Apenas una semana después del controvertido referéndum consultativo de independencia de los kurdos iraquíes, la comunidad autónoma española de Cataluña celebró una votación similar. Las similitudes acaban ahí, ya que la dura reacción de las autoridades españoles frente al referéndum no podría ser más diferente de la de los líderes y oficiales iraquíes.
Las autoridades españolas hicieron un uso desproporcionado de la fuerza para detener una votación inherentemente pacífica – aunque ilegal – para la independencia. Pero lo más sorprendente no ha sido la violencia de las fuerzas de seguridad españolas, sino el silencio internacional. Si el gobierno iraquí hubiese usado la fuerza contra el referéndum, también ilegal, organizado por el Gobierno Regional de Kurdistán (GRK), hubiese sido, sin duda, acusado por distintas instancias internacionales y mediáticas.
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Los referéndums de los kurdos de Irak y de los catalanes de España se desarrollaron en un contexto de circunstancias internas similares. Constitucionalmente hablando, ambos referéndums son ilegales, y, en términos de una política interna más amplia, el resto de las sociedades iraquíes y españolas se oponen firmemente a la secesión. Es más, el amplio equilibrio regional de poder no favorece la secesión por miedo de dar pie a un efecto dominó de desestabilización.
Aun así, existe una gran diferencia: los kurdos iraquíes tienen un ejército, los llamados Peshmerga, que, potencialmente, puede hacer cumplir la independencia o, en su defecto, una forma extrema de autonomía en términos y condiciones favorables. Del mismo modo, el irredentista movimiento nacionalista kurdo en Siria está igual de armado y cuenta con el mismo apoyo de las potencias occidentales.
En esta coyuntura merece la pena examinar la naturaleza y las reivindicaciones de nacionalismo kurdo desde un punto de vista que pontifique el efecto de un potencial Estado kurdo en Oriente Medio. Los kurdos han logrado construir una narrativa nacionalista, basándose en la victimización y la desposesión.
Sin embargo, los mitos fundacionales del nacionalismo kurdo no son, ni mucho menos, tan peligrosos como sus engañosos argumentos contemporáneos. Los grupos nacionalistas kurdos se enfrentan a Estados regionales “fuertes”, como Irán y Turquía, y piden su disolución por razones de igualdad y derechos humanos. Sin embargo, estos mismos grupos aspiran a crear un súper Estado kurdo.
¿Víctimas perennes?
El nacionalismo kurdo se considera cada vez más como una de las fuerzas políticas más potentes de Oriente Medio. Algunos analistas incluso defienden que esta fuerza insurgente dará forma al futuro de la región, probablemente a expensas de los Estado-nación ya establecidos.
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La mayoría de los analistas coinciden en que el ascenso del Daesh y otros grupos aliados ha sido un factor favorable para los grupos nacionalistas kurdos de Irak, Siria y, en menor medida, Turquía, ya que les ha dado la oportunidad de presentarse como la primera defensa contra el nihilismo pseudo-yihadista.
Además, los grupos kurdos han cosechado los dividendos del previsible colapso del Daesh al explotar el caótico panorama político y estratégico. Este es el caso de Irak, donde la Peshmerga ha tomado el control de los “territorios disputados” y ha expandido la zona del GRK hasta un 40%.
Aun así, a pesar de esta postura agresiva y de un claro apetito por grandes conquistas terrenales, el nacionalismo kurdo está anclado en un elaborado discurso de victimización y desposesión. Según esta narrativa, los kurdos son el mayor grupo étnico sin Estado del mundo, cuyos enemigos modernos pueden remontarse hasta el acuerdo de Sykes-Picot, que estableció una gran visión política y estratégica tras el fin de la I Guerra Mundial.
Los términos y condiciones de Sykes-Picot en Oriente Medio socavaron la oportunidad de la creación de un Estado kurdo, de modo que el argumento del nacionalismo kurdo es válido. Los historiadores, académicos y periodistas occidentales suelen comprar esta historia de aislamiento y opresión que inmortaliza la descripción de los kurdos como un pueblo que “no tiene más amigos que las montañas”.
Por supuesto, esta historia es, como mucho, mitad verdad. Existen otros grandes grupos étnicos sin Estado en el mundo, en particular los tamiles del sur de India y del norte/este de Sri Lanka, que superan a los kurdos en número.
En términos de opresión, es cierto que el pueblo kurdo ha sufrido castigos casi genocidas, en particular la campaña de al-Anfal, emprendida por el antiguo régimen baazista de Irak. Pero la extensa narrativa sobre la opresión enmascara las múltiples caras de complejidad y el hecho de que, a menudos, los kurdos han sido objeto de su propia opresión. Cabe destacar que el antiguo régimen iraquí empleó ejércitos de colaboradores kurdos, conocidos como los Jash, para contener a los grupos nacionalistas.
Es más, en ocasiones, los grupos kurdos han utilizado la violencia a gran escala contra otros grupos étnicos. Quizá el mejor ejemplo sea el papel jugado por los kurdos en el genocidio de Armenia a finales de la I Guerra Mundial. Además, los grupos nacionalistas kurdos a menudo han intentado reprimir a las minorías en las zonas bajo su control, intentando imponer una identidad kurda fija sobre ellas.
Déficit de liderazgo
No obstante, dadas la potencia insurgente y las condiciones estratégicas favorables, no deberíamos asumir – como hacen muchos analistas – que el Estado kurdo es inevitable. Es más, este supuesto no tiene realmente en cuenta el historial de las élites nacionalistas kurdas.
Un breve Estado kurdo, conocido como la República de Mahabad, se estableció en Irán tras la II Guerra Mundial, pero colapsó rápidamente frente al inadecuado apoyo soviético. Tres décadas después, Mullah Mustafa Barzani, figura del nacionalismo kurdo moderno y padre del presidente del GRK, Massoud Barzani, hizo avances hacia el establecimiento de un Estado kurdo en el norte de Irak, pero fue traicionado por el sah de Irán.
El pueblo kurdo ha sido muchas veces engañado y traicionado por líderes demasiado ambiciosos, cuyo deseo de poder no ha igualado al nivel correspondiente de habilidades políticas y visión estratégica. Quizá la historia se esté repitiendo, ya que el último intento de independencia parece estar fracasando al afirmar Irak la soberanía y retomar el control de sus fronteras.
La actual situación sólo se ha dado porque los líderes kurdos iraquíes han explotado constantemente la debilidad de Irak para lograr un proyecto separatista. También han aprovechado el apoyo de gran parte de la comunidad internacional, algunos de cuyos países ignoras las consecuencias de establecer un Estado mono-étnico en medio de Oriente Medio.
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