Twitter reaccionó inmediatamente después de la cancelación de la controvertida cancelación de la cumbre africana-israelí.
Si estás intentando vender un apartheid, los africanos no lo van a comprar
Twitteó el movimiento sudafricano de Boicot, Desinversiones y Sanciones (BDS). Al hacerlo, los sudafricanos han hablado por todo el continente.
Habiendo liberado a su país del régimen racista de apartheid, el pueblo de Sudáfrica siente, como es de entender, que tiene el deber moral de asegurar que las indignidades de aquel sistema nunca vuelvan a producirse en cualquier otro lugar, tampoco en el continente africano. Naturalmente, fueron los primeros en anunciar su boicot a la cumbre que se celebraría en Togo a finales de octubre. Sean Benfeldt, embajador sudafricano en Líbano y Siria, declaró a una delegación palestina de la Conferencia Popular de Palestinos en el Extranjero que su país no formaría parte de la cumbre, la cual parecía tener la intención de normalizar la relación entre África y un “Estado de ocupación”.
La cancelación de la cumbre ha sido un golpe duro para Israel y, en particular, para su primer ministro derechista Benjamin Netanyahu. No hace mucho, Netanyahu no sólo era el primer ministro de su país, sino también el ministro de Exteriores, de Defensa, de Economía, de Comunicaciones y de Cooperación Regional, todo simultáneamente; el jefe de todos los oficios, pero, en realidad, el amo de ninguno. Aun
que renunció a regañadientes a algunas de estas posiciones, sigue dirigiendo el Ministerio de Interior mientras ejerce de primer ministro.Atormentado por sus escándalos y la perspectiva de prisión por corrupción y fraude, el líder israelí se ha ocupado de grandes iniciativas en el extranjero que, según él espera, podrían retrasar su expulsión política. Sin embargo, al escoger África, ha cometido un enorme error, dada la mala imagen de Israel en el continente. Su apoyo y sus lazos históricos con el apartheid en Pretoria nunca han sido olvidados.
En los años 70 y 80, Israel y Pretoria compartían tecnología militar e información, con unos 23.000 miembros del personal militar israelí estacionados en Sudáfrica durante el apartheid. Su colaboración era tan intensa que la Asamblea General de la ONU se vio obligada a adoptar una resolución en 1984 condenando “la creciente colaboración de Israel con el régimen racista de Sudáfrica”.
Este sórdido historial explica en gran medida por qué Israel eligió Togo como la sede de su cumbre África-Israel. El pequeño Estado de África occidental no tiene una tradición establecida de democracia. Al contrario; ha estado gobernado por la familia Eyadéma desde 1967. Sin fiarse en absoluto de las promesas de Netanyahu, sus ciudadanos empobrecidos han protestado durante semanas y semanas con cánticos de “50 años es demasiado tiempo”.
Al boicotear la cumbre de Togo, las naciones africanas deben haber hecho balance de la “libertad” de los países más cercanos a Israel. Egipto, por ejemplo. Su actual presidente llegó al poder mediante un golpe de Estado en 2013, tras el cual la Unión Africana eliminó la adhesión de Egipto. Del mismo modo, cuando Faure Gnassingbe se convirtió en presidente de Togo en 2005 – sucediendo a su padre – la Unión Africana describió este acontecimiento como un “golpe de Estado militar”. Ahora, ambos países se han hecho notar por sus regímenes represivos y su historial de ignorar los derechos humanos. Muchos creen que Egipto sólo se ha librado de la sanción gracias a su estrecha relación con Israel y Estados Unidos. Hoy en día, no muchos africanos querrían sacrificar su valorada libertad por una amistad con EEUU.
Existen otros factores que deben haber desalentado a los países africanos de seguir adelante con la cumbre con Israel. Miles de inmigrantes económicos de Eritrea y Sudán del Sur arriesgan sus vidas todos los años cruzando el desierto de Sinaí buscando una vida mejor en el Estado sionista. Los que logran completar el arduo viaje pronto se dan cuenta de que eligieron el país equivocado. Miles de estos refugiados se quedan en el limbo en el centro de detención de Holot, en el desierto de Negev. El mero hecho de que esté administrado por el Servicio Penitenciario de Israel indica cómo es la experiencia. Tras pasar largos períodos en el “centro” del desierto, muchos refugiados pierden la ilusión, y se someten a la presión de regresar países de origen o de ir a un tercer país, como Uganda o Ruanda.
La semana pasada, el líder del partido israelí de extrema derecha Yesh Atid, Yair Lapid, declaró ante una audiencia en una reunión en el ayuntamiento de Jerusalén que no es problema de Israel el lidiar con 40 o 45.0000 personas que llegan de Eritrea buscando trabajo. “Tenemos que expulsarlos, estén o no de acuerdo”, insistió, “y si las leyes deben cambiar, las leyes deben cambiar”.
Sabemos que la caridad comienza en casa. Si Israel no puede practicar la caridad en su casa, o ser acogedor y amable con aquellos empobrecidos por los gobiernos represores que apoya, ¿cómo va a ser capaz de aportar algo al continente africano?
La historia ha sido cruel con África de muchas maneras; ha sufrido la trata de esclavos en el Atlántico, el colonialismo, el régimen de apartheid y el genocidio. Sin embargo, vivió un soplo excepcional de buena suerte cuando los primeros sionistas rechazaron una oferta de la Gran Bretaña imperial para crear “Israel” en tierras de Uganda. Si hubiesen aceptado, las consecuencias para África serían insufribles, como lo son para Palestina.
Tras ser testigos de los catastróficos resultados del colonialismo sionista en Palestina, África tiene incontables razones para evitar la cumbre de Netanyahu. Ahora se rumorea que podría celebrarse en Israel en vez de en Togo. Otro boicot enviaría un mensaje aún más fuerte a Netanyahu de que su versión del apartheid está tan mal recibida como la de Sudáfrica. Israel debería echarse atrás; África no necesita un nuevo colonialismo.