Jerusalén y la mezquita de Al-Aqsa están entre los temas más importantes de la causa global palestina. También están entre los principales factores que han atraído un gran interés por parte de Turquía, junto con el sitio a Gaza. Tierra Santa tiene un peso histórico especial para Turquía debido a su importancia histórica en el último califato otomano, antes del derrocamiento británico de las fuerzas otomanas y de la posterior ocupación sionista.
Además, Jerusalén (y la mezquita de Al-Aqsa) es una puerta de entrada para la participación turca en la causa palestina, no sólo debido a la proximidad regional y al peso que tiene Turquía, sino también por el papel que desempeñó Turquía en la reconstrucción de Al- Aqsa tras el incendio de 1969.
En la actual batalla por Al-Aqsa, que comenzó cuando las fuerzas israelíes cerraron las puertas de la mezquita, impidiendo así que las oraciones del viernes se celebraran allí por primera vez desde 1969, Turquía intentó mantenerse al margen durante varios días. Las primeras palabras del primer ministro Binali Yildirim expresaron el rechazo de Turquía a las acciones de Israel, pero no generaron muchas reacciones o preocupación en ninguna parte. Poco después, las declaraciones oficiales turcas expresaron más descontento e insatisfacción popular.
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El presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, emitió un comunicado como presidente del Consejo Islámico de Cooperación -encargado de restaurar artefactos en Jerusalén- en el que rechazaba totalmente "todas las medidas tomadas por Israel" en la mezquita de Al-Aqsa y en Jerusalén en general. Además ambas fueron descritas como "ocupadas". El presidente turco instó al gobierno israelí a restaurar el status quo que prevalecía antes de la actual crisis en Jerusalén. Las declaraciones de Erdogan también rechazaron la "presencia de violencia en todos y cada uno de los lados".
Además de las declaraciones esperadas del gobierno turco y del partido gobernante del AKP, el líder de la oposición turca, el Partido Republicano Popular (CHP), también emitió una declaración rechazando las prácticas de Israel que han afectado e impedido la libertad de culto en la mezquita de Al-Aqsa. Funcionarios de CHP enviaron una delegación a la embajada palestina para mantener conversaciones. El jefe del Partido del Movimiento Nacionalista (MHP), Devlet Bahceli, acusó a Tel Aviv de ser una "fuente de terrorismo" en un reciente discurso ardiente.En cuanto a nivel popular y de organizaciones de la sociedad civil, Turquía fue uno de los países con los más altos niveles de protesta nacional en las grandes ciudades, como fue el caso en muchas otras ciudades globales. Casi todos los sermones dados en la oración del viernes en Turquía versaron sobre la crisis de Al-Aqsa.
Parece, pues, que la postura turca sobre la crisis en Jerusalén se basa en mostrar solidaridad a diario a todos los niveles y en todos los estratos. El discurso que realizó Erdogan el martes ante el bloque parlamentario del AKP afirmaba que la solidaridad con Al-Aqsa es una "cuestión de destino, no de posibilidad". Sin embargo, es difícil decir si la posición de Turquía superará el ámbito de las palabras, especialmente desde que estamos discutiendo el papel de Turquía, un estado cuyos roles regionales son numerosos y continúan creciendo. Sin embargo, lo que se espera de Turquía como actor regional y como actor principal en el Consejo Islámico es romper el techo de estas expectativas y hacer lo que se espera de él.
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Por un lado, estamos hablando de una crisis sin precedentes en la que las fuerzas de ocupación israelíes están tratando de cambiar el status quo de la mezquita de Al-Aqsa, que ha prevalecido durante los últimos diez años, e imponer una nueva realidad que daría a Israel un control total sobre Al-Aqsa. La mezquita de Al-Aqsa es una de las tres mezquitas que tienen una gran importancia en el islam y, además, es el símbolo de la causa palestina. Además, Al-Aqsa y Jerusalén están clasificadas como territorios ocupados bajo el derecho internacional (dando plenos derechos a los palestinos). Sin olvidar la reciente resolución de la UNESCO, que clasificaba tanto a Jerusalén como a la ciudad vieja de Hebrón como patrimonio cultural palestino sometido a la violencia y al terrorismo debido a los ataques dirigidos por soldados fuertemente armados, cuyo objetivo es profanar ambos lugares.
Hay tres contextos adicionales que Turquía puede utilizar en defensa de Al-Aqsa:
Primero: Emplear la influencia del Consejo Islámico de Cooperación declarando el estado de emergencia y convocando una reunión posterior. Tal paso nos alejaría de declaraciones vacías y obligaría a los países a asumir sus responsabilidades, incluida Arabia Saudí, que tiene el papel simbólico del liderazgo árabe dentro del consejo. También hay países como Jordania y Egipto que desafortunadamente son el hogar de dos embajadas israelíes dentro de la región y, por supuesto, el papel de Marruecos, el país responsable de la representación del comité de Jerusalén en el consejo.
Segundo: Activar el comité conocido como "Parlamentarios para Jerusalén" que fue lanzado recientemente en Estambul bajo el auspicio oficial de Turquía. Esto alienta a los parlamentos islámicos y árabes a tomar medidas claras y decisivas con respecto a la cuestión de Jerusalén y la mezquita de Al-Aqsa.
Tercero: Ejercer su influencia en la cuestión de las relaciones turco-israelíes. Turquía ha mencionado varias veces que la normalización de las relaciones con Israel no vendrá a expensas de su posición sobre la causa palestina.
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Turquía tiene la capacidad de ejercer presión diplomática sobre Israel amenazando con retirar su apoyo a la cuestión del gas mediterráneo, ya que Israel necesita su apoyo para exportar a Europa.
No estamos exagerando cuando describimos los acontecimientos que tienen lugar en la mezquita de Al-Aqsa. Se trata de una verdadera batalla. Por esta razón, es inaceptable que los habitantes de Jerusalén abandonen las puertas de Jerusalén por voluntad propia. También es inaceptable que las fuerzas de ocupación salgan de esta batalla con cualquier ganancia, por pequeña que sea, con respecto a Al-Aqsa y que tengan el control de su soberanía.
Se trata de acontecimientos catastróficos que no podemos permitir que sucedan porque tienen implicaciones directas sobre el futuro de la mezquita de Al-Aqsa, Jerusalén y la causa palestina, así como sobre la región en su conjunto. Turquía está a la vanguardia de los países que pueden desempeñar un papel positivo e influyente en esta crisis. Una posición progresista de Turquía sin duda incrementaría la fortuna moral y política de Ankara.