Tras ocho meses de enfrentamientos, las fuerzas militares del gobierno iraquí han tomado la mezquita de Mosul desde donde Daesh proclamó su califato hace tres años.
Las autoridades iraquíes esperan que la larga batalla por Mosul termine en los próximos días, ya que los combatientes de Daesh conservan el poder en apenas un puñado de barrios de la Ciudad Vieja.
La toma de la mezquita mayor de Al-Nuri, que cuenta con más de 850 años de antigüedad, es una victoria simbólica para las fuerzas iraquíes que luchan por recuperar Mosul, ya que ésta había servido como la capital de facto de Daesh en Irak.
"Su estado ficticio ha caído", dijo un portavoz militar iraquí, el general de brigada Yahya Rasool, en declaraciones en la televisión estatal.
Los insurgentes hicieron estallar hace una semana la mezquita medieval y su famoso alminar inclinado, cuando las fuerzas iraquíes respaldadas por Estados Unidos comenzaron el avance ofensivo en su dirección. La bandera negra del grupo había estado ondeando en el minarete Al-Hadba desde junio de 2014.
La caída de Mosul marcará, en efecto, el final del califato de Daesh, aunque una parte del grupo seguirá controlando el territorio al oeste y al sur de la ciudad. Su capital en Siria, Raqqa, también está sitiada por una coalición encabezada por kurdos apoyados por Estados Unidos.
Sin embargo, el coste de la batalla ha sido enorme. Además de las bajas militares, se calcula que miles de civiles han sido asesinados tanto por las fuerzas del Daesh como por las coaliciones internacionales y los ejércitos nacionales.
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Cerca de 900.000 personas, casi la mitad de la población de antes de la guerra, han huido de la ciudad durante la larga batalla refugiándose principalmente en campamentos según los grupos de ayuda.
Tras la ardua batalla la mayoría de los edificios de la ciudad están en ruinas y los supervivientes aún sufren los efectos de la violencia, el hambre y la escasez.
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