El terrorista responsable de asesinar a más de 300 personas en un ataque suicida con un camión en la capital somalí, Mogadiscio, era un antiguo soldado del ejército. Parece que el atentado es una venganza por un ataque fallido de las tropas locales estadounidenses en su pueblo natal en el que murieron 10 civiles mientras se refugiaban bajo unos árboles.
El 25 de agosto, la incursión fallida se produjo en la aldea del terrorista en Bariire, al sur de Somalia. Por aquel entonces escribí que esto produciría una venganza contra las fuerzas del gobierno, ya que los miembros de la familia afectados por la redada antiterrorista podrían inspirarles a unirse a grupos armados para liberar su ira. Según varios oficiales, trascendió que el terrorista desertó de las fuerzas somalíes en 2012 y, supuestamente, se unió a Al-Shabaab – no hay forma de verificar esta información. Es hora de ser pragmáticos respecto al dilema contra el terrorismo en Somalia en medio de un panorama humanitaria y una fragilidad política – y preguntarse si la lucha contra el terrorismo funciona.
La versión perdida
La versión perdida de la historia en el atentado del camión bomba de Mogadiscio consiste en si el antiterrorismo en Somalia realmente funciona. No está claro en qué información se basaron las fuerzas somalíes y estadounidenses para atacar una aldea inocente, pero, si la redada antiterrorista se basó en los indicios de las dinámicas de los clanes locales entre las tribus, eso explicaría el ataque fallido. En el pueblo sólo había ocho armas, siete de las cuales estaban almacenadas y una operativa en manos de un guardia que vigilaba el pueblo frente a los clanes rivales en la región sur. Al-Shabaab no estaba por ninguna parte.
Tres días después del atentado en Mogadiscio, la aldea del terrorista sufrió otra operación antiterrorista – esta vez, con ataques con drones que causaron ocho víctimas civiles, cinco hombres y tres mujeres. No está claro qué país dirigió el ataque, pero, normalmente, es Estados Unidos quien realiza ataques en Somalia, incluida la región de Lower Shabelle.
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A principios de este año, el presidente Donald Trump otorgó al ejército estadounidense y a la CIA una mayor autonomía para llevar a cabo asesinatos – considerando “campos de batalla temporales” a ciertas partes del país. Unas 510 personas han perdido la vida como consecuencia de los ataques desde 2010, y 52 han resultado heridas.
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Dinámicas conflictivas en el sur
A principios de esta semana, las tropas de la Unión Africana se retiraron inesperadamente de la aldea de Rasadaay, a 179 kilómetros al suroeste de Mogadiscio, en el sur de Somalia. Era una localización estratégica que requería de control, y estaba en riesgo de que la dominase Al-Shabaab. Una caravana de combatientes de Al-Shabaab ocuparon tranquilamente el pueblo sin batalla alguna menos de dos horas después. No está claro por qué la Unión Africana decidió retirarse de Rasadaay, pero ahora se arriesga a más ataques en el sur de Somalia, incluyendo la capital, Mogadiscio.
La misión de paz de la Unión Africana en Somalia (AMISOM) ha tenido cierto éxito en el territorio de Al-Shabaab, pero la Resolución 2372 del Consejo de Seguridad de la ONU pretende degradar a los soldados uniformados en Somalia. Esto plantea otro dilema para el futuro de Somalia, ya que el objetivo general de AMISOM es entregar la responsabilidad de la seguridad a las fuerzas somalíes locales. A juzgar por la incursión fallida que llevó al atentado de Mogadiscio, esto podría debilitar la seguridad de Somalia. Sin duda, el riesgo de ataque aumentará en Somalia, sobre todo debido que AMISOM no ayuda ni pretende influenciar a ninguna infraestructura política de gobierno en Somalia.
La dinámica conflictiva en el sur de Somalia – particularmente en la región de Lower Shebelle – está a favor del grupo Al-Shabaab, lo que supone un gran dilema para los esfuerzos antiterroristas y en su impacto en el terreno. Las comunidades locales no tienen una razón para unir fuerzas con el ejército local de Somalia o con AMISOM, los clanes de Gedir-Hawiye y Bimal-Dir sacan ventaja de unir fuerzas con Al-Shabaab, el ejército nacional somalí y AMISOM en distintos momentos del conflicto. En este contexto, basándose en los cambios políticos de las comunidades del sur, es importante asegurar que los clanes no tengan sentimientos negativos hacia las operaciones antiterroristas – lo que puede beneficiar a Al-Shabaab.
Irónicamente, las fuerzas del gobierno se retiraron de las ciudades a sólo 45 kilómetros de Mogadiscio, cerca de Lower Shabelle, que fueron tomadas por Al-Shabaab. Una de las razones es que los salarios de las fuerzas gubernamentales no se pagaron, lo que disminuyó la moral de las fuerzas en zonas estratégicas. Sin sueldo, los soldados del ejército nacional se retiran de sus posiciones, dejando pasar a Al-Shabaab.
Del mismo modo, el ejército nacional de Somalia ha tenido graves problemas de luchas internas, lo que ha demostrado debilidad ante sus enemigos. En septiembre, las luchas internas entre las fuerzas del gobierno provocaron la muerte de nueve personas en Mogadiscio y, como resultado, decenas de personas han resultado heridas en varias ocasiones.
Los nacionales somalíes marcharon por las calles de Mogadiscio contra Al-Shabaab en un luto nacional de tres días tras el atentado del camión bomba – consolidando un sentimiento anti Al-Shabaab.
La forma en la que Somalia lidie con los próximos meses será crucial para ganarse el apoyo de la población. Somalia ya está desestabilizada con un sensible grupo demográfico político interno. El presidente Mohammed Abdullahi “Farmajo” Mohamed debería utilizar esto como una oportunidad para unificar el país – una dinámica que podría funcionar a su favor. Los Estados federales también podrían considerarlo una oportunidad para empujar a la desconfianza y expulsar a Farmajo, debido a los constantes disturbios causados por Al-Shabaab.
Mientras unas 1.000 fuerzas etíopes avanzan hacia Somalia para combatir a Al-Shabaab, es vital asegurar que las operaciones antiterroristas no hieren a civiles inocentes, potencialmente motivando a sus familiares a unirse a grupos militantes para buscar venganza.
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