¿Niegan acaso los analistas occidentales que Occidente hace cosas malas porque aquéllos forman parte de una conspiración dirigida por un gobierno o un grupo de intereses concretos? ¿O es porque son estúpidos, o se ven inmersos en una especie de psicosis patriótica? Si el caso es el último – como suele pasar – la situación en el norte de Irak y Siria en los últimos años debe estar poniendo a prueba sus límites.
La brutal verdad es que, en la lucha por recuperar le control del norte de Irak y Siria, Occidente se ha convertido en una máquina de matar, a la par que Bashar Al-Assad y Daesh, el llamado Estado Islámico. No siempre ha sido así, y Donald Trump no ha sido precisamente de ayuda.
Por ejemplo, en el transcurso de la batalla de Alepo, los aviones de guerra sirios y rusos han estimado 11.355 víctimas civiles. Si se tienen en cuenta las muertes por bombardeos, la cifra aumenta a unas 17.000. Durante la liberación de Mosul, entre el 19 de febrero y el 19 de junio, Amnistía Internacional ha documentado 5.805 civiles muertos; personas asesinadas por aviones estadounidenses, británicos y de otras potencias occidentales; y las fuerzas terrestres iraquíes, Joel Wing, del excelente blog 'Musings in Iraq', calculó que 6.340 civiles fueron asesinados entre la batalla que comenzó en octubre del año pasado y mediados de marzo. Gran parte de esto se atribuye al excesivo uso de artillería por parte de las fuerzas iraquíes, así como la debilitación de las reglas de participación aéreas prescritas por el presidente de EEUU.
Digamos, por razones de argumentación, que, para liberar a Mosul del Daesh, las fuerzas pro-occidentales asesinaron a prácticamente el mismo número de civiles que aquellas en Alepo – 11.000. Tomemos entonces Alepo, que Assad ha liberado de Al-Qaeda; las víctimas suman 17.000.
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Por supuesto, la diferencia es la escala de tiempo. La batalla por Alepo duró 1.618 días. La batalla por Mosul, 280, redondeando. De media, cada día, los aviones de Assad mataban a casi 11 civiles. La coalición estadounidense e iraquí asesinaba a unos 61 civiles al día. Si un alienígena llegara a la tierra y tuviera que elegir, ¿en qué bando supondría que son más moderados? Si la batalla por Mosul hubiese continuado y Daesh hubiese aguantado otras doce semanas, la coalición EEUU-Irak, al ritmo al que generaban víctimas civiles, hubiese superado la cifra de Assad en cuatro años y medio en Alepo.
La coalición lo hubiese superado en sólo seis meses. Nadie de la prensa principal, excepto, quizá, el Independent, esperaba que esta liberación se llamara, como se llamó en Alepo, un “holocausto” o un “matadero”. Aun así, los escenarios son sorprendentemente similares. Los rebeldes decentes habían sido perseguidos en la ciudad y merecía la pena defender a los ciudadanos normales de Alepo frente a los grupos dominantes.
La coalición Fatah Halab llevó a cabo “repetidos ataques indiscriminados que pueden equivaler a crímenes de guerra”, según Amnistía Internacional. Supuestamente, utilizaron armas químicas, lo cual es una línea roja bajo todas las circunstancias, excepto cuando las usan nuestros hombres.
Mientras que el régimen lanzaba bombas barril, Ahrah Al-Sham disparaba sus propios “cañones del infierno” indiscriminadamente contra los barrios civiles sirios. Ahrar Al-Sham ha luchado junto al Daesh y Al-Qaeda y ha sido acusado de secuestrar y torturar a los que no cumplen su desquiciada versión de la shar'ia. Si el Frente Nusra estableciese un emirato extenso reemplazando el Estado sirio o tomando una gran porción de él, Ahrar Al-Sham se uniría a ellos.
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Sería un país dirigido por Al-Qaeda. Eso sería “algo malo”, si recordamos los atentados del 7/7 y del 11S. Sin embargo, en el mundo de hoy en día, ya no se considera tan malo.
Mientras tanto, en Mosul se ha establecido otra versión “bastardizada” del califato. El autoproclamado Estado Islámico controlaba Mosul, y nadie ponía en duda que la ciudad necesitara ser liberada. Utilizar más tropas locales que occidentales fue un buen comienzo, pero los bombardeos aéreos y el uso indiscriminado de artillería provocó que la cifra total de civiles asesinados por las fuerzas pro-Bagdad superara el número de víctimas de Daesh. Como dice el PRI, “Estas cifras sólo cuentan parte de la historia, ya que puede que miles de cadáveres todavía estén bajo los escombros de la mitad occidental de la ciudad.”
¿Qué esperanza le queda entonces a la gente de Raqqa? De nuevo, nadie duda que la ciudad necesite ser liberada. Sin embargo, de nuevo, la coalición estadounidense ha sido acusada de causar un gran número de bajas civiles.
A la ONU no le impresiona. “Observamos en particular que la intensificación de los ataques aéreos, que han allanado el terreno para el avance de las FDS en Raqqa, no sólo ha resultado en una terrible pérdida de vidas civiles, sino que también ha provocado la huida de 160.000 civiles de sus hogares”, declaró Paulo Pinheiro, presidente de la comisión de investigación de la ONU sobre los crímenes de guerra en Raqqa.
Zeid Al-Hussein, Alto Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos, afirmó que las estimaciones de víctimas que se han publicado son una cifra “conservadora”, y que “los civiles no deben ser sacrificados por un rápido triunfo militar.”
Si Trump no aprende la lección en Mosul, se arriesga a ser considerado el Assad de Raqqa. No sabemos si aún estará en el cargo, pero, sin duda, no le importará. Serán los futuros estadounidenses los que paguen el precio. La psicosis que a veces nos posee a todos, especialmente frente a una amenaza como el Daesh, debe ponerse a un lado. La coalición estadounidense se está alejando de sus raíces como libertadora del mal y convirtiéndose en una máquina de guerra.