No todos los incidentes en relaciones internacionales son cataclismos o suponen un punto de inflexión importante, muchos son simplemente otra amenaza más tejida en la tela de araña de la historia. El bloqueo impuesto sobre Qatar por Arabia Saudí –junto a Emiratos Árabes Unidos (EAU) Egipto, Libia y Bahréin– el 5 de junio, no obstante, sí lo fue. El corte de relaciones diplomáticas con Qatar y las consecuentes desavenencias entre los países del Golfo y la región han pillado por sorpresa a la mayoría.
Las razones de esta crisis diplomática son variadas y no pueden ser atribuidas a una sola causa. Una razón mencionada es la creciente amista de Qatar y sus vínculos diplomáticos con Irán, con el que comparte algunos de sus vastos recursos de gas natural. Otra razón es el apoyo de Qatar a ciertos grupos durante las Primaveras Árabes de 2011, algo que Arabia Saudí considera una amenaza para su estabilidad.
La principal razón que esgrimen los saudíes, sin embargo, es la acusación de que Qatar ha estado financiando actividades terroristas por toda la región. Desde grupos armados en Siria y Libia hasta oposición no violenta como los Hermanos Musulmanes, el país habría estado durante décadas financiando a grupos extremistas y terroristas.
El rebelde
No obstante, la razón más probable que explica el corte de relaciones es el hecho de que Qatar tiene la reputación de ir a su aire, por libre. Durante décadas, el pequeño país del Golfo ha estado usando su vasta riqueza e influencia para forjar su propia política exterior basada en sus propios intereses, en total contradicción con el camino marcado por los saudíes. Y no solo ha desarrollado una política exterior al margen de la de su vecino, sino que la ha socavado, al apoyar y financiar a actores que se oponen a Arabia Saudí.
Uno podría preguntarse cómo un país tan pequeño que apenas sobresale de la Península Arábiga ha amasado tanta riqueza e influencia, especialmente si lo comparamos con el gigante saudí cerniéndose sobre él a su lado. Qatar ha conseguido la mayor parte de sus riquezas de sus masivas reservas energéticas, ganándose el título de mayor productor de gas en 2014. Algo añadido al éxito de sus aerolíneas estatales, Qatar Airways, la popularidad de su canal de noticias Al Jazeera, y al hecho de que posee edificios y lugares emblemáticos en capitales europeas, incluyendo aproximadamente el 14% de Londres. Por todo ello es muy fácil ver lo influyente que se ha tornado Doha en los últimos años.
Leer: Cronología de la ruptura árabe con Qatar
Mientras que Arabia Saudí apoyó el golpe militar contra Mohamed Morsi, el primer presidente egipcio elegido democráticamente, Qatar apoyo al que fuera líder de los Hermanos Musulmanes. Mientras que el reino adoptó una política de tolerancia cero contra Irán, Qatar ha continuado manteniendo sus relaciones económicas y diplomáticas con Teherán –algo comprensible, pues ambos comparten la mayor reserva de gas del mundo–. En Libia, los saudíes y sus aliados apoyan al general Khalifa Haftar, asentado en el este del país, mientras que Qatar apoya a los grupos opositores con influencia en las zonas occidentales. En resumen, Qatar se ha convertido en un obstáculo para los intereses y la estabilidad de Arabia Saudí.
Demandas imposibles
Tras el corte de relaciones diplomáticas, Arabia Saudí envió una lista con 13 demandas a Doha, como condiciones indispensables para restablecer relaciones. Estas eran totalmente exageradas. Entre ellas estaban algunas totalmente imposibles de cumplir. Por ejemplo, el cierre inmediato de Al Jazeera y de todas sus sedes. Famosa por sorprender a un público global con reportajes y coberturas excepcionales sobre Oriente Medio, sus líderes y los escándalos políticos en los que se han visto envueltos, Al Jazeera ha sido una pionera en la región. Sin embargo, sus rivales consideran que no es suficientemente crítica con el gobierno que la respalda, Qatar.
A continuación está la demanda de que debe cortar toda relación con Irán y que la base militar de Turquía en territorio qatarí debe ser cerrada. Esto, en definitiva, obliga a Doha a enemistarse con unos vecinos regionales con los que está obligado a comerciar a diario.
Con todo ello, las demandas son claramente absurdas y, en palabras del ministro de Asuntos Exteriores qatarí, “están hechas para ser rechazadas”. No hay forma de que Qatar pueda cumplir dichas exigencias conservando a la vez la dignidad, y no hay posibilidad de que un país acostumbrado a tener tanta influencia se rinda con tanta facilidad, a pesar de la presión económica.
Señores de la guerra
A pesar del apoyo que aparentemente Trump muestra a Arabia Saudí respecto a acusar a Qatar de financiar el terrorismo, su propia administración opina lo contrario, y ha instado a EAU y a los saudíes a poner fin al bloqueo.
Uno podría ingenuamente pensar que EE.UU. apoya a uno o a otro. Pues aunque es cierto que EE.UU. ya honró a los saudíes con un suculento y millonario acuerdo de venta de armas, y estrechó unas relaciones debilitadas durante la época de Obama, también firmó el mes pasado un acuerdo valorado en 12.000 millones de dólares con Doha para vender docenas de F-15 a la pequeña nación del Golfo.
El mensaje es claro: EE.UU. está armando a ambas partes del conflicto, como ha hecho ya tantas veces en otras crisis regionales. Existen temores de que Arabia Saudí tome acciones militares directas contra Qatar si no se cumplen las demandas, algo que recordará a la invasión iraquí de Kuwait –un gigante ansioso de hegemonía abusando del vulnerable vecino–. Las demandas no han sido cumplidas aún, el plazo de diez días establecido por los saudíes ya ha terminado, y el ministro de Exteriores qatarí las ha rechazado y afirma que el país no tiene miedo a las posibles intervenciones armadas. Si se llega al conflicto bélico, EE.UU. se ha asegurado de que ambas partas están armadas hasta los dientes.
Sea cual sea el resultado, tres cosas son seguras: la crisis no terminará pronto; Irán es el único actor beneficiado por esta trifulca, que observa tranquilo cómo sus vecinos árabes discuten al otro lado del Golfo, acercando incluso más a Qatar a Teherán; y que EE.UU. ha allanado el terreno para que un nuevo conflicto pueda estallar en cualquier momento. Una nueva guerra del Golfo está cerca.