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Resurge la guerra olvidada de Arabia Saudí

Al seguir políticas internas y externas beligerantes, la Casa de Saud podría enfrentarse a una creciente inestabilidad.
El príncipe heredero y ministro de Defensa de Arabia Saudí, Mohammed Bin Salmán (foto de archivo)

Las implicaciones del asedio de Arabia Saudí sobre la ciudad de Awamiyah, en la periferia de Qatif, están empezando a surgir. Varias fotos que muestran la destrucción y las condiciones similares a las de una guerra civil en la ciudad, de mayoría chií, demuestran la intensidad del conflicto. Pero, lo más importante, nos dan una pista acerca de la naturaleza de la amenaza a la que se enfrentan las autoridades saudíes.

La gobernación de Qatif y de la provincia oriental más amplia en la que se encuentra, de mayoría chií, siempre ha sido considerada como potencialmente hostil al gobierno de Al-Saud. Las fuerzas centrífugas de la provincia son muy importantes por tres razones. La primera; la mayor parte de la minoría chíi de Arabia Saudí (algunos estiman que compone el 15% de la población) se concentra aquí. La segunda; la provincia alberga la mayor parte de las industrias petroleras y petroquímicas del reino. La tercera; se trata del acceso de Arabia Saudí al Golfo.

Además, lo que sucede en Qatif y, en general, en la provincia oriental es importante debido a que puede tener un mayor impacto, alimentando las pasiones sectarias y políticas de todo el país. Lo que no aprecia el mundo exterior es que Arabia Saudí no es tan cohesiva y homogénea como hacen pensar sus gobernantes. Pero lo más importante es que el intenso conflicto en Qatif amenaza con acabar con la nueva y más agresiva política exterior saudí, como demuestra la guerra en Yemen y los intentos de aislar a Qatar.

 

Una insidiosa insurgencia

Los sucesos en Qatif tienen todos los rasgos distintivos de una insurgencia de bajo nivel; los ataques regulares contra las fuerzas de seguridad provocan una contundente respuesta del Estado. El conflicto abierto provoca reacciones automáticas. En el bando saudí, la reacción reflexiva de las autoridades es culpar a Irán del conflicto. En cuanto a los analistas exteriores, el conflicto suele reducirse a un levantamiento chií contra el Estado saudí.

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Aunque las tensiones en Qatif se remontan a hace décadas, el último episodio de inestabilidad lo encontramos a principios de 2011, cuando las gentes de la provincia oriental – y, en menor medida, por toda Arabia Saudí – se inspiraron en los acontecimientos de la Primavera Árabe. Desde el principio, las autoridades saudíes intentaron culpar a Irán de los levantamientos, aunque no ofrecieron ninguna prueba que respaldara sus acusaciones.

Durante décadas, la principal estrategia de Arabia Saudí a la hora de abordar problemas socio-económicos, políticos, culturales o religiosos con el pueblo de la provincia oriental ha sido privarlo de un liderazgo efectivo. Como parte de la estrategia, el reino alcanzó un acuerdo histórico con un segmento importante de los líderes chíies, dirigido por el jeque Hassan al-Safar.

Este acuerdo plantó las semillas de un largo conflicto, ya que se basaba en malentendidos deliberados y promesas sin cumplir. Los saudíes interpretaron el acuerdo en términos expansivos, tomándolo como la solución para todos los problemas respecto a la minoría chií. Todo esto a pesar de que Al-Safar no representaba a la mayoría chií de la provincia oriental, y mucho menos a los chíies de otras partes del país, en particular la comunidad de medio millón de chiíes ismailíes en Najran, en la frontera con Yemen.

La actual radicalización es, en parte, un legado del déficit de liderazgo constantemente exacerbado por acciones de provocación saudíes. La ejecución del jeque Nimr Baqir al-Nimr en enero de 2016 fue un acto de provocación y parte de la estrategia saudí de eliminar a los líderes efectivos de la comunidad.

En cuanto a la asociación con Irán, las autoridades saudíes refuerzan a menudo su relación condenando a activistas y profesionales locales con cargos relacionados con el espionaje a Irán. Más allá de la información generada por Arabia Saudí, es muy difícil evaluar el alcance de la responsabilidad de Irán en la desestabilización local. Los servicios de inteligencia iraníes y los Cuerpos de la Guardia Revolucionaria Islámica son, sin duda, una mano oculta en la zona. Pero su influencia llega sobre todo a las redes de la oposición chií saudí exiliadas, situadas principalmente en Beirut, Bagdad y Londres. La influencia directa de Irán en Qatif es, probablemente, mínima.

El impacto en la política exterior

Más que nada, la intensificación de la insurgencia en Qatif pone en tela de juicio la agresiva política exterior de Arabia Saudí. Empezando por la campaña militar en Yemen en marzo de 2015, el nuevo gobierno saudí ha adoptado una postura ofensiva contra sus rivales regionales. El reino ha adoptado un tono abiertamente beligerante contra Irán y, más recientemente, ha intentado aislar a Qatar por su política exterior independiente y su apoyo a grupos de la oposición regional.

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Puede que Arabia Saudí logre contener los disturbios en Qatif, pero las autoridades no podrán erradicar el problema a menos que lo aborden desde un nivel político. Mientras tanto, el conflicto podría extenderse, sobre todo si la oposición supera la división sectaria y encuentra una causa común con el movimiento de protesta de la provincia oriental.

Respecto a la política exterior, sigue aumentando la evidencia del fracaso saudí. No hay más que fijarse en el país vecino, Yemen, donde, después de más de dos años de acción militar, Arabia Saudí se arriesga a quedarse atascada en un conflicto largo e imposible de ganar. Y lo más preocupante para los saudíes: Irán continúa ganando terreno en Yemen, y aún podría ser el eventual vencedor.

Al igual que su némesis ideológica, Irán, Arabia Saudí quiere dominar la región. Pero sus ambiciones no están respaldadas por una estrategia integral ni por fundamentos internos sólidos, como demuestran los enfrentamientos en Qatif. Al seguir políticas internas y externas beligerantes, la Casa de Saud podría enfrentarse a una creciente inestabilidad.

 

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