Las autoridades iraquíes han declarado el fin del califato del Dáesh. El 29 de junio, después de meses de guerra urbana y bombardeos estadounidenses, las fuerzas iraquíes afirman que están a punto de expulsar a los últimos militantes de los últimos rincones de Mosul. “Su Estado ficticio ha caído”, declaraba un general iraquí a la televisión después de que las tropas capturaran la simbólica mezquita de la ciudad vieja de Mosul. En Siria, los rebeldes apoyados por EE.UU. avanzan rápidamente por la parte oriental de Raqqa, la otra principal urbe del autoproclamado califato.
La caída de los dos últimos centros urbanos bajo control del Dáesh en Siria e Irak es inminente, y el grupo ha perdido ya la mayor parte de su territorio. El 21 de junio, los militantes del grupo destruyeron la mezquita de al-Nuri. en la cual, hace tres años, después de que el Dáesh barriera al completo el norte de Irak, su líder, Abu Bakr al-Baghdadi, declarara establecido el califato durante la oración del viernes.
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La captura por parte de las fuerzas iraquíes de lo que queda de la mezquita es sin duda el mayor símbolo de la caída del califato. Además, las tremendas pérdidas de territorio en Siria e Irak harán que las rutas por las que los yihadistas extranjeros viajaban hasta los territorios del Dáesh se reduzcan enormemente. No obstante, el grupo sigue teniendo la capacidad de atraer nuevos reclutas, conseguir armas, recaudar fondos a través de robos y extorsión y de mandar simpatizantes que lleven a cabo atentados en el exterior. A la vez que se debilita sobre el terreno, el Dáesh tiene menos que perder impulsando ataques fuera de Siria e Irak. En los últimos meses el grupo yihadista ha reivindicado una serie de ataques contra civiles en Europa, especialmente en Reino Unido y Francia. El 22 de marzo, un conductor se lanzó con su vehículo sobre un grupo de peatones en el puente de Westminster, en Londres, acabando con la vida de cinco personas antes de ser abatido por las fuerzas de seguridad cuando intentaba penetrar en el parlamento. Dos meses más tarde, un terrorista suicida mataba a 22 personas durante un concierto, en Manchester. Y el 3 de junio, tres asaltantes, con una furgoneta, arrasaron con los peatones del Puente de Londres. Después, salieron del vehículo y comenzaron atacar a la multitud del cercano Mercado de Borough. Los atacantes asesinaron ocho personas e hirieron a docenas antes de que la policía acabara con ellos.
El Dáesh se ha preparado ya para la inminente pérdida de territorio físico del califato en Siria e Irak, y a la posible pérdida de sus principales líderes. A mediados de junio, las autoridades rusas dijeron que creían haber asesinado a Baghdadi durante un bombardeo contra una reunión de altos cargos del grupo yihadista a las afueras de Raqqa. No se ha confirmado todavía, y Baghdadi ha sido dado por muerto otras veces en el pasado. Pero los combates sin descanso y los continuados ataques ponen de relieve que el grupo tiene ya una estrategia lista para lidiar con la pérdida de la figura más importante de entre su liderazgo.
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De hecho, está claro que el Dáesh está ya tomando tácticas para la “yihad sin líderes”, una estrategia que ya intentó Al-Qaeda, sin mucho éxito. Durante más de un año, el grupo ha inspirado a “lobos solitarios” para que actúen en su nombre, especialmente en occidente. Estos individuos radicalizados están acudiendo a la llamada de los líderes del Dáesh, que han mandado realizar ataques por todos los medios disponibles –camiones, coches, cuchillos y hachas– para amplificar así el alcance del grupo. Aunque Dáesh ha organizado atentados que requerían meses de entrenamiento y preparación –como el llevado a cabo en París en Noviembre de 2015, y en el que murieron 130 personas– ha ido cambiando de dirección, pasando a inspirar ataques pobremente coordinados y algunas veces caóticos, perpetrados por individuos auto-radicalizados.
Estos ataques permiten a los líderes del Dáesh crear una ilusión de poder para contrarrestar sus derrotas en el campo de batalla. Son también una señal de que el grupo volverá a sus raíces como grupo insurgente, promoviendo ataques tanto a gran como a pequeña escala que infrinjan miedo pero que no serán útiles para que los militantes mantengan el control sobre el territorio en Siria e Irak.
Lo que no significa que la pérdida de territorio no haya debilitado al grupo y hecho que algunas de sus operaciones fallen. El 19 de junio, un hombre de 31 años se lanzó contra un furgón policial en los Campos Elíseos, en París, con un coche bomba improvisado. Los explosivos fallaron y el asaltante fue neutralizado. Un día después, un marroquí trató, sin éxito, hacer estallar un paquete bomba lleno de clavos y botellas de gas dentro de la estación central de Bruselas. Las fuerzas de seguridad acabaron con él.
Durante el mes sagrado de Ramadán de 2016, Dáesh animó a sus simpatizantes a que llevaran a cabo una cadena de atentados, tiroteos masivos y apuñalamientos por toda Europa, Oriente Medio y Asia. Aunque el grupo hizo el mismo llamamiento este Ramadán, que finalizó el pasado 25 de junio, ha habido muchos menos ataques exitosos.
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A pesar de lo "aficionado" de algunos de los últimos intentos, los cuadros formados y curtidos en los campos de batalla de Siria e Irak han retornado a Europa y serán capaces ahora de entrenar y radicalizar a otros. “Varias docenas de militantes del Dáesh podrían estar ahora en Europa con capacidad para cometer ataques terroristas”, advertía la Europol en un informe publicado en diciembre. Y añadió que el grupo “ha probado ser muy eficaz en inspirar a a otros para que cometan los ataques”.
Los líderes del Dáesh se han dado cuenta de que van a perder sus “capitales” de Mosul y Raqqa. Esto significa que el grupo ha perdido lo que le distinguía de otros movimientos yihadistas: el califato, el elemento que le ayudó a conquistar los titulares de los periódicos y atraer nuevos reclutas. Al depender de los lobos solitarios auto-radicalizados –y algunas veces mentalmente inestables– Dáesh es capaz de proyectar su alcance mucho más que en la actualidad. Y con ello podrá seguir expandiendo el terror, incluso si el califato se derrumba.