la voz del pueblo que asegura representar.