Aunque el embargo contra Qatar dirigido por Arabia Saudí comenzó inmediatamente después de la cumbre árabo-islámica de mayo en Riad, poco se recuerda de las promesas que el presidente Donald Trump hiciera a cambio de un precio. En cambio, los acontecimientos demuestran que la cumbre tuvo poco que ver con el fortalecimiento de las relaciones, la confrontación contra el extremismo o el fomento de la paz, la estabilidad y el desarrollo en la región. A medida que se desarrollan los acontecimientos, la crisis ejemplifica la política de Trump de encender guerras suaves en busca de inversiones o regalos financieros. Sin embargo, la misma política puede ser contraproducente, ya que otros jugadores encuentran espacio para intervenir.
Los más de 55 líderes musulmanes que asistieron a la cumbre hicieron oídos sordos a la doble dialéctica de Trump. Su llamada en Riad a la reconciliación de civilizaciones fue una sorpresa insultante. Pasó de demonizar el islam y definirlo como una fuente de fascismo a describirlo después como "una de las grandes religiones del mundo". Sin embargo, unas semanas más tarde, su administración rompió con una tradición de décadas de organizar un evento por Ramadán en la Casa Blanca. Por lo tanto, su retórica reconciliadora fue humo, pero, posiblemente, los líderes musulmanes todavía necesiten más pruebas para mantener sus promesas a distancia.
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En la cumbre se acordó una nueva reserva de 34.000 soldados para ayudar en la lucha contra el terrorismo y combatir la intervención iraní. Esta no es la primera vez que los líderes regionales han sellado una hipotética "OTAN árabe" para combatir el extremismo. La semilla del fracaso concurre en su ser al tratarse del segundo intento de este tipo y al patear las estructuras existentes, especialmente la Liga Árabe, la Organización para la Cooperación Islámica y el Consejo de Cooperación del Golfo. La cumbre los superó porque no tenía como objeto fomentar la cooperación o la estabilidad regional, lo que queda claro con la actual división entre los países árabes vecinos.
Además, en lugar de un empujón contra Irán, uno de sus presuntos aliados ha sido sitiado. Si todos los aliados iraníes merecen un embargo, entonces la lista debería incluir a Emiratos Árabes Unidos, al régimen de Assad, a Irak e, incluso, a Rusia. Es cierto que Irán ha desempeñado un papel desestabilizador en Irak, Líbano, Yemen y Siria. Sin embargo, ¿qué legitimidad hay para escoger a Qatar? Si es por los lazos comerciales, el intercambio económico UAE-Irán es uno de los más altos de la región. Si por la inestabilidad, Estados Unidos e Israel, entre otros, han sembrado la mayor parte del desorden en la región, especialmente mediante el apoyo de autócratas y plutócratas.
Por lo tanto, ¿están realmente dirigidos contra Irán los movimientos de hoy? ¿O simplemente se trata de inflar a un país minoritario para que supervise todo lo demás en la región? Posiblemente, Estados Unidos haya aprendido de su experiencia en el Irak posterior a 2003 que liderar desde la barrera es una estrategia mucho más fructífera. En lugar de emprender guerras directas y armadas para anunciar el arsenal, la ayuda militar y el apoyo político, la administración estadounidense favorece el estallido de guerras suaves que cosechan frutos similares o mejores a través de las manos de oligarcas débiles.
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Sin embargo, esta retirada superficial de alguna manera debilita a los aliados estadounidenses. Ha hecho un embargo total a sus presuntos enemigos. Ya sea Turquía, Irán o los estados europeos, países que preferirían romper el embargo y mantener fuertes vínculos económicos y relaciones diplomáticas con Doha no se enfrentan a las mismas vallas de una confrontación directa con Estados Unidos. Se sienten más libres de ignorar las recomendaciones de la coalición dirigida por Arabia Saudí, ayudados por el mal paso de Trump de meter a Daesh y Hamás en el mismo saco. Desdibujar las distinciones entre estas organizaciones podría blanquear los crímenes de Israel, pero será contraproducente al empujar a otros países a desafiar el embargo liderado por Arabia Saudí.
Por último, sin una visión clara de la OTAN árabe, la administración estadounidense se concentra en asegurar las inversiones en Oriente Medio, incluso mediante la firma de acuerdos de venta de armas. Esto puede ayudar a Trump a crear puestos de trabajo en su casa, pero ¿cómo puede fomentar la estabilidad en una región con las tasas más altas de desempleo juvenil en el mundo? Despreciar temas mucho más arraigados como el autoritarismo, el desempleo y la falta de oportunidades para los jóvenes de la región promoverá la inestabilidad.
Por lo tanto, las naciones de la región deben colaborar estrechamente en la cooperación para el desarrollo económico y en realizar esfuerzos conjuntos de seguridad para contrarrestar las falsas promesas de la cumbre de Riad. Dar prioridad a las oportunidades económicas es un primer paso imperativo antes de limpiar sus propias áreas fronterizas de los grupos militantes.
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Esto puede ir de la mano con la diversificación de las alianzas extranjeras alentando una mayor cooperación con la UE. Es cierto que muchos gobiernos europeos ven a la región únicamente como una fuente de terroristas y refugiados, y Bruselas no ha desempeñado un papel proactivo en ningún conflicto importante, ya sea en Libia, Siria o Palestina. Sin embargo, la mediación alemana en la crisis puede tomarse como un paso para atraer los fondos de la UE y la atención a proyectos bilaterales para fomentar la democracia y las oportunidades económicas basadas en la estabilidad en sus fronteras.
Un Londres post-Brexit también puede ser parte de la alternativa. En su discurso ante la cumbre del CCG en diciembre pasado, Theresa May dijo que quería que Gran Bretaña invirtiese durante la próxima década más de 3.700 millones de dólares en la región. Esa suma será fructífera para todas las partes si se invierte en realizar esfuerzos para el desarrollo económico en lugar de entrenamiento militar o gasto en defensa.
Estos pasos pueden reducir el coste pagado por la intervención estadounidense y, lo que es más importante, mitigar las posibilidades de una –muy esperada- nueva ola de la primavera árabe. La responsabilidad recae primero en los líderes árabo-musulmanes.