Cuando la familia real saudí reservó gran parte del patrimonio hotelero de Moscú a principios de este mes, los medios de comunicación explotaron con historias sobre un presunto acercamiento entre Rusia y Arabia Saudí.
Hay informes de que Rusia ha conseguido vender cerca de 3.500 millones de dólares en armas. Eso parece mucho. Parece haber surgido un nuevo romance.
Muchos pensaron lo mismo en 2009, cuando Rusia y Arabia Saudí firmaron un acuerdo comercial por valor de 2.000 millones de dólares por el mismo sistema de misiles que, supuestamente, forma parte de este nuevo paquete, el S-400. Los sistemas de misiles S-400 nunca aparecieron, y el acuerdo se acabó en cuanto se apagron las cámaras. Es muy probable que vuelva a pasar lo mismo.
Incluso si las ventas se materializan, resultarán extrañas en comparación con lo que los saudíes compran al rival de Rusia; Estados Unidos.
Durante el gobierno de Obama, se vendieron armas por un total de unos 110.000 millones de dólares. El día después de que la prensa internacional se volviera loca por la última oferta de Putin, el Departamento de Defensa aprobó silenciosamente otros 15.000 millones de dólares en ventas. Es cuatro veces mayor a lo que le costó al rey saudí una visita “histórica” al Kremlin. Fue cuestión de un día para la relación entre EEUU y Arabia Saudí.
Por supuesto, una visita es mejor que nada, al igual que un acuerdo de venta de armas es mejor que nada. Sin embargo, los fundamentos para un cambio en el poder a largo plazo simplemente no están.
Por ejemplo, tomemos los intentos de elevar el precio global del petróleo, con Arabia Saudí dirigiendo a la OPEP en nombre de Putin. Sin embargo, todo lo que indica que los saudíes irán más allá de esta amistad táctica es una consideración sin miras. En el momento en el que suba el precio del petróleo, el acuerdo con la OPEP desaparecerá.La alianza saudí-estadounidense, que está en la raíz de la economía global, es tan grande que sería difícil imaginar que no existiese. En Oriente Medio, la alianza va más allá de la economía. Refleja cómo apoya Occidente a los líderes, pueblos y yihadistas suníes. Por otro lado, Rusia respalda a los líderes, pueblos, militantes y yihadistas chiitas.
Por lo tanto, es absurdo pensar que Rusia u Occidente están luchando contra la yihad en Oriente Medio. En realidad, están luchando el uno contra el otro, utilizando a los yihadistas como proxy. Como siempre han hecho y como siempre lo harán. Es poco probable que Arabia Saudí cambie de bando en este conflicto. Tampoco es viable que Rusia abandone a Irán. Y es prácticamente imposible que Arabia Saudí e Irán se lleven bien.
Así que cuando the Guardian describió la reciente visita como “un cambio en las estructuras globales de poder”, o cuando el Washington Post usó la frase “Putin y el rey saudí pasan página tras décadas de tensiones”, fueron exageraciones. Para que fuesen ciertas, todo el equilibrio de poder y todo lo que sabemos sobre las alianzas y sus razones tendrían que haberse dado la vuelta en Oriente Medio. Despacio – esto todavía no ha pasado.
Por supuesto, país por país, ciudad por ciudad, hay algo más que simplemente la rivalidad de sunníes y chiíes, pero para los diplomáticos, generales y espías rusos y estadounidenses, esto es totalmente irrelevante. Lo que importa es la lucha entre sunníes y chiitas, y con eso, en el mundo moderno, nos referimos a al Estado de Irán contra el Estado de Arabia Saudí. Hasta cierto punto, esto es un sinsentido orientalista – pero, por otra parte, así operan Occidente y Rusia.
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Por mucho que hayan flirteado con China mientras todavía le pestañaban sobre todo a Washington, Riad también está tonteando con Rusia para generar celos. Ha sido un momento único de competencia diplomática.
Es difícil evaluar cómo de enfadados están con Washington, pero nuestra percepción general es que no es tanto como parece. Se saca demasiado del hecho de que Barack Obama presionara en el acuerdo nuclear iraní. Sin duda, esto molestó a Arabia Saudí, pero este malestar se va desvaneciendo.
Es más peligrosa la catástrofe militar, política y de reputación en Yemen, donde Putin se opone fundamentalmente a sus intereses, y donde Estados Unidos, Reino Unido y Francia respaldan a la oposición saudí. Naturalmente, Rusia se posiciona, al igual que ha hecho en Arabia Saudí, junto a los houthis e Irán.
Cuando Trump se vaya – irónicamente, seguramente debido a sus lazos con Rusia – se quedará un gobierno republicano, un partido anti iraní hasta la médula. ¿Podemos decir lo mismo de Putin? Él es profundamente pro-Irán.
Irán, y no Arabia Saudí, siempre ha sido – y será – un socio comercial de confianza para Rusia. A diferencia de Europa, siempre estarán ahí para comerciar, a pesar de que se les impongan más sanciones.
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Irán también ha jugado un papel fundamental a la hora de apoyar al presidente Bashar Al-Asaad; de hecho, más que Rusia. Putin lo sabe y lo aprecia. Es Irán el que ofrece el contrapeso frente a los yihadistas sunníes que teme Putin, gracias a cómo quedan expuestos en Chechenia y Uzbekistán. Sabe que Hezbollah, respaldado por Irán, puede hacer frente a estos militantes en Siria antes de que vuelvan a atemorizarlo en su país. Arabia Saudí, por el contrario, ha apoyado a muchas de estas organizaciones.
Riad también sabe cómo funciona Washington – casi. Aventurarse por las laberínticas estructuras de poder de Moscú es un gran reto, sobre todo para un país conocido por su ingenuidad diplomática. Presionar a Moscú es casi imposible para los saudíes. Es imposible para la mayoría de los países. La conformación de las estructuras de poder rusas no permite mucha sofisticación diplomáica.
Si firmas un trato con Rusia – y si la situación cambia, te venderán a la primera. Esto se adapta perfectamente a los saudíes. Guiñan un ojo a sus nuevos aliados en el Kremlin, pero su verdadero amor siempre será Washington.