Las reacciones del poder estatal de Marruecos ante la Hirak (“movilización”) del Rif tras el sórdido asesinato de Mouhcine Fikri se han caracterizado por sus errores y su terquedad. Las protestas, mientras tanto, han sido implacables y mayormente pacíficas. Cualquier "violencia" por parte de los activistas ha sido defensiva, mientras que el Estado parece querer formar parte de una guerra desigual contra ellos. Tras los acontecimientos actuales, las promesas de 2011 sobre direccionar el país hacia una democratización gradual basada en la Constitución parecen una traición.
Son numerosas las razones que han provocado las movilizaciones, pasando por factores políticos, sociales, económicos e históricos. Para algunos defensores de los derechos humanos, las protestas comenzaron antes de la muerte de Fikri. El 8 de octubre, las tensiones se desataron cuando, en Alhucemas, como un acto excepcional a nivel nacional, nueve partidos políticos protestaron contra el excesivo fraude electoral de las autoridades locales, que facilitó una gran victoria para el Partido de la Autenticidad y la Modernidad (PAM). Los líderes de PAM habían prometido reconciliar el Rif con Rabat, pero el resultado aparente de su mediación hasta ahora es la corrupción continua y la indiferencia hacia las demandas locales.
Añadir insultos a las lesiones supone una regresión de las promesas hechas en 2011. El país ha estado envuelto en una fluctuación política que, en general, parecía dirigida a democratizar el país. El anterior jefe de gobierno utilizó plenamente sus poderes constitucionales, aunque estaban limitados. Él, de alguna manera, creó un equilibrio político, permitiendo a su Partido Justicia y Desarrollo (PJD) ganar las elecciones de 2015 y de 2016 contra la voluntad del núcleo estatal. El derrocamiento de Abdelilah Benkirane ha arrojado pesadumbre y desconfianza al proceso político del reino.
La paralización del proceso democratizador se agrava por el maltrato a las movilizaciones. La mayoría de sus jóvenes líderes han sido encarcelados. Nasser Zafzafi, por ejemplo, fue humillado aún más cuando apareció desnudo en un video que fue filtrado desde alguna sala de investigación policial o de hospital. Las autoridades negaron cualquier responsabilidad por la filtración. Elmortada Iamrachen, otro líder de las movilizaciones, fue acusado de afiliación a redes terroristas, pero luego fue liberado para poder enterrar a su padre, quien murió debido al shock por la detención de su hijo. Salima Zyani, conocida como Silya, supuestamente sucumbió a la depresión en su celda. Cuando una sentada exigió su libertad, los participantes, incluido el historiador el Maati Monjib, fueron agredidos por la policía antidisturbios. Esto se suma a la militarización en curso que sufre la región del Rif, para prevenir que los activistas puedan visitar Alhucemas.
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A diferencia de 2011 y los días de Benkirane, el pueblo en general recibe poca comunicación de los líderes estatales. Cuando el presidente francés Emmanuel Macron visitó Marruecos, declaró que el Rey deseaba asistir a una disminución de las movilizaciones. El pueblo se preguntaba sobre el valor añadido del portavoz de palacio para informar sobre la postura Real ante los acontecimientos del país. Para la monarquía, contra un gobierno debilitado, ser el jugador más fuerte en un frágil panorama político permite ver a los hirak como piezas débiles dentro de un juego en el que no disponen de la suficiente influencia como para cambiar las cosas.
Sin embargo, los consejeros reales han sido más visibles. El principal asesor, Fouad Ali El-Himma, visitó a Benkirane con la intención de que detuviese las movilizaciones, pero sus esfuerzos no dieron resultado. Si el ex jefe del gobierno hubiera intervenido, habría significado asumir la responsabilidad por las causas y efectos de las protestas. Incluso durante su mandato, Benkirane negó haber ordenado la brutalidad policial. En una entrevista con un periódico local, Abbas el-Jirari, otro asesor, culpó al gobierno, a los partidos y a las instituciones estatales por vacilar ante la situación del Rif, pidiéndoles que dejen al rey fuera de este tema espinoso. Sin embargo, una mayor participación gubernamental requiere una mayor división de poderes y la reducción de la brecha entre las leyes sobre el papel y la realidad sobre el terreno, lo que la Constitución no garantiza.
Con la situación actual, no disminuirán las movilizaciones. Las soluciones más importantes requieren pasos importantes. Además de mejorar la infraestructura del Rif, una medida fundamental es liberar activistas políticos, especialmente aquellos que ni ordenaron ni contribuyeron a apedrear a la policía. En segundo lugar, las investigaciones sobre el homicidio de Mouhcine Fikri deberían ir más allá, para evitar que se repitan las circunstancias que lo llevaron ser aplastado hasta morir. En tercer lugar, deberían lanzarse proyectos más ambiciosos. La región ha sufrido una negligencia intencional por lo que las iniciativas estatales disminuirían gradualmente la tensión.
Finalmente, los signos de democratización deben ser visibles a nivel nacional. Un buen comienzo sería cambiar a los ministros que simbolizan el despotismo, incluido el ministro del Interior, que es propenso a fracasar en sus intentos de frenar las movilizaciones, ya que favorece el enfoque de la “seguridad”. La brutalidad a menudo provoca una reacción negativa, arrestar a activistas y agredir a manifestantes son los desencadenantes de protestas en otras ciudades. El segundo en irse debe ser el ministro de Educación, que es ex ministro del Interior. También quiere solucionar los profundos problemas de educación con un enfoque basado en la “seguridad”. Las protestas de los profesores se han multiplicado y el próximo año académico promete más movilizaciones. El tercero debería ser el ministro de Agricultura. El rico hombre de negocios probablemente no tenga precedentes en cómo se unió al gabinete a fin de defender sus intereses y los del núcleo del estado en contra de la voluntad pública.
No importa, otras movilizaciones podrían desencadenarse en cualquier lugar y en cualquier momento, ya que la corrupción y el despotismo persisten en todo el país. Marruecos necesita reanudar su naciente ambiente de democratización. Eso alentará al gobierno, a los partidos, a las instituciones y a los manifestantes a restaurar la confianza en el proceso político.