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¿Se convertirá Arabia Saudí en el “hombre enfermo” de Oriente Medio?

El príncipe heredero saudí Mohammed Ben Salmán durante su ceremonia de entronización, el 21 de junio de 2017 en La Meca, Arabia Saudí [Bandar Algaloud/Anadolu Agency]

En 1839, el sultán Abdulmejid I del Imperio Otomano llevó a cabo reformas legales, administrativas y sociales, más tarde conocidas como las Tanzimat otomanas, para intentar modernizar al imperio e igualar el ritmo de desarrollo de los países europeos. Las reformas del sultán eran una continuación de las de su padre, Mahmud II, que empezaron cuando llegó al trono en 1808 y se centraban en el ejército. Estas siguieron en pie con sus sucesores hasta el fin del reinado de Abdul Hamid II, el último sultán otomano, que fue expulsado en 1909.

Las reformas otomanas llevaron a la caída del imperio, que duró seis siglos. Aunque hay diversos factores para esta caída, entre ellas el estancamiento y la rigidez que afligían al Estado otomano, las principales razones fueron la dominación política y la tiranía, así como el hecho de que las reformas políticas se quedaron atrás respecto a las reformas militares, administrativas y legales.

Ahora se da una situación similar en Arabia Saudí con la implementación de un proceso de modernización impulsivo y mal concebido, dirigido por el príncipe heredero Mohammed Bin Salman. Está intentando modernizar el Estado económica, administrativa y socialmente en un momento en el que se impone una tiranía sobre la sociedad saudí, que no puede respirar ni expresarse libremente.

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Las reformas de Bin Salman comenzaron con el programa que publicó en abril del año pasado, llamado Visión Saudí 2030. Es su intento de crear una legitimidad para sí mismo, especialmente entre los jóvenes, y para justificar su sucesión al trono de su padre, el rey Salman Bin Abdul Aziz, particularmente después de la expulsión del antiguo príncipe heredero, Muhammad Bin Nayef. El actual heredero al trono también está intentando romper el vínculo histórico con el establecimiento religioso, que ha sido una parte integral del Estado saudí y su legitimidad desde la creación del Emirato de Diriyah a mediados del siglo XIII.

Aunque las reformas habían empezado a rectificar una situación histórica defectuosa respecto a la prohibición de conducir a las mujeres, algo que los clérigos saudíes consideraban un gran pecado debido al “mal” que causaría, no han parado ahí. Se ha hablado de abolir el Comité para la Promoción de la Virtud y la Prevención del Vicio, o al menos reducir su poder hasta que se marchite y muera. También se ha considerado tomar medidas legales y administrativas para permitir cosas prohibidas en el pasado, como la apertura de cines en el país o el establecimiento de zonas turísticas que permitan el uso de bikinis y el consumo de alcohol.

Como los sultanes Mahmud II y Abdelmejid I, que se fijaron en el próspero Occidente, Bin Salman se fija no sólo en el Occidente superior militar y económicamente, sino también en su vecino, Emiratos Árabes Unidos, y su occidentalización social y cultural, que sólo tomó los “accesorios” de la modernización, según Hassan Abu Haniyeh.

Al igual que hubo asesores europeos, sobre todo de Francia, que ayudaron a Abdelmejid I a formular e implementar sus reformas administrativas y legales, Bin Salman y sus aliados cuentan con asesores americanos y británicos que han sido seleccionados por EAU, que cuenta con mucha más experiencia en estos temas.

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La restructuración otomana y sus reformas, cuya fórmula no incluyó a la gente común, se impuso a la fuerza y llevó a la fragmentación del Imperio Otomano a finales del siglo XIX y a la emergencia de los movimientos separatistas en varias partes del Califato, incluyendo Turquía, Egipto, el sur de Europa y los Balcanes.

Europa y Rusia también se aventuraron en el territorio otomano y empezaron a dividirlo a finales del siglo XIX y comienzos del XX. El Imperio Otomano se llamaba entonces el “enfermo de Europa”, y, poco a poco, perdió su fuerza y su poder hasta que desapareció por completo en 1924.

Bin Salman y sus sucesores no son conscientes de que intentar imponer a la fuerza reformas a una sociedad tan tradicional como la de Arabia Saudí podría provocar justo lo contrario de lo que pretenden. Arabia Saudí bien podría convertirse en el “enfermo” de Oriente Medio, ya que su sociedad necesita mucho tiempo para aceptar estos cambios.

Tampoco se da cuenta de que, eventualmente, las reformas sociales, económicas y administrativas demandarán reformas políticas, debido a la mayor consciencia y las altas expectativas de los grupos sociales emergentes. Esto podría llevar a su expulsión y la de su familia.

Mohammed Bin Salman tampoco parece ser consciente de que la represión sin precedentes que impone podría allanar el camino para las células y redes radicales, que podrían usar sus precipitadas reformas como un pretexto para oponerse a él y alterar su programa. El príncipe heredero y sus aliados deberían leer la historia del fin del Imperio Otomano para entender que toda reforma tiene un precio; es un precio que tiene que pagarse.

 

Este artículo apareció originalmente en árabe en el diario New Khaleej el 2 de octubre de 2017

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