Las expectativas de que los EE.UU. fueran a eliminar totalmente las sanciones contra Sudán no son ciertas en absoluto. Unos pocos días antes del 12 de julio, la fecha límite de las sanciones, los diplomáticos sudaneses de todo el mundo están ya preparándose para dar la bienvenida al fin de las sanciones y ver a Sudán integrado de nuevo en la comunidad internacional. De lo contrario, llevarán a cabo una nueva política exterior, tal vez marcada por una posición contraria a EE.UU., en el caso de que las sanciones sean prolongadas.
La incertidumbre acerca de esta decisión se alimenta por la impredecible e inestable naturaleza de la administración del presidente estadounidense Donald Trump, que ha terminado con la costumbre de tomar decisiones semanas antes de las fechas límite oficiales. Hasta la fecha, la administración se ha mantenido oficialmente en silencio respecto a la cuestión, pero hay varias señales, algo contradictorias, procedentes de Washington, respecto a cuál puede ser la resolución de la Casa Blanca.
Por un lado, los avances del plan de cinco puntos impuestos a Jartum parecen confirmar que Sudán ha cumplido con las condiciones durante los últimos seis meses. Entre las medidas implementadas están la lucha contra el terrorismo, evitar que el grupo ugandés Ejército de Resistencia del Señor opere en el país, poner fin a las hostilidades en Darfur y otras zonas, permitir el acceso de ayuda humanitaria a las zonas en conflicto y abandonar toda interferencia negativa en el conflicto de Sudán del Sur.
El embajador de EE.UU. en Sudán pareció apoyar la retirada completa de las sanciones cuando dijo que no estaban destinadas a corregir el historial de violaciones de derechos humanos de Sudán, sino evitar que apoye a grupos terroristas y que envíe al ejército a Darfur.
Sin embargo, ha crecio la presión sobre la administración estadounidense para que la retirada de sanciones acarreara una mejora de la situación de los derechos humanos en el país. El actor de Hollywood, George Clooney, muy comprometido con los derechos humanos, planteó la apuesta al criticar en un artículo de opinión cómo la compañía Squire Patton Boggs había funcionado como un lobby defensor del gobierno sudanés.
“La firma recibirá 40.000 dólares al mes de un gobierno de la lista de EE.UU. de los países que financian actividades terroristas y con un jefe de Estado, Omar Al-Bashir, buscado por la justicia internacional por crímenes de genocidio”, escribieron Clooney y John Prendergast, también activista y miembro de la administración de Clinton.La condena de Clooney a las violaciones de Derechos Humanos de Sudán viene de lejos y ha sido apoyada por organizaciones como Human Rights Watch, pero de manera inusual, esta semana el embajador de EE.UU. en Jartum dijo en su página de Facebook que quiere ver al gobierno sudanés hacer “mayores esfuerzos” para mejorar la situación.
“Los EE.UU. siguen muy preocupados por el historial de violaciones de los derechos humanos de Sudán, incluido el continuado cierre del espacio político, las restricciones a la libertad religiosa y de expresión, así como la libertad de prensa” afirmó en un comunicado.
Para añadir leña al fuego, recientemente las autoridades sudanesas hablaron de demoler iglesias y perseguir a cristianos. Esto podría llevar a Trump a tirar por la borda el pacto hecho en enero por la anterior administración Obama. No sólo porque Trump cuenta con el apoyo de la derecha cristiana –liderada por su vicepresidente, Mike Pence– sino que además la decisión supondría una oportunidad para seguir con la tendencia de revertir todos los acuerdos y leyes aprobados por su predecesor en la Casa Blanca.
Las declaraciones de la embajada en Jartum han servido para incrementar las tensiones y la parcial implementación de Washington de la prohibición de viajar a ciudadanos de ciertos países a EE.UU., que incluye a Sudán, ha complicado más, si cabía, todo este asunto. Sudán comunicó sus preocupaciones rápidamente: “Esperamos que esta prohibición no afecte a la decisión de EE.UU. de poner fin a las sanciones el mes que viene, especialmente porque Sudán ha cumplido con todas las condiciones que se le exigió”, dijo el responsable de asuntos exteriores Abdel-Ghani, a Reuters.
En el plano interno la presión aumenta también para el presidente, Omar Al-Bashir, no permitirá que EE.UU. se “salga con la suya” si decide debilitar la economía sudanesa con la decisión de no poner fin a las sanciones. Dicha acción sería interpretada como una traición al trabajo duro, la cooperación y la atención que Sudán ha puesto para satisfacerlas demandas de EE.UU. y de la comunidad internacional. Sudán se esforzará para no quedar en ridículo y deberá responder de manera decisiva. “El mundo verá a un Sudán completamente distinto”, dijo un diplomático, que prefiere que no se conozca su nombre, a MEMO.Otra fuente también ha confirmado que un plan B, político y económico, está ya listo. La política alternativa llevará a la austeridad y a una mayor presión sobre los bolsillos de los sudaneses, en un intento por frenar la inflación. En términos políticos, el plan B, según la fuente de MEMO, significará “el abandono de Sudán de todas las iniciativas para combatir el terrorismo, la estrategia para frenar el tráfico humano –financiada por la Unión Europea– e incluso puede que lleve a Sudán a retirarse de tratados firmados con los Estados del Golfo, algo podría llevar a la retirada de sus tropas de Yemen”.
Al-Bashir no querrá verse enviando tropas a Yemen mientras que su economía no deja de empeorar.
Otro factor que no ha favorecido a la posición de Sudán ha sido la crisis entre los Estados del Golfo, y la decisión de Sudán de mantener una posición neutral, sin apoyar a los miembros del Consejo de Cooperación del Golfo (CCG) y Egipto en su disputa contra Qatar y sin cortar relaciones con el pequeño Estado del Golfo. La ofensiva diplomática de Arabia Saudí y el rechazo de Qatar a las 13 demandas impuestas por Egipto y los países del CCG quizás lleven a estos últimos a mandar un ultimátum a Sudán: se pondrá fin a las sanciones contra Jartum si Sudán inicia el boicot diplomático contra Qatar. No hay ninguna duda de que Arabia Saudí y los Emiratos Árabes Unidos (EAU) han reforzado su alianza con Washington, especialmente desde la llegada de Donald Trump al poder.
No obstante, esta semana, Jartum dio una clara señal de que está listo para implementar un plan B, cuando anunció la decisión oficial de Omar Al-Bashir de visitar Rusia el próximo mes. El apoyo a Rusia y a su intervención en Siria puede que no sea encajado fácilmente por los parlamentarios y la opinión pública sudanesa, pero la creciente cooperación con Rusia alineará a Sudán con los BRIC y quizá lleve a una vuelta de la influencia iraní en Jartum.
No tanto un “Sudán totalmente diferente” pero tal vez a uno más justo.