El Reino de Arabia Saudí ha sorprendido a todo el mundo en los últimos 30 días. A finales de septiembre, el rey Salman emitió un decreto real que permite conducir a las mujeres saudíes, y, este mes, el príncipe heredero Mohammad Bin Salman prometió “hacer al país volver al islam moderado”.
Las declaraciones del príncipe Mohammad le han supuesto una gran atención mediática en todo el mundo, aunque, quizás, su visión de “islam moderado” es debatible. En varios artículos, comentarios, editoriales e informes, muchos académicos, expertos en medios y críticos han escrito opiniones respecto a los motivos del príncipe.
Para algunos, la idea del “islam moderado” restaura cierta confianza entre el mundo musulmán y el no musulmán, que se enfrenta a los problemas de la radicalización, el extremismo y el terrorismo. Otros temen que el príncipe esté jugando con fuego y que sus deseos puedan provocar en el país a una “resistencia popular”.
El profesor Madawi Al-Rasheed sostiene que la visión del príncipe Mohammad sobre el “islam moderado” tiene un alcance limitado, y está particularmente diseñada para silenciar las “voces disidentes”. Muchos liberales de Occidentes y unos pocos críticos musulmanes de la realeza saudí suelen acusarles de utilizar la religión para controlar al público y asegurar su mandato.
Tanto el primer ministro británico Tony Blair como el presidente de EE.UU. George W. Bush atacaron y destruyeron países en Oriente Medio bajo el pretexto de que “Dios les dijo” que lo hicieran. Los saudíes son musulmanes; Bush y Blair son pacificadores e invaden otros países sólo para restaurar la democracia – ese es el mensaje principal; “nosotros”, los de Occidente, somos “buenos”, y “ellos”, los de Oriente Medio, son “malos”.
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Desde el 11S, los medios y la política occidentales presionan constantemente a los musulmanes en Occidente, sobre todo para que se acostumbren a la descripción occidental del islam. Tras cada atentado terrorista, el discurso occidental sobre el islam habla de un tema recurrente; que los perpetradores estaban motivados por el wahabismo, una supuesta forma de “islam saudí”, que es la causa raíz del terrorismo global. Este discurso permite que Occidente formule sus propias contribuciones a las olas de terrorismo global.
De este modo, Occidente empuja a Arabia Saudí a adoptar la idea de que todo el terrorismo mundial se debe a un discurso concreto que se deriva del wahabismo, que respalda la violencia. Por lo tanto, a Arabia Saudí le queda una única opción: avalar la idea del “islam moderno” occidental.
Pero, ¿qué es el “islam moderado”? ¿De verdad necesita modernizarse el islam? De hecho, todo apunta a que el islam es inherentemente moderno y que tiene tendencia a adaptarse a los cambios sociales que emplean los conceptos de Ichtihad (reflexiónindependiente) e Ichma' (consenso de los sabios).
Hoy en día, muchas prácticas y reglas de las sociedades occidentales, como el sistema de justicia social, reformas de bienestar, vigilancia, beneficios infantiles, leyes comerciales, estructuras militares e incluso manuales de capacitación de personal médico; como reflejan las estructuras de gobierno que introdujo el califa Omar Ibn Al-Khattab.
La estatua de William Shakespeare en la Leicester Square en Londres tiene un bello mensaje: “No hay tinieblas sino en la ignorancia”, y es cierto en el caso del islam, que suele ser malinterpretado y mal utilizado tanto en el mundo no musulmán como en el musulmán.
En consecuencia, el islam como religión surgió como una “víctima”, en el sentido de que unas pocas personas autodenominadas, ya sean radicales, promotores del odio o los controvertidos supuestos expertos en islam, lo interpretaron y debatieron, y acabaron por representarlo de la manera que consideraron correcta.
Además, estas personas propusieron un islam “modernizado” para referirse a los problemas contemporáneos de la sociedad, incluyendo la radicalización y el terrorismo.
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Mucho antes de los atentados del 7-J, the Guardian nombró el “islam británico” en su editorial, lo que sugería que el islam tenía que cambiar para adaptarse a una sociedad británica liberal y secular. Dicho de otra forma, transmitió el mensaje tanto a los legisladores como a la comunidad musulmana de Reino Unido de que el islam debía amoldarse a los valores británicos modernos.
Es difícil determinar las verdaderas intenciones del príncipe Mohammad o su impacto en la región y más allá. Actualmente, el mayor desafío de Arabia Saudí es mejorar su imagen negativa en Occidente; parece que las declaraciones del príncipe son un intento de dispersar la constante actitud anti saudí.
Ricos en sus críticas contra Arabia Saudí, los medios occidentales apenas han mencionado la financiación, apoyo y armamento de los grupos radicales de Oriente Medio por parte de Estados Unidos y Europa.
Otro factor significativo es que existe una verdadera crisis de liderazgo en el mundo musulmán. Por una parte, el presidente turco Erdogan se considera un líder emergente de la Ummah, así que, sin duda, los saudís le temen y, por lo tanto, quieren controlar el mundo musulmán por ellos mismos.
Sin embargo, el Reino tiene mucho que hacer si quiere rectificar su imagen. Muchos han denunciado su apoyo al líder del golpe de Estado egipcio, Abdel Fattah Al-Sisi, que en 2013 expulsó al gobierno elegido democráticamente del presidente Mohamed Morsi.
Su reciente boicot del país vecino, Qatar, en cooperación con Emiratos Árabes Unidos, Bahréin y Egipto, también le ha supuesto muchas críticas. La Turquía de Erdogan ha tachado este aislamiento económico de “inhumano” y como una infracción de los “valores islámicos”.
Dados los desafíos a los que se enfrenta Arabia Saudí, quizá la oferta del príncipe Mohammad de adaptarse a un “islam moderado” no sea un gran avance en Occidente, pero ya ha visto la punta del iceberg. Ahora le toca a Occidente dar un paso en la misma dirección para renovar la imagen que ha construido del islam.