Los egipcios aún no se han recuperado del shock sufrido por la decisión del gobierno de vender las islas de Tiran y Sanafir a Arabia Saudí, a pesar de que un fallo judicial las declarara islas egipcias insertas en las fronteras geográficas del estado egipcio. Al-Sisi violó la ley y violó la Constitución y sus artículos que establecen que el presidente no tiene derecho a conceder a un tercero ninguna parte de la tierra estatal. Hizo caso omiso de esto y aprovechó que la mayoría de la población estaba distraída con la víspera del Eid para ceder las dos islas a Arabia Saudí. Éste era su regalo del Eid para los saudíes, pero para el pueblo egipcio fue una noche de dolor y aflicción.
Antes de que los egipcios tuvieran la oportunidad de recuperarse de esto, los habitantes de la isla Al-Warraq, en el corazón de El Cairo, sufrieron la emboscada del ejército y de la policía que asaltaron sus hogares y los expulsaron. También vieron como sus casas fueron destruidas y demolidas para evacuar la isla y entregarla a empresarios de Abu Dhabi, que la habían comprado para convertirla en un Manhattan. La empresa compradora de la isla ha estado durante años preparando el diseño de esta estratégica e importante área del río Nilo, pero la población fue la última en enterarse de lo que se estaba preparando entre bastidores.
La población de Al-Warraq adoptó una posición valiente y se enfrentó con las fuerzas invasoras a pecho descubierto. Uno de ellos murió y varios resultaron heridos, pero insistieron en que sólo entregarían sus tierras y la tierra de sus antepasados por encima de sus cadáveres, a pesar de ser atacados con balas y gases lacrimógenos en medio de un calor sofocante. Los habitantes de Al-Warraq obligaron a las fuerzas de seguridad a marcharse y a aplazar indefinidamente, por tanto, la evacuación definitiva, si bien algunas personas fueron arrestadas y las fuerzas de seguridad continúan asediando la isla. También cortaron la electricidad y evitaron el funcionamiento de los transbordadores que los residentes utilizan para trasladarse a través del Nilo.
Los canales por satélite afines al golpe de Estado lanzaron una campaña feroz contra la población de la isla, atacando su honor y reputación acusándoles de traficantes de drogas y terroristas. La acusación de terrorismo está siempre lista para ser lanzada contra cualquiera que se oponga al régimen. También afirmaron que la tierra pertenecía al estado y que los residentes la tomaron por la fuerza, a pesar de que conservan sentencias judiciales que demuestran todo lo contrario. Vivimos en un estado que no respeta las decisiones judiciales y pisotea la ley. Por lo tanto, los residentes serán amenazados una vez más con la evacuación de la isla y el estado impondrá su control sobre la isla para elevar su prestigio.
El imperio de la ley se utiliza en interés del ciudadano, pero en Egipto el interés del ciudadano es lo último en lo que el gobierno piensa. Puesto que estamos viviendo en un cuasi-estado, tal y como Al-Sisi declaró, se permiten todos tipo de tabúes y la opresión se ha convertido en la herramienta principal del gobierno. El prestigio del estado se realiza solamente a expensas de los pobres mientras que los ricos que violaron la tierra del estado y construyeron sus mansiones y complejos de lujo en ella son intocables.
En cuanto al ejército y a las instalaciones de turismo privadas de la policía construidas a las orillas del río Nilo, nadie habla ni se responsabiliza de que esta tierra fue tomada por la fuerza sin derecho. El pueblo de Al-Warraq ahora vive con mucho miedo, ya que la amenaza de una inminente expulsión nocturna pende sobre ellos, porque el gobierno insiste en evacuar la isla y entregársela al alto representante de Emiratos Árabes Unidos. Egipto ya ha recibido el dinero por la isla, pero nosotros, el pueblo, no sabemos a dónde va ese dinero. No sabemos a dónde ha ido ni un céntimo del dinero - estimado en cientos de miles de millones de dólares – que el gobierno ha recibido desde el golpe.
A lo largo de su larga historia, Egipto nunca ha sido testigo de la venta de su tierra, ya que ninguno de sus líderes antes de la revolución de 1952 se atrevió a vender un centímetro de ella, y ni siquiera eran egipcios. Tampoco nadie después de la revolución, desde Gamal Abdel Nasser hasta Anwar Sadat y Hosni Mubarak. Sin embargo, al-Sisi hace lo que quiere y está implementando la agenda sionista que pretende reducir el tamaño geográfico de Egipto y contener su influencia en la región.
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Todos los ojos están ahora centrados en la península del Sinaí, a la luz de la promesa anterior de al-Sisi de venderla para que se convierte en una patria alternativa para los palestinos, conocida dicha promesa como el acuerdo del siglo. El escenario en el Sinaí está siendo preparado para este propósito y las operaciones terroristas que se están dando allí son solamente una muestra de lo que el futuro deparará.