La semana pasada un tanque del ejército egipcio aplastó en la península del Sinaí un automóvil pasando por encima de él y, segundos después, el vehículo explotó generando una gran humareda y grandes llamas anaranjadas. Más tarde, los militares hicieron una declaración en la que afirmaban que el coche contenía 100 kilogramos de explosivos y que los terroristas que viajaban dentro planeaban realizar un ataque contra el ejército.
El video no llegó a la prensa internacional hasta el martes, una semana después del incidente real. Esto es indicativo de la desconexión informativa que envuelve todo el norte del Sinaí, lo que nos muestra la guerra que mantiene gobierno contra el terrorismo. Ha cerrado medios de comunicación y ha arrestado a activistas y periodistas a través de la gobernación.
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No hace mucho tiempo era el Sinaí del Sur conocido en todo el mundo, llegando a ser famoso por sus bares de playa y autobuses llenos de turistas extranjeros. Durante estos días es el norte del Sinaí el que recibe más atención en gran medida porque Wilayet Sinai, la filial local de Daesh, está llevando a cabo allí un importante levantamiento.
Varios cientos de soldados han muerto en la península desde el golpe de Estado de 2013. A principios de este mes, 23 soldados murieron tras la explosión de varios automóviles y el tiroteo posterior en un puesto de control militar en lo que se considera el ataque más mortífero contra el ejército egipcio durante años.
Daesh ha señalado a los cristianos como el blanco de sus ataques, particularmente brutales, pese a que previamente se comprometió a atacar a la policía, soldados y agentes de seguridad. En febrero, el grupo terrorista lanzó una ofensiva de 21 días en la ciudad de Arish. Cientos de coptos huyeron del Sinaí a la ciudad de Ismailia, cerca de El Cairo.
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En respuesta, el ejército egipcio ha lanzado una serie de ataques que declaran están dirigidos a los militantes en la península. Hace varios días se informó a través de los medios de comunicación que las fuerzas de seguridad egipcias habían matado a 30 militantes en las redadas terrestres y aéreas en el norte del Sinaí.
La facilidad con la que estos informes reelaboran cifras de terroristas muertos desmiente una realidad más compleja y oscura: la de los ciudadanos egipcios atrapados en la operación antiterrorista del Sinaí.
Uno de ellos es Mohamed Gamal Adly, un estudiante de informática de la Universidad del Sinaí, que desapareció el 3 de julio. El Ministerio del Interior afirmó posteriormente que era un terrorista que había sido asesinado durante enfrentamientos a pesar de que había sido arrestado antes de su muerte.
La historia de Adly es familiar. En marzo, las fuerzas de seguridad lanzaron imágenes que presuntamente mostraban una incursión contra el terrorismo que mató a diez combatientes de Daesh. Una investigación de Human Rights Watch reveló que había indicios de que era falsa,entre otras razones porque uno de ellos había sido disparado a corta distancia.
Al menos algunos de los hombres en el video habían sido arrestados unos meses antes de que la incursión tuviera lugar ,y sus familias fueron arrestadas e intimidadas cuando comenzaron a hacer preguntas.
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Como última forma de castigo colectivo las ciudades de Sheikh Zuwaid, Arish y Rafah han estado sin electricidad durante las últimas tres semanas y sin conexión de red durante la semana pasada. Unas 100.000 personas solamente pueden conectarse a internet una o dos horas al día, ya que la electricidad es necesaria para que funcionen los pozos debido a que actualmente hay una severa escasez de agua.
Como parte de una estrategia a más largo plazo, el ejército ha estado destruyendo casas en el Sinaí con el pretexto de que están trabajando para despejar áreas donde se encuentran escondidos los combatientes armados. Las personas que han perdido sus casas no han sido compensadas. De hecho, unos 500 egipcios se han establecido en Gaza después de escapar a través de los túneles de contrabando hasta la franja sitiada en busca de una vida mejor.
En otras palabras, la respuesta del ejército egipcio a la insurgencia ha sido desproporcionada, barriendo civiles con ella y llevándonos a la conclusión obvia de que las autoridades egipcias están utilizando operaciones de lucha contra el terrorismo en el Sinaí como un precedente para justificar su guerra contra un grupo cada vez más amplio de la oposición.
Al mismo tiempo, el hecho de que estos ataques continúen demuestra que al-Sisi tiene poco control sobre los grupos terroristas, a pesar de ser el hombre de Oriente Medio elegido por occidente para liderar la guerra contra el terrorismo.
Con todos los arrestos, muertes, apagones de electricidad y más, los detalles que rodean los ataques insurgentes y las violentas respuestas gubernamentales sigue estando poco claros. Así, cuando se publica un video de un tanque del ejército aplastando un coche que contiene cuatro terroristas es difícil descifrar lo que es real y lo que se fabrica. Como resultado de tales incidentes no se pueden dejar de hacer todo tipo de preguntas. Si el ejército había sido informado acerca de explosivos en un vehículo ¿por qué no limpiar el área? En cambio, siete civiles que se hallaban cerca murieron cuando la bomba explotó.
Cuando las declaraciones, figuras y videos de los ataques terroristas del ejército egipcio se publican como un evangelio, les ayuda a perpetuar su narración sobre que las muertes de civiles no son más que daños colaterales de una necesaria guerra contra el terror. Sin embargo, las acciones de las autoridades egipcias durante los últimos cuatro años demuestran que no se puede confiar en ellos a la hora de presentar algo cercano a una versión veraz de los acontecimientos.