Arabia Saudí, Israel y Estados Unidos desprecian a la República Islámica de Irán por muchas razones; la mayoría tienen poco que ver con la paz global y la estabilidad. Tanto Arabia Saudí como Israel emitieron rápidamente comunicados de apoyo cuando, la semana pasada, Donald Trump desafió al acuerdo nuclear con Irán de Barack Obama.
Trump ha hecho campaña para retirarse del acuerdo, llamándolo “el peor acuerdo de la historia”. Cuando se extendió la noticia de que pretendía retirarse, hay quien sugirió con sarcasmo que quizá tenía que “leerse los términos del acuerdo”. Tanto el Departamento de Estado de EE.UU. como la Agencia de Energía Atómica han confirmado que Irán ha respetado el acuerdo.
A pesar de estas garantías, Trump insiste en que, de algún modo, Irán es culpable y que, por lo tanto y de acuerdo a su lógica, deben imponerse sanciones adicionales sobre Teherán. ¿Por qué ha llegado el presidente estadounidense a pronunciarse en contra del acuerdo nuclear con Irán, a pesar de los testimonios positivos de su propio Departamento de Estado? La respuesta es sencilla: su decisión está motivada por su desprecio a Barack Obama; está empeñado en destruir el legado político de Obama.
Israel, por su parte, no quiere ningún competidor en la región; debe conservar su hegemonía, sobre todo en el ámbito nuclear. La proliferación nuclear de Israel continúa ininterrumpida en el Centro del Reactor Nuclear del desierto del Néguev, también conocido como Dimona. Ha utilizado la declaración del ex presidente iraní Mahmoud Ahmedinejad de que su país pretende “borrar a Israel del mapa” como justificación para detener el programa nuclear de Irán. Además, el primer ministro israelí Benjamin Netanyahu también desprecia totalmente a Obama, ya que adoptó una postura diferente en las negociaciones de paz entre Palestina e Israel. El ex presidente estadounidense insinuaba a menudo que Netanyahu era un obstáculo para la paz en Oriente Medio, y fue el primero de la Casa Blanca en denunciar categóricamente la construcción continua de asentamientos ilegales israelíes en la Cisjordania ocupada.
Las tensiones entre Obama y Netanyahu aumentaron tras firmarse el acuerdo nuclear con Irán a mediados de julio de 2015 por el grupo P5+1: Estados Unidos, China, Rusia, Francia, Reino Unido y Alemania. Unos meses antes, Netanyahu había conseguido dirigirse al Congreso estadounidense, sin pasar por el presidente con la ayuda del portavoz del Partido Republicano John A. Boehner. Esto supuso una situación vergonzosa para el gobierno de Obama.
La oposición de Arabia Saudí a Irán se debe a varias cuestiones, tanto históricas como contemporáneas. El gobierno de Riad acusa a Irán de fomentar la discordia en la región y de extender su influencia entre las comunidades chiíes de Oriente Medio. Los saudíes también creen que, como “custodios del islam suní”, tienen el deber de evitar esta expansión.Leer: Embajadores europeos defienden el pacto nuclear con Irán en el Congreso de EE.UU.
También hay un elemento de envidia en todo esto: Arabia Saudí carece de una diversidad tecnológica en su economía, ya que la mayoría de sus recursos y sus conocimientos tecnológicos se concentran en la explotación del petróleo. Israel e Irán son los únicos Estados regionales que han hecho avances significativos en la tecnología nuclear. Desde la elección de Donald Trump, Riad ha aumentado su influencia en la política exterior de Estados Unidos. Cuando Trump y su equipo visitaron Arabia Saudí en mayo de 2017 – su primera visita al extranjero como presidente – los saudíes hicieron lo posible por impresionarle, y salió del Reino con “bolsas llenas de regalos”. Desde entonces, Trump ha alabado el papel de Arabia Saudí en la lucha internacional contra el terrorismo. También ha criticado a Qatar por apoyar al terrorismo e hizo declaraciones críticas con el vecino del Golfo de Arabia Saudí a comienzos de la crisis y el bloqueo de junio de este año. El presidente estadounidense se apresuró en sus declaraciones, que parecieron ignorar la cooperación militar de EE.UU. con Qatar. Fue Rex Tillerson, secretario de Estado, quien tuvo que calmar la situación y clarificar la posición de Estados Unidos.
El acuerdo nuclear del P5+1 fue bien recibido por la mayoría de países. El acuerdo fue la culminación de años de negociaciones que empezaron en 2006. El objetivo era una resolución nuclear pacífica a la disputa sobre el programa nuclear de Irán.
Israel y Estados Unidos acusaron a Irán de desarrollar armas nucleares, pero Teherán mantiene que sólo utiliza su programa con propósitos pacíficos, e insiste en su derecho a continuarlo. Irán ratificó el Tratado sobre la No Proliferación de Armas Nucleares en 1970; Israel y EE.UU. todavía se niegan a firmarlo.
El hecho de centrarse en el programa nuclear de Irán mientras se ignora el de Israel plantea serias preguntas sobre el futuro del multilateralismo y el apoyo voluntario a los tratados globales. ¿Por qué iba a firmar voluntariamente un país estos tratados si luego podrían perjudicarlos a ellos y a su pueblo?
La decisión de Trump de desacreditar el Acuerdo del P5+1 pondrá en peligro la credibilidad internacional de Estados Unidos, y pone en tela de juicio sus futuros compromisos políticos. ¿Quién va a confiar en EE.UU. en el futuro? El precedente que ha creado Trump también se añade al caos actual en la política internacional.
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Como conclusión, debemos tener en cuenta que Estados Unidos no es el único que va detrás del Acuerdo Nuclear de Irán; otros cuatro miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU también están involucrados. Por lo tanto, las críticas de Trump contra el tratado como “el peor de la historia” perjudican a la integridad de aquellos países que fueron parte del acuerdo. Los tres principales
críticos del acuerdo no sólo engañan al mundo por su propio interés, sino que también están alienando a los principales países de la comunidad internacional. Deberían sonar todas las alarmas.