Unas pocas horas después de que la Casa Blanca anunciara que la administración Trump está considerando llevar a cabo más acciones militares contra Damasco, los responsables de seguridad y defensa siguen sin saber muy bien qué decir. Eso dijeron cinco de estos responsables a NBC News. Uno de ellos afirmó que no sabía “en qué se basan dichas declaraciones de la Casa Blanca”.
Era otra señal de que Donald Trump no tiene intención de escuchar a los expertos. Ve la guerra como un entretenimiento al que jugar entre un hoyo de golf y otro durante sus visitas al resort de Mar-A-Lago, en Florida. Una bola de cristal instalada por Aramis Fuster ha profetizado que Assad usará armas químicas inminentemente. Nikki Haley, la embajadora de Trump en la ONU, no deja de repetirlo. ¿Nos dirigimos hacia un aumento de las hostilidades en Siria?
Ya hemos estado aquí antes. Seymour Hersh acaba de publicar un artículo incendiario en alemán detallando el escepticismo entre los asesores respecto a que Bashar Al-Assad estuviera detrás del ataque químico en Khan Sheikhun, en abril. Aquella vez, Trump lanzó un ataque con misiles contra el gobierno sirio de manera totalmente precipitada. “Nada de esto tiene sentido”, confiesa uno de los asesores entrevistado por Hersh, y así se lo dijo al resto del equipo cuando toco decidir si se bombardeaba o no al régimen sirio. La conversación siguió así: “Sabíamos que no había existido ningún ataque químico, los rusos están furiosos. Diciendo que sabíamos la verdad,...supongo que al final no importa si elegimos a Trump en vez de a Clinton”.
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Si los rebeldes o Assad estuvieron detrás del ataque en Khan Sheikhun, o del ataque químico en Ghouta en 2013, será tema de debate tras la guerra. Pero mi instinto me dice que muchos periodistas reconocidos quedarán en ridículo. Habrán subestimado la capacidad de los rebeldes y de sus intrigantes aliados, como Turquía, para usar armas químicas y luego culpar al régimen.
Puede que lo hayan hecho usando fuentes cuidadosamente examinadas, apelando al “periodismo de acceso libre”, con especial referencia a Bellingcat, el hogar de los investigadores virtuales donde los vídeos de los rebeldes y las imágenes aéreas desde la distancia son consideradas de mayor legitimidad que los informes desde el terreno tomadas por fuentes independientes.
Bellingcat, por cierto, es el paradigma de medio de comunicación reconocido, y ya ha intentado tirar por tierra el informe de Hersh, citando una larga lista de fuentes gubernamentales propias, todas ellas con intereses en echar a Assad del poder. Respeto al fundador de la organización y emprendedor, Eliot Higgins, particularmente por su trabajo acusando a Rusia de derribar el vuelo MH17 sobre Ucrania. Ha documentado crímenes de guerra perpetrados por los rebeldes, y hace poco llevó a cabo una investigación acerca de víctimas civiles de los bombardeos estadounidenses.
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Simplemente dudo que, enfrentándose a un rival tan feroz como Assad, y con tan poderosas fuerzas puestas en juego para quitarlo de en medio, los rebeldes sirios radicales no estén totalmente dispuestos a falsear pruebas para que siempre apunten al presidente sirio. Sería quizás un “fallo” estratégico por su parte si no lo hicieran.
Estos rebeldes tienen aún más incentivos ahora que Trump está en el poder. Una tormenta perfecta está en marcha. Trump teme un posible impeachment. El ataque en Khan Sheikhun fue un terrible crimen de Assad y una coincidencia muy útil. Un montaje al más puro estilo Putin para distraer la atención del impeachment, o un complejo crimen de guerra de los rebeldes. En cualquier caso, Trump lo capitalizó de manera inmediata.
Mucho de sus enemigos liberales en Washington quedaron embelesados cuando Trump ordenó el ataque. De repente les parecía el implacable ejecutor que esperaban que Hillary Clinton hubiera sido. Todo el asunto con los rusos se olvidó de golpe. Ahora, sin embargo, la cuestión del impeachment vuelve a ocupar portadas, prediciendo por tanto un nuevo ataque químico. Si no sabía nada seguro después de los ataques de Khan Sheikhun, parece que ahora lo sabe antes de que los propios ataques tengan lugar.
Hay una larga historia de presidentes de EE.UU. usando ataques militares para fines políticos. Bill Clinton fue acusado precisamente de esto cuando, en 1998, bombardeó una fábrica de fármacos en Sudán justo cuando se enfrentaba a su particular proceso de impeachment por el asunto de MOnica Lewisky. La situación fue extrañamente semejante a la de hoy en día. Según el New York Times por aquel entonces: “los representantes del gobierno dudan de que los EE.UU. tuvieran suficiente información antes del ataque como para relacionar la fábrica con armas químicas o con Bin laden”. Incluso después de saberse que los EE.UU. habían bombardeado una fábrica civil, siguieron afirmado que se trataba “de una fábrica de armas químicas camuflada”. Las autoridades afirmaron que “muestras tomadas del terreno alrededor de la planta han dado positivo en Empta, cuya única función es fabricar el gas nervioso VX”.
Las armas químicas, como ya he discutido anteriormente, tienen una forma particular de excitar a los señores de la guerra de occidente, de la misma forma que son una terrible manera de matar gente. Ya fueran los rebeldes o Assad, o incluso una combinación de ambos, es algo que nunca sabremos. Lo que sabemos, sin embargo, es que ni Trump lo sabía ni tampoco los periodistas, ninguno tenía pruebas. Ahora Trump afirma poder ver el futuro, si bien la última vez no supo lo que Assad había hecho realmente. ¿Confusos? Así es como debe ser. Trump quiere que estemos confusos, distraídos y mirando a otra parte. A cambio, unas bombas más caerán sobre Siria.