El presidente de la Región Kurda de Irak (KRI, por sus siglas en inglés), Masoud Barzani, ha dimitido, pero un mes antes de su renuncia puso en marcha lo imposible: la apuesta de Kurdistán por un Estado propio.
Un número abrumador de personas votaron “sí” en el referéndum de septiembre sobre la independencia en una acción que desafió a Bagdad y a sus países vecinos.
Las consecuencias en el mes que ha transcurrido desde entonces ha hecho resurgir viejos conflictos.
Bagdad reclamó sus fronteras del noroeste, revirtiendo 14 años de avances empapados de nepotismo.
Las geografías disputadas presididas por las dos principales facciones kurdas rivales – el Partido de los Trabajadores Kurdos (PUK) y el Partido Democrático Kurdo (KDP) – cambiaron de manos tras una operación militar múltiple el 16 de octubre, dejando a zonas de reservas de petróleo críticas de nuevo bajo el control de las milicias de Bagdad.
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Otro episodio en un siglo de traición kurda es cómo los sucesos del mes pasado fueron tratados en la prensa árabe, que ha mirado con rechazo al trato que el PUK, rival de Barzani, acordó con el primer ministro iraquí y que se selló con la aprobación del comandante de la Guardia Revolucionaria Iraní, Qassem Soleimani.
Las fuentes de inteligencia iraquíes confirmaron que Soleimani convenció al PUK para que no obstaculizara a Bagdad.
Se produjo un caos, pero no hubo derramamiento de sangre en la captura de Kirkuk
Las órdenes ya no se emitían desde un centro administrativo y, debido a esta confusión, algunas facciones peshmerga se retiraron de sus posiciones. Quizá la historia recuerde la pérdida de la Kirkuk rica en petróleo como un suceso de “alta traición”, como lo describe Barzani.
Aunque EEUU ha ordenado a Barzani que dimita, renunciar no supone necesariamente mantenerse al margen.
La tribu Barzan, de la que proviene el líder subregional, ha sido el núcleo de la lucha por la autonomía kurda.
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Mullah Mustafa, padre y predecesor de Masoud, y su tío, Ahmad, sentaron las primeras bases del Partido Democrático Kurdo en 1946, el mismo año en el que la primera república surgió y fracasó en Mahabad (Irán).
Algo más importante que el asiento al que ha renunciado Barzani es la influencia política que mantendrá.
A los ojos del gobierno de Trump, los kurdos son una parte crucial a quienes, antes de la recaptura de Kirkuk, Washington consideraba capaces de servir como barrera frente la intrusión iraní.
Perder el monopolio que el KRG poseía en Kirkuk y las ciudades cercanas perjudica a Washigton y, por lo tanto, es poco probable que se extinga pronto.
La réplica ha sido mayor para la población de los territorios disputados y kurdos. Les ha enseñado otra dolorosa lección de confianza fuera de lugar, recordando a los eventos en Mahabad después de que los soviéticos retiraran sus tropas y su apoyo, prefiriendo las condiciones petrolíferas de Irán.Ya se ha hablado de promesas. Estados Unidos ha prometido mantener su relación con Nechirvan, ayudante y sobrino de Barzani y el candidato más probable a suceder a Masoud, mientras pasa por alto los defectos estructurales del Estado iraquí, que ahora tiene de nuevo a Kirkuk a su alcance.
Dejando atrás una potente red tribal y nepotista, Massoud no necesita volver a la sombra, sino que sabe qué le espera – una amarga lucha por el poder.
Tras dos décadas, ¿ampliarán el pasillo político los partidos gobernantes de Barzani y del difunto Jalal Talabani para dar la bienvenida a nuevos jugadores? Descentralizar el control y democratizar los dispositivos de poder así podría crear un conflicto distributivo en el que competirían los partidos nuevos y los viejos.
Mantener el duopolio actual, un término que utiliza la analista estadounidense Denise Natali, es igual de perjudicial para la distribución del norte de Irak, que se vería reducida a dos rivales.
La modernización de las ciudades urbanas es el vehículo que ambos partidos – en particular el KDP – han usado para ganar el monopolio. Tampoco Turquía, el mayor inversor del KRI, ni el KDP están preparados para retirarse de las transacciones comerciales que llenan sus bolsillos y aumentan la vida útil de sus partidos políticos.
La inclusión de nuevos partidos es el mayor desafío futuro y la prueba de fuego para la capacidad institucional del KRI.
Al contrario de la postura de que Barzani fue obligado a dimitir después de que le hundieran las consecuencias del referéndum, su renuncia está, en gran parte, motivada por el deseo de asegurar la supervivencia autocrática.